Infocracia criolla: La raÃz de la erosión de la democracia argentina
16 de agosto de 2025
El filósofo Gustavo DemartÃn se apoya en Byung Chul Han para entender cómo la sobreabundancia informativa genera confusión, estrés y desconfianza en la ciudadanÃa.
Para muchos la obra de Byun Chul Han es motivo de críticas agudas, sin embargo, desde hace más de veinte años a nadie deja indiferente. No solo por el estilo directo y claro de su escritura sino por la descripción, casi en tiempo real, de las transformaciones sociales y culturales que vienen operándose en la sociedad de la información.
En su ensayo Infocracia, utiliza (o crea) un término, que combina información con Kratos (Κρ?τος) -que significa gobierno en griego- en el cual describe un régimen donde no gobiernan directamente las personas o las leyes, sino el flujo y el control de datos. El filósofo surcoreano-alemán advierte que la democracia contemporánea enfrenta un adversario, que alguna vez supo ser visto como su aliado, el poder ejercido a través de la información.
Han sostiene que la política ya no se basa en el tiempo deliberativo de la razón, sino en la velocidad vertiginosa de la comunicación digital. La democracia se basa en un tiempo de la deliberación que es muy distinto al de la comunicación digital. La infocracia acelera el tiempo de la política hasta el punto de que la reflexión se vuelve imposible, “la coerción de acelerar la comunicación nos priva de la racionalidad”, escribe.
Así la racionalidad de la acción comunicativa que pretendía Habermas como modelo de interacción social, cambia a un tipo de racionalidad digital en la cual se elimina un “otro” que discute o debate. La vertiginosa red de consecuencias que ello conlleva para la democracia, tal como la conocimos y la ejercimos, es determinante. No hay tiempo para entender las razones del otro. El antagonismo se hace absoluto.
Del ágora al timeline
En la Argentina de 2025, esta mutación del poder está a flor de piel. El viejo debate en cafés, sindicatos o plazas ha sido sustituido, en gran parte, por un combate cruel y explícito permanente en redes sociales. La arena política se ha trasladado al timeline de X, al feed de Instagram y a los videos cortos de TikTok.
Los partidos y dirigentes compiten por imponer agenda no solo en medios tradicionales, sino en algoritmos que deciden qué ve -y qué no ve- el electorado/consumidor de datos. Un discurso parlamentario puede pasar inadvertido si no circula en video, mientras que un fragmento editado puede convertirse en un arma política más eficaz que una ley. Aún si el mismo está creado por IA y es falso.
Del mismo modo, la transmisión de moluscos del fondo marino puede captar el interés y transformarse en símbolo de la producción de una sociedad que busca científicamente en las profundidades de la realidad.
La velocidad es tirana
Según Han la infocracia somete la política a la lógica de la inmediatez ya que lo urgente desplaza a lo importante, y el escándalo momentáneo puede eclipsar un debate. En el caso argentino, esto se traduce en ciclos de indignación exprés, con temas que estallan, dominan la conversación unas horas por la mañana y desaparecen sin dejar espacio a una reflexión por la noche.
Como señala Han: “La verdad no tiene velocidad. Es el proceso lento de la verificación el que la constituye. La infocracia, en cambio, privilegia lo que circula rápido, y lo que circula rápido no es la verdad”. La sobreabundancia informativa, lejos de iluminar al ciudadano, muchas veces lo satura, generando confusión, estrés y desconfianza.
En este ecosistema digital informativo, el poder no se limita a poseer información, sino a administrar el timing de su visibilidad. Las plataformas digitales, consultoras de comunicación y redes de influencers actúan como intermediarios invisibles que moldean la opinión pública.
En Argentina, esto ha dado lugar a nuevos tipos de campañas políticas, aquellas que no se dirigen a todos por igual con un mensaje único y doctrinario, sino que segmenta mensajes para públicos específicos, explotando sesgos y emociones que parecen particulares, pero que surgen del permanente test emocional que administran y calculan incesantemente los algoritmos. El resultado es una ciudadanía fragmentada, atrapada en burbujas informativas que refuerzan una visión egocéntrica del mundo.
La emancipación manipulada
Los críticos de Han llegan a asegurar que su obra funciona como una estrategia de bestseller, combinando una simplificación superficial y cómoda, con un nihilismo estético, lo cual redunda en el ocultamiento de una verdadera crítica emancipadora.
En el caso de la identificación de la infocracia hay quienes no lo ven como un fenómeno exclusivamente negativo. De hecho, consideran que ha permitido que voces antes marginadas encuentren canales de expresión y visibilidad. Pero es menester aceptar que la crítica de Han apunta a poner de relieve la controversia de su potencial democratizador, que se ve amenazado por la opacidad de los algoritmos y la facilidad con que se propaga la desinformación.
En un país con un historial de tensiones institucionales permanentes, la manipulación de narrativas digitales puede tener consecuencias tan graves como la censura directa o el ataque institucional a cantantes y/o actrices y actores. Lo cierto y evidente es que erosiona la confianza, polariza a la sociedad y debilita los consensos básicos. Hace del disenso y el malestar un estado y no un tránsito.
¿Lo atamos con alambre?
Si la política nacional quiere resistir los efectos corrosivos de la infocracia, debe replantear su relación con la información y apostar por la transparencia algorítmica, promover la alfabetización mediática y crear espacios deliberativos que no estén sujetos al dictado del trending topic y los hashtags. Ello implica tal vez una profunda reforma en toda la institucionalidad que incorpore el frente problemático que traen aparejadas otras tecnologías subsidiarias (pero no menos alterantes) como la IA.
Que el debate público deje de ser un intercambio racional de ideas entre pares que se reconocen unos a otros, para convertirse en un mercado de emociones manipuladas, donde el poder real se ejerce un ignoto flujo desde de pantallas, cambia para siempre las relaciones de poder en un estado soberano.