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En este film... los buenos mueren


10 de mayo de 2025

La dirigencia política no sale a la calle porque cree que está cayendo del cielo una mierda tóxica que te toca y te mata.

Agustín Sosa

El Eternauta, tanto en su primera, como en su segunda parte, fue publicado en épocas oscuras de nuestro país. Apareció a fines de los 50, con el peronismo proscripto y una democracia intermitente y aún más débil de la que tenemos hoy. Su segunda parte, bajo el manto de muerte que desplegó la última dictadura. Era condición sine qua non que aquello que intentara denunciar se manifestara en forma ficcional.

Hoy, la serie basada en el comic, se estrena en un país asolado por el hambre y la miseria planificada, pero, pareciera, sin la obligación de un simbolismo o figuración para denunciar algo; de todos modos, no viene a denunciar algo presente por más que le podamos encontrar mil paralelismos y encontremos en ella distintas representaciones; a simple vista podríamos elucubrar que la serie es más exitosa por lo bien hecha que está que por haber despertado al pensamiento político al pueblo. Al pueblo que tiene Netflix.

El análisis sobre la calidad audiovisual y de cómo puede penetrar el mensaje del héroe colectivo, de que nadie se salva solo, de Malvinas en la población puede tener multiplicidad de pareceres y enfoques y a los espectadores les puede gustar más o menos, pero resulta curioso ver como el sector politizado que antagoniza con el nefasto gobierno y sus aliados encuentra en El Eternauta suplir la vacancia de representación producto del vacío político que transitamos hace tiempo. Un amplio sector de la política, dirigencia y su primer y segundo cordón, encuentra en el producto de reciente estreno una expresión de síntesis política de la que carece. Encuentra en un relato fantástico la posibilidad de interpretación del pueblo que no encuentra en si misma.

La dirigencia, abrazada a la ficción que se construye a diario, encuentra en una serie de ciencia ficción un posible punto de contacto con la sociedad que la desprecia. Vivir en una realidad paralela, totalmente disociado del sujeto que se dice representar los hace mover a tontas y a locas buscando desesperados el meme, el flyer o la foto que emparente el éxito de taquilla con su continente ideológico. Y es tan grande el grado de enajenación que tiene que asume que hay 45 millones de argentinos fanatizados con la serie, y que el consumo de esa serie puede ayudarlos a mejorar, mágicamente, sus niveles de representatividad en la sociedad.

La clase política profesional y el ecosistema de medios de comunicación y redes sociales que habitan son los mayores creadores de contenidos de ficción de los últimos tiempos, no producen política, generan entretenimiento para una audiencia confundida que pasa de Wanda Nara a ficha limpia o Libra, sin nada en el medio. El único fin es distraer de lo importante, de la tragedia diaria, del saqueo de la patria; y ofrecer a cambio del sacrificio una urna como toda respuesta.

En El Eternauta existe una invasión alienígena, cascarudos asesinos y nieve mortal; en la política y sus medios de reproducción: contubernios, acuerdos, falsas batallas y democracias domingueras. Todo ficción.
En la calle hay otra cosa: hambre, indiferencia, apatía y violencias de todo tipo.
Y es real, de verdad, existe, se puede ver sin mediación de ningún dispositivo electrónico, se puede sentir por más que no se haya visto ninguna serie en Netflix.
Hay que animarse a salir, ya paró de nevar.

Agustín Sosa

Agustín Sosa es locutor, periodista y militante político del Encuentro Patriótico. 

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