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El día que Milei expropió la música


31 de agosto de 2024

Profunda preocupación entre los músicos por el reciente decreto que desencadena importantes cambios en la administración de los derechos de propiedad sobre la representación y ejecución pública de la obra y el patrimonio de los artistas.

Marcelo Iglesias

“Si vos pones música en el quincho de tu casa, nadie te va a cobrar, pero si alquilas un salón, (la música) es lo mismo que el champán o la comida” afirmó Guillermo Novellis, vocalista de La Mosca. "Cuando alguien le pone música a una fiesta de quince le pone valor agregado a su negocio con el patrimonio del músico" y, además, lo cobra. En el mismo sentido, Patricia Sosa manifestó: “La música tiene valor y quieren regalar nuestro trabajo. La canción es una propiedad privada y el autor tiene el derecho constitucional de recibir una compensación económica cuando su obra es utilizada, especialmente, para beneficio económico de terceros”.

Los cambios dispuestos publicados en el Decreto 765/2024 del boletín oficial modifica la reglamentación existente de la Ley 11.723 de propiedad intelectual que se encuentra vigente desde 1934. Hace noventa años que los derechos de propiedad se instrumentan así, el negocio siempre funcionó de la misma manera, dueños y artistas recibieron y reciben las ganancias por su actividad, sea por pasar música en un salón alquilado o por la reproducción de la obra del artista. ¿Acaso es un atentado contra la libertad de los dueños o administradores de los salones para fiestas y eventos, una normativa que les exige respetar los derechos a una remuneración de los trabajadores de la cultura? ¿Eximir del pago por la reproducción de obras artísticas a los establecimientos privados con fines económicos en detrimento del trabajo de otros, es la forma de reactivar y modernizar la economía nacional? Los artistas no son “asquerosos comunistas” por querer cobrar por su trabajo.

Muy por el contrario, todo parece el capricho de un adolescente enojado porque La Renga le exigió que no usara su música en los actos, o se solidariza en su bronca con Trump a quien ABBA le impide emplear sus temas en los actos y spots publicitarios republicanos. No pudo ser un Rockstar y perjudica a los músicos, no pudo ser arquero profesional y quiere privatizar los clubes de fútbol, plagia economistas en un libro y exige ser reconocido con el Premio Nobel en economía y se hace llamar licenciado. Cuenta chistes subidos de tono apelando a un burro ante estudiantes de primaria y clausura toda ayuda contra los crímenes de abuso. Milei parece el adolescente que se cree gracioso durante los recreos y exterioriza todo su odio y resentimiento contra el que no quiere jugar con él. Hasta dónde va a llegar. Cuánto tiempo va a demorar la sociedad argentina en comprender que todos, salvo él, Karina y Santiago son los únicos a los que -por ahora- el anarco capitalismo mileista no considera parte de la casta. Por ahora no lo sabemos. Quizá la verdadera casta sea mucho más grande e institucionalista de lo que pensábamos.

Marcelo Iglesias

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