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Vivir sin tener precio


03 de agosto de 2024

Luego de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de Venezuela, la oposición venezolana y los aliados a los Estados Unidos se han quedado sin cartas para jugar la partida. Historias de la construcción de un proceso transformador, que luego de una larga noche, vuelve a ver el sol. Las diferencias y similitudes con la política argentina sumado al bochornoso papel de los medios hegemónicos alineados a los yanquis.

Agustin Vangelista

Los ojos del mundo estuvieron posados sobre Venezuela en lo que fueron las elecciones 2024. La operación política realizada por la oposición y los aliados de Estados Unidos, deslizaron que la elección ya estaba ganada y que Edmundo González Urrutia sería el nuevo presidente de Venezuela.

Para entender la realidad venezolana, tenemos que remontarnos a 1989. El “Caracazo” como revuelta en aquel 27 de febrero donde el pueblo cansado de la desigualdad generada por el plan económico del FMI llevado a cabo por el Ex Presidente Carlos Andrés Pérez, generó su propio 2001. En aquel momento, luego de dos gobiernos constitucionales en 1998 llega a la Presidencia el comandante Hugo Chávez, poniendo fin al fracaso del programa del fondo monetario y siendo un parteaguas en la historia política venezolana.

Chavez había estado preso por el intento de golpe de estado en 1992 con un grupo de coroneles del ejército. Este dato es de vital importancia para entender el proceso de la revolución y la composición de su tejido político social. El comandante se propuso realizar un modelo de país, la famosa “Revolución Bolivariana” tuvo entre sus políticas la nacionalización del comercio exterior y el petróleo, expropiación de empresas privadas y redistribución del ingreso, pero fundamentalmente cambió el orden político establecido, donde Venezuela era de unos pocos y el padecimiento era de todos.

La creación de un modelo de país en América, que sea independiente del poder estadounidense, implica no solo la enemistad con el país de las barras y estrellas, sino que, en un contexto internacional de países centroamericanos oprimidos por el Imperio y algunos rebeldes del mismo, dan como resultado una fuerte escalada de violencia.

Las políticas realizadas por el chavismo tuvieron gran aceptación popular y una adhesión directa al apoyo de la revolución, como también la multiplicación de las fuerzas armadas. Recordemos que, en la revuelta del 92, los coroneles de rangos medios donde se encontraba Chavez, discutían el orden establecido. Venezuela cuenta con el ejército bolivariano que es el más grande de América Latina y a su vez tiene una gran formación política. El ejército es el arma de la revolución, distinto caso pasa en nuestro suelo, donde nuestras fuerzas están en constante disputas por los bandos patriotas y liberales, nuestros hermanos venezolanos lograron algo que en su momento ni el mismo Perón pudo lograr.

“Maduro saluda a los soldados de Perón”, dijo el presidente electo de Venezuela en una conferencia de prensa dada después del proceso democrático. Por más que a muchos les duela, la similitud de ambos procesos es cuanto menos fantástica (en el mejor sentido de la palabra). No solo por la transformación de la vida de las mayorías sino también por las características de sus oposiciones. Tanto en Venezuela como en Argentina, la mayoría de la oposición podría ser caracterizada de derecha, como también en ambos casos el Partido Comunista hizo una lectura equivocada y puso en frente de la revolución de los pueblos.

Como en los albores de la primera década del año 2000, la revolución fue viento de cola de muchos procesos regionales en América Latina. Tanto Brasil, Argentina, Bolivia y Uruguay se sumaron a la liberación de sus patrias, en la segunda década el contexto fue adverso para Venezuela.

La crisis del país tiene dos factores a tener en cuenta. El primero, es la muerte de Chávez en 2013, y la segunda es la caída de precios del barril de petróleo tras la muerte del comandante. Nicolás Maduro asume con esta crisis por delante, donde comenzaron a verse las falencias que la misma revolución manejaba y el hostigamiento por parte de los yanquis.

El chavismo consolidó su proyecto político en base a el comercio exterior del petróleo, el 85% de su economía estaba puesta en ese sector. Con la caída de precios, se originó la posterior crisis con caída del PBI. A eso sumarle las sanciones económicas impuestas por organismos internacionales funcionales a los Estados Unidos, llevaron al gobierno de Nicolás Maduro a vivir durante años en la miseria para todo su pueblo y con el agregado que, a nivel regional, varios países que antes eran aliados, fueron reemplazados por gobiernos que lamian las botas del FMI.

A los pueblos se los libera u oprime mediante a la violencia, por eso es necesario tener en cuenta que cuando hablamos de los sectores de la política venezolana, no podemos trasladarlo al ámbito institucional o parlamentario, sería un error. En la tierra de Simón Bolívar la violencia es una herramienta para ambos bandos. En 2002, la oposición intento derrocar el gobierno de Hugo Chávez, pero el pueblo movilizado lo impidió. En 2015 el poder judicial anula las elecciones de medio término por irregularidades y el poder legislativo rompe con el ejecutivo. En 2017, Nicolás Maduro llama a una asamblea constituyente donde gana el chavismo y se le otorgan todas las responsabilidades al gobierno. Recordemos que en Venezuela hay un formato de democracia participativa y el cambio social fue lo suficientemente indeleble como para que el pueblo crea en la revolución.

Las respuestas a derrotas electorales por parte de la oposición venezolana fueron las “guarimbas” (grupos de choque opositores, integrados por sicarios colombianos y estadounidenses que fogoneaban y operaban para generar un golpe de estado), y el desconocimiento de la voluntad popular donde no solo no reconocían a Maduro como presidente, sino que intentaron imponer uno propio que, financiado sin pena ni gloria por los Estados Unidos, fue Juan Guaido.

Luego de diez años de sometimiento por parte de EE. UU, donde en la región Venezuela fue tratado como un paria, la guerra de Rusia con Ucrania abre un abanico de posibilidades para el país. La necesidad del mundo por energía volvió a subir el valor del petróleo y la revolución está logrando de a poco estabilizar su situación económica. A eso sumarle el restablecimiento del dialogo entre Venezuela y las autoridades de Estados Unidos más la modificación de la política económica donde se está explotando desde el sector público el oro de las minas, llevaban a esta elección generar dos objetivos. El primero, que Venezuela normalice su situación política de cara a la visión que tienen los imperios y ver al país latinoamericano como un socio económico; y, en lo político, la última chance de poder acabar con el gobierno chavista antes que equilibre el barco.

Ahora bien, sabiendo que el tejido social del oficialismo está compuesto por una cúpula militar politizada y masas populares, donde la oposición tiene gran porcentaje de adherentes en el exterior del país, solamente las operaciones mediáticas de los mentimedios pueden agitar el fantasma del fraude y más mediocre aun, hablar de una “victoria” por el 70% de los votos. A lo sumo el discurso debía hablar de una elección peleada, pero las mentiras tienen patas cortas, por más que se repitan muchas veces.

Mucha prensa argentina de los dos lados del rio bravo, se veían cuanto menos molestos por esta victoria de Maduro, pero con la recopilación de fuentes se han quedado muy cortos. Trazando paralelismos, los opositores venezolanos en grupos quisieron ingresar a los comicios para el conteo de votos (a la fuerza) sin tener en cuenta que estaban sus fiscales contando los mismos. ¿Qué habría pasado si en Argentina, la Juventud Peronista entraba a los colegios a las patadas para presenciar el conteo de votos? Si, la doble vara molesta, como también molesta que los organismos internacionales se pronuncien por la elección de un país soberano y no por los reclamos de Argentina sobre las Islas Malvinas que están siendo ocupadas por el enemigo pirata.

Aunque a muchos les duela, como dijo Maradona: “Ojalá la Argentina tuviese un presidente como Maduro”.

Agustin Vangelista

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