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"Sin pobres allá, sin pobres acá"


06 de septiembre de 2025

Enrique Martínez, desde las páginas de la plataforma de propuestas de debate "Las Tres Consignas", analiza un documento titulado “La matemática simple de la pobreza” elaborado por centro de pensamiento con vocación popular de los Estados Unidos y lo pone en la perspectiva, explorando las sustanciales diferencias, con los desafíos que la hegemonía neocolonial imponen en nuestra Patria.

Enrique Mario Martínez

La ONG norteamericana People´s Policy Project es un pequeño centro de pensamiento con vocación popular, financiado con modestos aportes individuales, que nació en 2017 y está dirigido por Matt Bruening.  

Con la firma de su director, ha publicado hace pocos días un documento titulado “La matemática simple de la pobreza”, que resulta especialmente valioso examinar, por razones conceptuales y por una metodología muy didáctica.

Nos sirve mucho a pesar que se aclara desde el principio que el escenario de trabajo es un país desarrollado, que genera suficiente riqueza como para que el problema no exista.

Las condiciones a considerar son:

  1. El ingreso nacional se distribuye entre los trabajadores y los propietarios del capital.
  2. La propiedad del capital y el patrimonio están distribuidos de manera muy desigual entre las familias. 
  3. Una gran proporción de la población no trabaja, en cualquier momento que se mida.
  4. Quienes no trabajan están distribuidos de manera desigual entre las familias.

 

DISTRIBUIR EL PATRIMONIO

El primer camino a considerar es la distribución de los ingresos generados por el patrimonio. En 2022 en Estados Unidos, el 73% del patrimonio nacional era propiedad del 10% más rico, mientras que el 50% más pobre disponía sólo del 2% del patrimonio total.

La atenuación más inmediata de esa tremenda disparidad parece estar en la creación y uso activo de Fondos soberanos, alrededor de recursos naturales o intangibles, tal que las utilidades generadas allí sean distribuídas de manera homogénea en toda la comunidad.

El mejor ejemplo es el fondo soberano de Alaska, que distribuye cada año algunos miles de dólares a cada residente y que consigue llevar las cifras mencionadas más arriba al 48% para el 10% más rico y al 16% para el 50% más pobre. Algo es algo.

Pero no existen en ese país ejemplos similares adicionales. De modo que se puede proclamar su necesidad, pero no se puede conseguir que la reducción de la pobreza se concrete por ese camino en el corto plazo.

 

MEJORAR LOS INGRESOS DEL TRABAJO

En este plano, el autor maneja un supuesto distinto del que se debería manejar en la Argentina. Considera que quien trabaja sale de la pobreza. Revisaremos esto luego, pero sobre esa idea, se concentra en examinar quienes no trabajan y por qué.

En 2023, el 52% de las personas trabajaban y el 49% no.

Del total que no trabajaba, las causas son las siguientes:

Obviamente todas esas categorías se comparan en desventaja con la pobreza entre los que trabajan, que es sólo del 5%.

La última columna (con aporte estatal) es resultado de aplicar algunos elementos del estado de bienestar, concepto en que EEUU no se destaca especialmente, que incluyen asignaciones para beneficio infantil, jubilaciones, atención de discapacidades, préstamos subsidiados, permisos para cuidadores, seguro de desempleo y otros.

La recomendación de Matt Bruenig es obvia: Si se quiere reducir hasta eliminar la pobreza, hay que reforzar los ingresos de todas esas categorías de habitantes que no trabajan porque no deben o porque no pueden. Aconseja al respecto aplicar políticas homogéneas a cada colectivo, reduciendo así la probabilidad de ocurrencia de la pobreza.

No discute siquiera de dónde saldrán los recursos: Será de una más criteriosa imposición a quienes más tienen y más pueden.

Simple, básico, casi burocrático sin asignación de responsabilidades y culpas.

 

CÓMO ANDAMOS POR CASA

Está claro que algunas de las políticas aplicadas allá, también se implementaron acá. Pero hay algunas diferencias ( no con la política pública de EEUU sino con el autor de la nota) que son sustanciales.

Primera diferencia: Aquí no se reconoce como política central la eliminación de la pobreza.

Hace décadas que nuestra crisis estructural de balance de pagos, por la condición neocolonial en que nos coloca el control por parte de un puñado de multinacionales del mercado interno y de las exportaciones agropecuarias y mineras, ha llevado a los gobiernos a poner en primer plano las cuestiones financieras.

Sea por complicidad, por torpeza o por cortedad de miras, la política en Argentina se organiza desde la macro y hoy desde el flanco financiero, como si el interés de quienes hacen dinero con dinero, sin producir bien o servicio alguno, fuera lo prioritario a atender.

Segunda diferencia: Allá se posterga priorizar un fondo soberano, porque se imagina más simple mejorar las prestaciones a quienes no pueden o no deben trabajar. 

Aquí ni siquiera se plantea usar con fines sociales un fondo soberano, que ya existe, y al cual se podría imitar creando otros. 

Efectivamente, el fondo de garantía de sustentabilidad del sistema jubilatorio se creó hace más de 15 años y nunca se usó más que para ordeñarlo cuando la caja necesitó divisas. En lugar de ese despojo, es de sentido común generar un sistema de distribución al interior de la clase pasiva de las utilidades emergentes de las acciones y bonos que el Fondo tiene.

Lo mismo podría suceder, a futuro, con un fondo soberano que acumule patrimonio minero, petrolero, de energía solar o eólica y cuyas utilidades se orienten en parte importante a todos los ciudadanos.

Tercera diferencia: Allá se asocia con naturalidad el trabajo a la posibilidad de salir de la pobreza. 

Aquí, todos los estudios del último medio siglo muestran que esa correspondencia entre trabajo y sueldo digno se rompió. Otra vez, como consecuencia de la condición neocolonial, primero aumentó la exclusión y la pérdida de derechos sociales para fracciones de la población económicamente activa y luego el drama se extendió hacia la difusión masiva de la clase del trabajador pobre, figura que tiene poca relevancia en las economías de mayor productividad.

Cuarta diferencia: Al entender que para sacar mucha gente de la pobreza hay que priorizar la atención de quienes no pueden o no deben trabajar, resulta inmediato proponer caminos para mejorar las prestaciones del estado de bienestar, a la infancia, los jubilados, los discapacitados, los estudiantes, los cuidadores.

Esos caminos se vinculan en forma directa con el potencial de aporte de los dueños del patrimonio concentrado, pero no solo de eso. También ponen énfasis en la utilización eficiente de todos los recursos disponibles y en el aumento sistemático de la productividad de la economía.

Esta no es la lógica ni de los gobiernos ni de los economistas argentinos, enfocados en los desequilibrios financieros, como si estos fueran causa primaria de los problemas y no consecuencia de una mirada global equivocada primero y sesgada después, hasta que la podemos calificar de miserable, al servicio de un puñado de ganadores sistemáticos. 

 

CONCLUSIÓN

Allá se podría reducir sustancialmente la pobreza con facilidad, aún cuando no se ataque la brutal concentración del patrimonio. Depende esencialmente del acceso al gobierno de equipos lúcidos que piensen a la comunidad como prioridad. Los recursos están. La puja es tan política como económica.

Acá la hegemonía neocolonial se expresa en la estructura productiva y comercial y en la grosera distorsión de los análisis económicos que lleva a la misma academia a pensar que podemos/debemos administrar una economía bimonetaria como si fuera un problema de gestión acertada o desacertada y no un problema de dependencia externa a corregir.

Esa negación del problema de fondo excluye a la política del análisis. Toda elección política lleva a discutir el mismo escenario económico, poniendo siempre lo financiero en el centro. 

Absurdo, inviable, suicida. Usemos el adjetivo que quieran.

Mejor: en lugar de creer que todos podemos ser ministros de economía, pensemos como ayudaríamos a construir mejores escenarios de vida en un municipio pobre de GBA o del Chaco; cómo debería comportarse un gobernador que hoy administra una sociedad extractiva, para llevarla hacia una sociedad más productiva e integrada; como debería dialogar un Presidente con las corporaciones automotrices, alimenticias, mineras del país para que entiendan nuestro derecho a establecer legislación y modus operandi al menos análoga a las de sus países de origen.

No conozco – seguramente por limitaciones propias – sector político relevante del campo popular que se esté ocupando de estas cosas, de trasladar la fuerza ideológica de Matt Bruening – ni siquiera digo del primer ministro chino – a estas playas.

Enrique Mario Martínez

Enrique Mario Martínez es ex Presidente del INTI. Actual coordinador del Instituto para la Producción Social.

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