¡No hay tiempo que no se acabe, ni tiento que no se corte!
08 de marzo de 2025
Indagar en nuestros rasgos identitarios nos puede orientar en este tiempo signado por la apatÃa, el desconcierto y la orfandad.
Martín Fierro, Antonio Gil, Juan Moreira (el de Favio), y tantos otros son referentes populares de nuestra identidad nacional cuya manifestación como tales se da a partir de la marginalidad a la que el Estado y el poder los arroja.
En las entrañas constitutivas de nuestro ser nacional, lo más cabal del gaucho aparece como aquello que más nos convoca (o nos convocaba): rebelarse contra la injusticia. Y la injusticia sufrida por los desposeídos, en todos los casos, la ejercía el Estado o el poder con el Estado como ejecutor.
Luego vino Lugones, al gaucho le pusieron una bandera nacional como estandarte y lograron alivianar su figura para darle transversalidad. Pero la injusticia seguía en la misma relación siempre, nada cambiaba.
Bien entrado el siglo XX los derechos sociales alcanzaron la universalidad necesaria para garantizar dignidad a todos los argentinos; desde los trabajadores rurales hasta los de los puertos alcanzaron la dignidad reclamada por las generaciones pasadas que habitaron este suelo. Es que vino un criollo a esta tierra mandar, fue el General Perón, sabedor de los padecimientos del pueblo de la patria, quien pudo inclinar la balanza a favor de los que nada tenían.
A cuarenta años de andar una democracia derrotada y expulsiva, la marginalidad es habitual pero no hay más gauchos que se rebelen contra el poder, tanto porque el gaucho como tal dejó de existir hace tiempo, como porque aquellos que fueron continuadores de esa rebeldía fueron desaparecidos, amedrentados, acallados; comprados, seducidos, traficados.
Sí, rebeldes hay, pueblo sufriente también, pero deberemos buscar en lo hondo de nuestra historia para encontrar ese hilo conductor con aquellos rebeldes que nos han legado no solo valentía y dignidad sino también instancias organizativas y claridad a la hora de divisar al enemigo.
En Fierro te invoco, gaucho de mis mayores:
"No me hago al lao de la huella
Aunque vengan degollando
Con los blandos yo soy blando
Y con los duros yo soy duro
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar titubeando".