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Milei y el canto del cisne (corrupción y horizonte de colapso financiero)


06 de septiembre de 2025

La Argentina del mileísmo está experimentando una crisis de legitimidad que trasciende los tradicionales ciclos políticos para manifestarse como una fractura estructural del proyecto libertario. Se trata de un colapso acelerado del bloque de poder.

Fernando Esteche

La Argentina del mileísmo está experimentando una crisis de legitimidad que trasciende los tradicionales ciclos políticos para manifestarse como una fractura estructural del proyecto libertario. Se trata de un colapso acelerado del bloque de poder. El escándalo de corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad opera como disparador de una situación que combina crisis de gobernabilidad, ahogamiento financiero y el agotamiento de los consensos sociales que sostuvieron inicialmente al gobierno de Javier Milei.

 

La anatomía de una crisis terminal

Los escándalos de corrupción que involucran al entorno presidencial no constituyen un accidente sino la expresión inevitable de un proyecto político estructuralmente corrupto. Cuando a partir de los audios filtrados se escucha en la calle "no hay plata para discapacitados, pero sí para la coima", asistimos a la síntesis brutal de un modelo que privatiza hasta la solidaridad social. La anécdota sobre la corrupción en ANDIS espanta pero no debe obturar la dimensión de un programa de saqueo y fuga de capitales fenomenal y verdaderamente obscena que fulminan las condiciones de vida de los argentinos. Esta corrupción adquiere dimensiones particulares porque desnuda la hipocresía constitutiva del mileísmo: quienes llegaron al poder denunciando la "casta" corrupta han construido sus propias redes de prebendas y saqueo.

La crisis no es meramente moral. Es política y económica. La moral mileísta no está en crisis; simplemente está expuesta ahora para el que no lograba ver la naturaleza de una narrativa que pondera el emprendedurismo, el individualismo, la mercantilización total de la vida, incluso cuerpos e hijos, el supremacismo, hedonismo (somos superiores estéticamente dice el contrahecho pañalero presidente argentino). Los sectores que inicialmente apostaron al experimento libertario comienzan a experimentar el abandono estatal y la estafa de la promesa electoral. El establishment financiero que celebró la llegada de Milei empieza a expresar inquietudes sobre la sustentabilidad del modelo, toda vez que ven que se va agotando el ciclo de saqueo y fuga, mientras los sectores medios que votaron "anticorrupción" se encuentran empobrecidos y traicionados.

El gobierno enfrenta un escenario financiero que reedita los patrones estructurales que llevaron al colapso de la convertibilidad menemista. La sostenibilidad del esquema cambiario actual depende de un flujo de divisas que requiere profundizar el modelo extractivo y la desindustrialización además de una sobredeterminación subordinada a los Estados Unidos y sus apetitos. Las reservas del Banco Central, ese mismo que Milei proponía prender fuego, son las que intervienen el mercado para  mantener artificialmente una estabilidad cambiaria que demanda recursos crecientes como un monstruo insaciable para beneficiar a los exportadores y especuladores que saquean y fugan.

Esta situación replica exponencialmente las contradicciones internas del proyecto neoliberal de los noventa: la estabilidad nominal se sostiene a costa de desmantelar la estructura productiva nacional y el consumo de los argentinos. Los índices exitosos de la macro son el síntome del genocidio social que están perpetrando. Se replica el auge y caída del menemismo pero de manera acelerada.  La diferencia radica en que Milei carece del contexto internacional favorable con la restauración neocons que tuvo Menem, mientras éste está enfrentando un mundo multipolar donde los márgenes de maniobra para las economías dependientes se han reducido sustancialmente ante el redespliegue imperialista en sus dominios.

El riesgo de una crisis financiera abierta se potencia por la propia radicalidad del proyecto mileísta. Mientras Menem dosificó las privatizaciones y mantuvo ciertos amortiguadores sociales, Milei procede a una demolición acelerada del Estado que genera dolores sociales y tensiones políticas que precipitan el colapso del esquema.

 

Los Sectores en Pugna: Fragmentación de la Coalición Dominante

La crisis de legitimidad del mileísmo no proviene de la resistencia popular.

La profundidad de la crisis no se agrava porque la oposición no tiene reflejos ni capacidad.

La defraudación de la promesa democrática expresada en el “que se vayan todos” del 2001 vuelve a arder en la memoria de las viejas generaciones y a emerger en las nuevas generaciones con una enajenación de la política formal que de seguro estará expresada en los guarismos de votos positivos de las inminentes elecciones. Pero esa misma enajenación y defraudación, ante la falta de perspectivas y salida política colectiva fagocitan la posibilidad de un reflejo social ante el ataque antinacional que se viene operando.

Esto no  quita que haya pequeños núcleos de resistencia que son sobreexpuestos y sobre reprimidos con costos mínimos de parte del gobierno.

La fractura interna del bloque dominante se manifiesta entre quienes apuestan al saqueo especulativo (Galperin -unicornios) y quienes entienden que cierta capacidad estatal es necesaria para la acumulación capitalista a largo plazo (Galuccio-energía). La crisis del mileísmo radica en su incapacidad para articular estas contradicciones, generando inestabilidad que termina perjudicando incluso a sus propios beneficiarios

Los gobernadores provinciales constituyen otro foco de tensión creciente. El uso del presupuesto como mecanismo de extorsión política para aprobar la agenda libertaria genera resistencias que empezaron a cristalizar en una oposición más sistemática ante la proximidad de las elecciones de medio término. Las relaciones subordinadas de los gobernadores con las empresas del saqueo, (mineras, petroleras, agroexportadoras) los colocan en posición de manejos de información privilegiada en cuanto a prospectivas a futuro, vale decir, saben que ya los saqueadores están sacándole el apoyo a Milei. .

El propio sistema mediático, que fue fundamental en la construcción de la candidatura mileísta, comienza a mostrar fisuras con el gobierno. Salvo un pequeño puñado de mercenarios del discurso, las líneas editoriales de los grandes medios fueron unívocas en condenar, exponer y echar a andar un dispositivo de horadación del gobierno que pide retornos. Estos expresa el hartazgo y el juego de un sector del bloque dominante con asiento local. Agravado por la persecución desaforada a periodistas críticos como instrumento de disciplinamiento que generan tensiones con sectores mediáticos que demandan predictibilidad y respeto a las reglas del juego.

El poder judicial ha demostrado en más de una oportunidad no estar articulando gobernabilidad con Mileì sino estar coordinando eventuales putchs con Macri.

Un gesto de pretensión represiva que se reproduce semanalmente frente a apenas unos cientos de adultos mayores y acompañantes parece ser la única reacción posible de un gobierno en nocout. Esta represión no es reactiva sino fundamentalmente preventiva. Se trata de anticipar y neutralizar las protestas sociales que inevitablemente generará la profundización del ajuste. La criminalización de la protesta social opera como mecanismo de disuasión para sectores que podrían sumarse a la resistencia ante el agravamiento de las condiciones sociales.

El mileísmo enfrenta contradicciones estructurales que tornan inviable su proyecto a mediano plazo. La promesa de "quebrar al Estado" choca con las necesidades de gobernabilidad de una sociedad compleja. La destrucción de mediaciones institucionales genera vacíos de poder que no pueden ser llenados por "el mercado", precipitando más tarde o más temprano crisis de gobernabilidad.

La enajenada radicalización ideológica del presidente le genera costos políticos crecientes. Sus diatribas contra organismos internacionales, sus posiciones antifeministas, su pretencioso exitismo de un país en ruinas, su genuflexión sobreactuada al sionismo y a los socios perdedores del trumpismo, lo aíslan progresivamente en el concierto internacional, limitando las posibilidades de obtener apoyo externo para sostener el modelo.

La propia base social del mileísmo muestra signos de erosión. Los sectores medios empobrecidos que apostaron al "cambio" se encuentran con una realidad de ajuste brutal que contradice las promesas electorales. El aumento de la pobreza del 41,7% al 52,9% golpea directamente a sectores que fueron claves en el triunfo electoral de 2023.

 

El horizonte de crisis: entre el colapso y la profundización autoritaria

El escenario que se perfila para los próximos meses combina crisis económica financiera, crisis política y crisis de legitimidad en un coctel explosiva. La presión del endeudamiento y los vencimientos financieros de las burbujas o bombas que fue sembrando y la fragmentación de la coalición dominante configuran un cuadro de inestabilidad sistémica. Esto apuro y alienta reflejos de reacción social que no se veían antes que producen escenas donde deben huir de lugares antes repudios populares virulentos. Perdieron la agenda, perdieron la calle…el quid es que nadie ocupa esa vacancia en el corto plazo.

Ante esta situación, el gobierno puede optar por dos caminos: la moderación táctica que le permita renegociar consensos, o la profundización autoritaria que busque neutralizar las resistencias. Los antecedentes históricos del neoliberalismo en América Latina sugieren que la segunda opción es más probable, especialmente considerando la radicalización ideológica del núcleo dirigente mileísta.

Las elecciones de medio término de octubre de 2025 se perfilan como un momento decisivo. Una derrota electoral significativa podría precipitar la crisis terminal del proyecto, mientras que un resultado favorable sería un cambio de aire para un luchador en tempo de nockout. Un capítulo previo será el domingo 7 de setiembre con las elecciones bonaerenses, principal plaza electoral de la Argentina. Lo cierto es que debe señalarse la responsabilidad de la oposición que por curiosos e insondables motivos presente en octubre una propuesta electoral  muy poco seductora impotente de revertir el gran ausentismo y repudio a toda la política.

Suceda lo que suceda en cuanto a resultados eso no estará hablando de una voluntad nacional. La crisis de legitimidad y de poder es por arriba y se resuelva por arriba por ahora.

La experiencia histórica enseña que los proyectos entreguistas no caen solos: requieren la construcción de alternativas políticas que canalicen el descontento social hacia propuestas transformadoras. Esto implica superar los formatos de la política formal que ha deplorado ya nuestro pueblo y articular un programa que combine soberanía política, independencia económica y justicia social.

La crisis terminal del mileísmo abre oportunidades pero también genera peligros. La posibilidad de un colapso desordenado que abra paso a formas más brutales de dominación o más racionales, (en cualquiera de los dos casos se trataría de una nueva tragedia)  debe ser conjurada mediante el planteamiento de una estrategia de poder popular que pueda disputar la dirección del proceso político nacional.

 

Reflexiones Finales: La Hora de la Definición Nacional

La crisis del mileísmo no es solo la crisis de un gobierno sino la crisis de un modelo de país. La Argentina se encuentra ante una definición estratégica que trasciende las alternativas electorales inmediatas: o avanza hacia formas más profundas de colonización neoliberal, o construye las condiciones para un proyecto nacional que ponga los intereses del pueblo por encima de los dictados del capital financiero internacional.

En este contexto, la corrupción del gobierno opera como catalizador de procesos políticos más amplios. Desnuda las contradicciones del proyecto libertario y acelera su crisis de legitimidad, pero también genera las condiciones para que sectores dominantes busquen alternativas de recambio que mantengan la esencia del modelo bajo formas más "presentables".

La tarea histórica de las fuerzas populares consiste en no permitir que la crisis del mileísmo sea resuelta desde arriba mediante un simple recambio de figuras que mantenga intacto el carácter dependiente y antipopular del modelo económico y político.

 

 

 

Fernando Esteche

Fernando Esteche es dirigente del Encuentro Patriótico. Doctor en Comunicación Social (FPyCS-UNLP). Director de PIA Global. 

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