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La razón idiota


22 de febrero de 2025

Argentina entra en preparativos para terminar de naturalizar que la democracia puede funcionar con un presidente que, atorado de idiotez, intenta materializar un fraude, justificarlo y celebrarlo. Una oposición que decide fingir demencia frente al saqueo de nuestra Patria y discutir el vergonzoso espectáculo que ofrece la razón idiota del primer mandatario. “No existe ningún punto de partida, si no se sabe bien a dónde ir”.

Fernando Gomez

 

El 19 de abril de 1995 McArthur Wheeler, un muchachón de unos 43 años, ingresó a un banco en Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos. Se paró a cara descubierta frente a una de las cámaras de videovigilancia, apuntó al cajero ubicado delante de esta y le exigió la entrega del dinero que estaba en su poder. Minutos después, repitió la misma acción en otro banco de la misma localidad. Logró darse a la fuga y regresó a su hogar con impune tranquilidad.

Luego de revisar las filmaciones, la policía local identificó a Wheeler, se dirigó hasta su domicilio y procedió a detenerlo. Al momento del ingreso de los policías exclamó: “Pero cómo llegaron hasta mí, sí me eché jugo de limón”. En efecto, McArthur se había embadurnado la cara con jugo de limón, dado que había recibido la información y así, estaba convencido, de que esa acción lo hacía invisible a las cámaras.

Lo extravagante de la noticia facilitó que el caso llegara a conocimiento del psicólogo de la Universidad de Cornell, el profesor David Dunning que, junto a su colega Justin Kruger, comenzaron a realizar una serie de experimentos sobre sus propios alumnos, logrando establecer que “las personas más incompetentes son las que tienden a considerarse más inteligentes y preparadas”.

Luego de décadas de aquella investigación, y con el auge de las redes sociales, el “efecto Dunning-Kruger” fue receptado por distintas corrientes que profundizaron la investigación y ubican bajo esa denominación al “sesgo cognitivo a través del cual las personas de capacidades limitadas tienden a sobreestimar sus capacidades, no reconocer su propia incompetencia y subestimar la capacidad ajena”.

El 14 de febrero Javier Milei promocionó una estafa por redes sociales. Convocó a la compra de una “memecoin” bajo el ropaje de ser un proyecto para financiar emprendimientos productivos. El intento defraudatorio fue tan vulgar que la reacción del séquito de cuentas anónimas que agitan la figura de Milei en redes sociales argumentaban que su cuenta había sido hackeada.

Una semana después de la estúpida acción defraudatoria del presidente, el personaje en cuestión ha confirmado y reconofirmado hasta el cansancio que es un idiota. Que su rol en la dinámica de los acontecimientos políticos es pauperizar el debate político, ubicarlo como centro de atención para el entretenimiento de la vida institucional de una democracia enferma de liberalismo y servir como mascarada para el saqueo de nuestro país.

Milei, a quien le fueron dictadas excusas contradictorias en la medida que avanzaba el escándalo, exhibió ignorancia supina en temas de los que cree ser experto y ratificó -una vez más- considerar imbéciles a todas las personas que no habiten su sesgo de confirmación del mágico mundo que funciona en su trastornada imaginación.

Rodeado de un entrevero de subnormales y asaltantes de la cosa pública que aceleran sus negocios porque saben que el experimento puede durar muy poco, el presidente anduvo toda la semana sin comprender la criminalidad de sus actos, empeorando su situación ante cada aparición pública y exhibiendo estar convencido de habitar una realidad inexistente.

Y mientras todo eso ocurre, alguien redactó el decreto que transforma el Banco Nación y la empresa Radio y Televisión en Sociedades Anónimas, como paso previo a su privatización. Caputo dilapida dólares del Fondo de Garantías de Sustentabilidad de la Anses para sostener un dólar barato y la cotización de los bonos, para evitar un derrumbe escandaloso de los mercados ante la estafa presidencial. Todo con el objetivo de proteger los indicadores económicos en una semana clave para destrabar dólares del nuevo ciclo de endeudamiento externo con el que se pretende financiar la toma de ganancias de las empresas extranjeras y consolidar los balances del saqueo de este tiempo.

Dos factores están marcando el ritmo de la dinámica política de Argentina. Por un lado, los grupos económicos extranjeros que explotan la riqueza de nuestro país para satisfacción de los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos, han acelerado la captura de los resortes ejecutivos del Estado hasta su efectivo secuestro en manos de sus gerentes, abogados y técnicos especializados.

Decretos, resoluciones y desregulaciones de facto han autorizado un salvajismo de mercado que se produce más allá del conocimiento de la autoridad del presidente, quien además carece de una fuerza política preocupada por el devenir de estos acontecimientos. Las decisiones administrativas se toman en estudios jurídicos u oficinas de gerencias técnicas de grandes empresas, los técnicos del Estado que le dan apariencia institucional, también tributan en las mismas terminales.

La clase política, por cobardía, ignorancia u holgazanería, está perdiendo el único atributo que conservaba: ser intermediarios entre los grupos económicos y la gobernanza del país. Un poco para atemperar las pretensiones y no dejar a nuestro pueblo sumergido en la miseria, otro poco para hacer negocios vinculados a la intermediación que ofrecían. El secuestro del Estado como exabrupto de una democracia que no podría reconocerse en ningún paper institucional que intente explicarla.

El segundo factor está marcado por la razón idiota que colonizó el debate político. Si era preocupante que el presidente fuera un imbécil, aún más preocupante es que un año después, el sistema político haya naturalizado que sentado en el sillón presidencial se encuentre una persona con alteraciones mentales evidentes.

Que se finja sorpresa ante cada imbecilidad que diga el presidente, que se finja conmoción ante cada exabrupto que lance en redes sociales o que se atoren de moralina ante cada transgresión ética de quien carece de la racionalidad suficiente para comprender la dinámica del sentido común.

La clase política eligió señalar al idiota ante cada idiotez, como excusa para no discutir la profundización del saqueo al que están sometiendo a nuestra Patria.

 

Juicio político, o la idea que se cae y te rompe un pie

Alguien, alguna vez, quizás con el ánimo de lograr enfatizar una certeza, le adjudicó a Sigmund Freud la siguiente frase: “No existe ningún punto de partida, si no se sabe bien a dónde ir”. Podría acompañar un pote de aloe vera o las recomendaciones de alguien que ofrece hacer constelaciones familiares en Tiktok, pero lo cierto es que la cita ayuda a interpelar a la dirigencia política que, en nombre del peronismo, intenta rellenar el tiempo que consideran “muerto” y transcurre entre elección y elección.

Apenas Milei posteó la evidente estafa cripto, las voces opositoras aprovecharon la oportunidad para ver si el escándalo que los invadía, lograba extenderse más allá de su frontera de influencia.

Y cuando el escándalo parecía superar la frontera de la escasa porción social informada de los quehaceres políticos en esta democracia vaciada de mayorías, la dirigencia se paró delante del escándalo y se llevó la pelota para adentro del Congreso a fracasar con un juicio político o intentos de comisiones investigadores, como si los palacios no estuvieran tapizados de personajes que por una pila ínfima de billetes son capaces de fingir la más absoluta demencia.

El extravío ideológico de la dirigencia del movimiento nacional, que celebra la desertificación política de su militancia, es tan grande que mide el escándalo de la criptoestafa leyendo a los fabricantes de encuestas que trabajan para ellos, celebrando si los mercados caen, si el riesgo país crece y si el FBI activa investigaciones y la justicia de Estados Unidos le da bola a sus fuerzas federales.

Acorde a las alarmas que observa para medir un escándalo, piensa en la salida política para este atolladero. Como si sacar a Milei fuera el punto de partida de una certeza, un rumbo, un destino de país distinto al que se consuma mientras el idiota hace idioteces. Y sí, es cierto, su salida es condición indispensable para construir un proyecto político viable para nuestra Patria. Pero no tener un presidente que no le haga de asistente a Elon Musk en una cumbre de trastornados, no necesariamente se traduce en el nacimiento de una voluntad liberadora.

 

¿No es tiempo de poner en debate la Patria hacia la que necesitamos transitar?

Cuando Mauricio Macri consumó el ciclo de dolarización de carteras y fuga de capitales con el préstamo solicitado al FMI, en el peronismo parecía habitar la necesidad de recuperar el gobierno y desconocer la legalidad y legitimidad de ese préstamo.

Las elecciones se hicieron, el gobierno se recuperó y se hizo todo lo contrario a lo que parecía ser una convicción latente. Y cuando gobernamos, las agroexportadoras siguieron siendo empresas extranjeras que pujan por un dólar caro, devaluaciones más o menos sistémicas, que sobrefacturan importaciones, subfacturan exportaciones y exigen eliminación de restricciones cambiarias para consolidar ganancias en dólares en el extranjero.

¿Y si cuando ganamos las elecciones el sueño húmedo de la clase política es hacer un gasoducto y un oleoducto hasta un puerto para exportar energía a otras latitudes? ¿Y si las empresas que cartelizan el negocio energético de nuestro país exportan gas a Chile 400% más caro de lo que luego lo importan del mismo país, que además no lo produce?

¿Y si no discutimos hacia dónde vamos y Elsztain consolida su posición hegemónica en la producción de oro de nuestro país, que tiene dos de las 25 minas de oro más grande del mundo, ambas en manos extranjeras, mientras las reservas consolidadas en oro del país están en garantía de un banco extranjero?

¿Y si mientras discutimos al idiota, además, no ponemos en claro que el destino de nuestro país tiene más futuro si el río Paraná no es un coto de caza de empresas multinacionales que subliman sus negocios con los cárteles del narcotráfico más grandes del mundo? ¿Y si asumimos que no nacionalizar el comercio exterior importa dinamizar sectores de la industria que se han desmantelado en décadas y construimos una flota naval que transporte nuestros bienes?

Saber a dónde ir debiera ser un punto de partida para el Movimiento Nacional, o al menos a donde no ir. Para enamorar a alguien más que aquellos que sueñan con ocupar una banca o, de mínima, que el que ocupa una banca, me banque el contrato.

En apenas una semana, mientras Milei encontraba una excusa más idiota que la anterior para justificar su fraude, Elsztain terminó de quedarse con las acciones mayoritarias de su segundo emprendimiento minero de oro en San Juan. El gigante crypto Theter, dueña de la criptomoneda USDT, que registró aún mas ganancias que BlackRock en el 2023, hizo una oferta agresiva para quedarse con la mayoría de Adecoagro, empresa agropexportadora que produce alimentos para el mercado interno y el mayor latifundista extranjero con tierras argentinas.

Con mayor resonancia, el Banco Nación y Radio y Televisión fueron convertidas en sociedades anónimas para facilitar su privatización y extranjerización.

En Santa Cruz empujan a YPF afuera de los campos maduros de petróleo convencional para que la compañía de Eurnekián y otras extranjeras se queden con el negocio en declino.

Cada una de estas noticias, es mucho más grave que la estafa cripto, pero el escándalo detrás de su consumación pondría en riesgo el negocio extranjero que se apropia de nuestra riqueza. Y aunque resulte incómodo asumirlo, ese es el fundamento del sistema democrático efectivamente vigente.

Indispensable es la incomodidad, pues allí reside el pecado original de la debacle ideológica que se arroga alternativizar con ésta razón idiota que experimenta con la Argentina.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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