Fidel: llegó carta de Perón
16 de agosto de 2025
En un aniversario más del natalicio de Fidel Castro, indagamos sobre qué pensaba Juan Domingo Perón de su homólogo cubano.
Nos han acostumbrado a ver la historia de Nuestra América anteponiendo las peculiaridades nacionales por sobre las similitudes regionales. No desconozco las dificultades de establecer análisis comparativos dando cuenta al mismo tiempo de las particularidades al interior de cada país. Sin embargo, es innegable la existencia de trazos gruesos que estructuraron el devenir de toda la región.
Las guerras por la independencia se llevaron adelante como bloque bajo un mismo objetivo de ruptura del lazo colonial. San Martín, quien se presentaba como un hombre del “partido americano” entendió desde el principio que la unidad continental de los patriotas era el factor determinante para lograr la victoria. Es por eso que se abraza en Guayaquil con Simón Bolívar delegando el mando de sus tropas al mismo tiempo que se niega a ser el brazo armado del centralismo porteño contra los caudillos federales.
La creación de YPF durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen tiene su reflejo en las expropiaciones de Lázaro Cárdenas en México y en las subsiguientes políticas modernizadoras, proteccionistas, de planificación estatal e industrialismo, implementadas por Germán Bush en Bolivia, Juan Perón en Argentina, Juan Velasco Alvarado en Perú, Carlos Ibáñez en Chile y Getúlio Vargas en Brasil. Todos líderes emergentes de un único proceso popular que enfrentó desde el nacionalismo al imperialismo yanqui y europeo.
Este accionar sincrónico de Nuestra América vuelve a evidenciarse en el aliento que la Revolución Cubana significó para toda una generación militante que durante la segunda mitad del siglo XX luchó por el cambio social y la liberación nacional.
La praxis revolucionaria de Fidel Castro debe ser considerada la síntesis entre aquellas luchas por la independencia en el siglo XIX con las políticas emancipadoras del nacionalismo antimperialista del XX. La vía cubana al socialismo implicó el intento por desarrollar en Nuestra América un tercer momento emancipador que nos llevara a pensarnos en un horizonte común por fuera de los marcos de la explotación del capital.
Luego de haber experimentado la década unasuriana inaugurada por Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula da Silva, Evo Morales y, una vez más, la presencia gigante de Fidel, cumpliéndose un aniversario más de su natalicio acaecido el 13 de agosto de 1926, reproducimos a continuación una carta de Juan Domingo Perón que es por demás elocuente sobre lo que el líder argentino pensaba de su homólogo cubano.
Buenos Aires, 24 de febrero de 1974
Excelentísimo señor Primer Ministro, República de Cuba,
Comandante Fidel Castro
Estimado amigo:
Justamente hoy se cumplen 28 años del día en que asumí la primera magistratura del país, dando un paso en la evolución, con un movimiento revolucionario basado en la Justicia Social. Movimiento que perdurará en el tiempo y en el espacio, puesto que nuevamente, pese a mis años, estamos firmes resolviendo el futuro de nuestra Patria, buscando salvarla del desastre en que un desgobierno de dieciocho años la ha sumido.
Al frente de esta misión de amistad, les envío al amigo señor Gelbard, nuestro ministro de Economía, que tiene el encargo de darle un fuerte abrazo de mi parte, junto con mis saludos, y también testimoniar el profundo agrado que sentimos por la apertura práctica entre nuestros pueblos. En todas las clases de relaciones humanas, la verdadera fraternidad se demuestra no con palabras sino con hechos fehacientes. Nosotros, los justicialistas, tenemos un aforismo que dice: “Mejor que decir, es hacer; y mejor que prometer, es realizar”.
¡Cuba y Argentina lo están demostrando en la práctica!
Las revoluciones no pueden ser idénticas en todos los países, porque tampoco todos los países son iguales, ni todos los pueblos tienen la misma idiosincrasia.
Es preciso que cada uno actúe dentro de su soberanía con sus propios métodos.
Pero es indudable que la necesidad de una unidad latinoamericana, será la única posibilidad de libertad real para nuestro continente. A esa meta debemos concurrir todos de inmediato, para poder elevar nuestra voz con seguridad y respaldo en el seno de ese Tercer Mundo que garantizará nuestro desarrollo futuro y la libertad en lo económico, político y social.
Tanto usted, amigo Fidel, como yo, llevamos muchos años de permanente lucha revolucionaria. Ello otorga una experiencia invalorable que es preciso transmitir a la juventud, para evitarle atrasos que se pagan siempre con dolor y sangre, inútilmente. La pujanza viril de la vida joven, para rendir verdaderos frutos a la Patria, debe ir acompañada de la cuota de sabiduría que otorga la experiencia.
La responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros no es ya la de realizar la revolución que cada uno de nuestros ideales concibe como lo mejor para su pueblo, sino enseñar a nuestros descendientes a consolidarla. Para ello, tenemos dos caminos: tiempo o sangre.
Tiempo, sobra. La historia nos enseña cómo los excesos vuelven finalmente a su cauce habitual.
Sangre, falta. Puesto que somos un continente descapitalizado, que precisa su puesta en marcha por medio de la unidad fraternal, donde los intereses individuales sean considerados y respetados, cuando los mismos no afecten a la comunidad latinoamericana; y en ese desarrollo necesitaremos aumentar al máximo los habitantes en el continente.
En fin! Todo esto quiere decir que la tarea no se termina mientras uno viva.
Pero bien vale la pena vivir y morir por un ideal que trasciende a los pueblos.
El señor Gelbard le contará cómo marchan nuestras cosas, y confío en que todo marchará bien. Reciba un cordial saludo y mi afecto sincero.
¡Un gran abrazo!
Juan Domingo Perón