Estadounidenses, hartos del establishment demócrata-neocon, eligieron a Trump
09 de noviembre de 2024
Como sucediera en 2016 y 2020, las encuestas volvieron a equivocarse, desestimando el poder de Donald Trump, que pese a su racismo y misoginia genera confianza en una sociedad que padece la inflación y claramente no se rige por lo que dicen “influencers” como el New York Times o la cantante country Taylor Swift.
Trump regresa a la presidencia de Estados Unidos tras derrotar a la vicepresidenta Kamala Harris. Durante su campaña presidencial, Trump prometió que tomaría represalias contra sus críticos y llevaría a cabo la mayor deportación masiva de inmigrantes en la historia de Estados Unidos si ganaba las elecciones. Veremos.
La mayoría de los hombres jóvenes blancos hicieron clara su marcada predilección por Trump. Lo mismo ocurrió con la población negra y la de origen latino en marcado contraste con las preferencias en 2016 y 2020. Según NBC News, el republicano logró el apoyo del 45 por ciento de los votantes latinos a nivel nacional, en comparación con el 53 por ciento de Kamala Harris. En 2020 la repartición fue de 32 y 65 por ciento.
La comunidad latinoamericana fue clave para el triunfo de Trump, quien a diferencia de Kamala Harris, se mostró especialmente agresivo en materia de política migratoria y dejó varias polémicas, entre ellas el discurso de un cómico que en plena campaña describió a Puerto Rico como una «isla de basura flotante».
Obviamente, no había que subestimar al fenómeno Donald Trump. El hecho que haya ganado contra un conjunto de intereses extraordinariamente potente demuestra que la mayoría del pueblo estadounidense, creyera en Trump o no, está harta del «establishment» demócrata-neocon en su versión Hillary Clinton–Joe Biden- Kamala Harris.
Es lo que los analistas llaman la careta demagógica-politiquera de la parte más tóxica del «1%»: la de la «alta» especulación financiera, que no puede sobrellevar su crisis estructural sin periódicas, masivas acumulaciones por desposesión (la última siendo la del Covid). Desde Ecuador, reducido a «lavadora narco» hasta una Rusia cuyos recursos constituyen – desde hace más de tres décadas – la apuesta de una ruleta con altísima probabilidad de «MAD» (Mutually Assured Destruction, destrucción mutua asegurada).
El vuelco del electorado hacia la derecha populista implicaría incluso que, en la muy imperfecta democracia estadounidense –en la que la ciudadanía vota por electores que a su vez elegirán al presdiente–, Trump derrotó a Kamala Harris, incluso en el terreno del llamado voto popular, lo que representaría un hito, dado que tanto Trump como el republicano que lo antecedió en la presidencia, George W. Bush, llegaron a ella a pesar de haber obtenido menos votos ciudadanos que sus adversarios.
Antiguo crítico de Donald Trump, a quien comparara con Hitiler, el joven senador James David Vance ahora recoge ahora las fichas de su apuesta: un «arrepentimiento» a tiempo hizo que el candidato republicano lo eligiera como compañero de fórmula… y será vicepresidente.
¿Una tragedia anunciada?
La victoria de Trump es una tragedia anunciada, ya que son nulas las posibilidades de que un segundo gobierno suyo aporte mejoría a las mayorías y a los marginados a los que sumó gracias a su retórica beligerante y bravucona, que incluyeron estridentes amenazas hacia el resto del mundo, en especial contra México incluido.
«No debería sorprendernos demasiado que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él”, señaló Bernie Sanders, reelecto como senador por Vermont: «Mientras los líderes demócratas defienden el status quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tiene razón.»
«Mientras a los muy ricos les va fenomenalmente bien, el 60 por ciento de la población vive al día y hay más inequidad que nunca antes», añadió Sanders, tras resaltar que pese a la explosión tecnológica, muchos jóvenes tienen una peor condición de vida que la de sus padres» y advirtió que «la Inteligencia Artificial hará que esta situación sea peor.» También recordó que «seguimos enviando billones de dólares para el gobierno extremista de Netanyahu en su guerra contra el pueblo palestino» y subrayó «el desastre humanitario» por la desnutrición y el hambre de miles de niños.
Trump va a contar con un poder casi absoluto para cumplir con ese objetivo de “arreglar el país”. Además del poder ejecutivo, el presidente electo de Estados Unidos también va a gozar de una mayoría republicana en el Senado después de cuatro años de control de los demócratas: ya suman al menos 52 senadores de los 100 que conforman la Cámara Alta, pero pueden ser más.
Todo apunta a que esa mayoría absoluta se va a replicar en la Cámara de Representantes, donde el avance del escrutinio los pone cada vez más cerca de los 218 escaños que marcan la mayoría absoluta.
Sin duda se trató de un voto de castigo a la administración de Joe Biden –en el que Harris ha fungido de vicepresidenta– por defraudar las expectativas que la sociedad progresista. En el país más rico del mundo, la pobreza alcanza niveles escandalosos. Allí la globalidad neoliberal ha devastado las regiones industriales –como las de Wisconsin y Michigan, que en la elección anterior se inclinaron por Biden y esta vez se volcaron hacia el aspirante republicano–.
Un país en donde las desigualdades se han incrementado en forma sostenida en las décadas recientes, tanto con gobiernos republicanos como demócratas, y que la mayor parte de la riqueza generada en el país se ha quedado concentrada en un puñado de corporaciones.
Kamala Harris, careció del coraje requerido para distanciarse de Biden. No convenció a suficientes votantes, ni les dio explicaciones sustanciales y creíbles sobre cómo se diferenciaba y que políticas abandonaría. Los temas importantes -según opinaron en encuestas- se referían a la economía: “es la economía, estúpido”, como hizo notar Bill Clinton hace décadas.
Harris, que no supo separarse de Biden y de su apoyo al genocidio de palestinos en Gaza, enviará cientos de millones de dólares a Ucrania y a Israel, en dos guerras eternas que no afectan los intereses estadounidenses. A Kamala no sólo le faltó coraje: careció de olfato político. Pese a ser mujer, Harris no tocó el tema de su género contrariamente al relato habitual de Hillary Clinton en 2016 y sobreestimó la importancia de la población femenina que le otorga crucial importancia al derecho a abortar.
El expresdidente Barak Obama, que hizo campaña por Harris, no destinó en su presidencia recursos a los que se quedaron sin techo en 2008, no procesó ni encarceló a ningún banquero que se enriqueció con los subsidios que negó a los obreros, a los afrodescendientes y a los latinos, que no solo perdieron sus hogares, sino que se sentían y sienten amenazados por los 62 millones de inmigrantes o sus descendientes que habitan legal o ilegalmente en EEUU.
Muchos analistas –incluyendo los europeos- sostienen que las de 2024 son las elecciones estadounidenses más importantes desde 1860, ya que no sólo está en juego el futuro de la democracia en Estados Unidos, sino posiblemente el futuro del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las relaciones transatlánticas son el corazón de este orden y se vieron significativamente debilitadas durante la anterior presidencia de Trump. algo reforzadas bajo Biden, y ahora peligrosamente cerca de ser puestas a prueba nuevamente.
Derecho al aborto
En Estados Unidos, siete estados —Arizona, Colorado, Nevada, Montana, Maryland, Nueva York y Misuri— aprobaron medidas electorales históricas que consagran el derecho al aborto. En Misuri, la mayoría de los votantes respaldaron una medida que revocará una de las prohibiciones más estrictas del aborto que rigen en el país, la cual prohíbe el procedimiento incluso en casos de violación e incesto.
Misuri fue el primer estado en promulgar una prohibición del aborto después de que la Corte Suprema de Estados Unidos anulara el histórico fallo del caso “Roe contra Wade” de 1973, que garantizaba el derecho al aborto a nivel federal. En Arizona, los votantes aprobaron por abrumadora mayoría la Proposición 139, la cual establece el derecho fundamental al aborto y prohíbe a los funcionarios estatales determinar o impedir que se realice dicho procedimiento médico antes de las 24 semanas de embarazo.
Propuestas electorales similares fracasaron en los estados de Dakota del Sur, Nebraska y Florida, donde una medida que habría revocado la prohibición del aborto después de las seis semanas de gestación a nivel estatal obtuvo más del 57% de los votos, muy cerca del 60% necesario para su aprobación.
El discurso trumpiano ha prometido el regreso a un pasado mítico (inexistente en la realidad), de prosperidad, lo que le permitió ganar para su causa a importantes núcleos obreros y agrarios, e incluso a grandes filones de las comunidades negra y latina, que hasta hace ocho años votaban de manera abrumadora a favor de los demócratas.
La fabricación de enemigos y de amenazas por parte de Trump –la maniobra discursiva de depositar en chinos, mexicanos o europeos la responsabilidad de los problemas generados por la propia configuración de la sociedad, la institucionalidad y el poder político estadunidense– surtió efecto en una ciudadanía por demás desinformada.
Los estrategas de la campaña de Kamala Harris cometieron un error elemental: en un entorno polarizado apostó por ubicarse en la moderación de un centro político prácticamente extinto. Olvidó comprometerse con las mujeres, las minorías étnicas, las comunidades migrantes y los sectores depauperados del país. Con un discurso perimido, quiso erigirse en defensora de una democracia desacreditada, sin contenidos sociales.