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El derrumbe de la esperanza en el ascenso social


29 de marzo de 2025

“La narrativa rota del ascenso social. Un estudio sobre las expectativas de los jóvenes de barrios populares” es el informe que Daniel Hernández y Rodrigo Zarazaga desarrollaron desde la institución jesuíta Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y el centro de estudios y diseño FUNDAR. Te compartimos el informe en esta edición de infonativa.

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“Un impulso igualitario recorría como “música de fondo” el perfil sociológico de la Argentina (...) El convencimiento de que había un lugar para cada uno de los argentinos, y el derecho a acceder a él, se desarrolló (...) a partir de la intensa movilidad ascendente de principios del siglo pasado y de la irrupción de las masas en la vida social con el primer peronismo (...) El propósito de este estudio es preguntarse hasta qué punto esa narrativa sigue vigente, hasta qué punto los jóvenes de barrios populares perciben hoy esa “música de fondo”. Nuestra hipótesis es que las cadenas de transmisión de esa narrativa se han roto en la sociedad argentina, al menos para un amplio sector.”

Con esta motivación, el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y la fundación Fundar analiza las narrativas mediante las cuales los jóvenes de barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) expresan sus aspiraciones futuras a partir de sus experiencias personales.

El estudio nació como una preocupación tras un relevamiento llevado adelante en barrios populares en el año 2023, en el que una encuesta dirigida a madres de dichos barrios, exponían el anhelo del ascenso social contenido en la narrativa tradicional que más arriba se expone. Sin embargo, en las encuestas surgía con nitidez la angustia que gravita sobre la certeza de estar sobre una falsta expectativa.

“Sus madres no dejan de repetir el deseo de que sus hijos “sean alguien”. Ese “ser alguien” implica una trayectoria que enlaza lo recibido con un proyecto a futuro. En la narrativa tradicional, esta trayectoria consiste en terminar los estudios, conseguir un empleo y, finalmente, mantenerse por sí mismo y formar un hogar. El presente trabajo muestra que, a raíz de sus experiencias de socialización, en las que el hogar y la escuela ocupan un lugar preponderante, esa narrativa de movilidad social mantiene su vigencia sólo para una minoría de los jóvenes de los barrios populares, e incluso entre ellos persiste una gran incertidumbre sobre sus posibilidades de concretarla” sostienen en el informe conducido por Daniel Hernández y Rodrigo Zarazaga, quienes encaran sobre esa premisa  47 entrevistas en profundidad a jóvenes entre dieciséis y veinticuatro años, con el objetivo de captar sus experiencias y las narrativas que elaboran sobre sus vidas.

“La evidencia reunida nos muestra un fuerte debilitamiento de la narrativa tradicional entre los jóvenes de barrios populares. Como expondremos más adelante, el 40% de ellos sigue relatando su vida a partir de ella, sin embargo, expresan serias dudas sobre sus posibilidades de realizarla; en el medio, el 20% reduce sus aspiraciones al mínimo; y otro 40% las abandona (”yo ya no tengo futuro”) y vive instalado en el presente”, sostienen en el informe.

Entre el 40% de los que luchan por integrarse a la sociedad mediante sus esfuerzos en el estudio y el trabajo, encontramos jóvenes emprendedores que buscan desarrollar sus propios negocios”. Sin embargo, en el caso de los jóvenes de barrios populares, se trata de emprendimientos de subsistencia que se inician por el convencimiento de que no se cuenta con la red, los recursos, ni el apoyo para integrarse a través del empleo. Son jóvenes que se aventuran por este camino porque sienten “que están solos” y “sólo cuentan con ellos mismos para salir adelante”. Son emprendedores más por último recurso que por convencimiento de las bondades y oportunidades que brinda el mercado. 

“La erosión o el abandono de la narrativa tradicional encuentra su raíz en dos variables explicativas. Por un lado, la falta de oportunidades. Los jóvenes advierten que, a su alrededor, son pocos quienes han logrado las aspiraciones que tenían. Por otro lado, la falta de recursos para sostener la viabilidad de dicha narrativa. Las prácticas familiares, escolares y de sociabilidad, que deberían proporcionar los recursos para forjar sus aspiraciones, terminan limitándolas. Muchas familias están estalladas, muchas escuelas desbordadas, y muchos barrios populares están “ocupados por los transas” y cada vez más desconectados de la vida de la ciudad” sostienen.

 

Los jóvenes en sus propias palabras

Mi hijo, el doctor

“Si estudié, no soy un vago, ¿por qué estoy limpiando baños en un shopping?” (Gianluca, 22)

 

Ser alguien ya no es para todos

"Mi mamá nos decía que teníamos que estudiar para salir del barrio, formarnos, independizarnos, ser como… no ser mejor que nadie, pero ser alguien.”(Lucila, 18)

“Mi mamá quería que yo termine el secundario para poder ser alguien en la vida.”(Bruno, 19)

El que quiere, puede (si nació en el barrio correcto)

“Yo lloraba porque no entendía nada, (iba a la facultad) y no entendía. No me entraba en la cabeza. Sentía que los demás tenían otro aprendizaje y otras palabras que yo no tenía adquiridas. Me di cuenta de que no había aprendido todo lo que tenía que aprender para estar ahí.”(Soledad)

Soñar con los pies atados

“Deseo intensamente, algún día, tener un trabajo fijo para poder esperar la semana siguiente sin miedo a que se rompa todo.” (Micaela, 22)

“Para pensar un futuro, la condición es tener un lugar y un trabajo y eso todavía está muy lejos.” (Analía, 17)

Cuando el único futuro es el presente

“Yo ya tuve mi tiempo y no lo supe aprovechar. Futuro mío, ya no tengo. Mi futuro son mis hijos, el mío ya pasó.” (Bruno, 19)

“Acá es así, “vamos a robar… pum pum… vamos a robar” y caes preso. “Vamos a robar y pum pum”, caes muerto. Es así… No tenés otro camino acá.” (Brian, 18)

Mejor volvamos el tiempo atrás

“Me gustaría volver a ser chico. ¿Para qué crecí?” (Leandro, 19)

“Si mi familia me hubiera apoyado un poquito, si mi padre me dejaba tener alguna oportunidad en vez de pegarme… si me hubiera dejado la oportunidad de estudiar como a mis otros compañeros… yo hubiera terminado el secundario… y hoy habría sido otra persona.” (Matías, 23)

 

Conclusiones y ¿futuro?

“Si hubo un país en el que todos creían que podían ascender a través del esfuerzo en el estudio y el trabajo, hoy ese país se recorta sólo a ciertas zonas geográficas y clases sociales. Nuestro trabajo de campo muestra que la mayoría de los jóvenes de los barrios populares del AMBA tiene escasas o nulas expectativas de integrarse y alcanzar reconocimiento social. Se sienten más al margen que con posibilidades de ocupar un lugar en la sociedad a través de su esfuerzo en el estudio y el trabajo. Esto se debe a que la sociedad ya no les brinda las oportunidades de integración de antaño y a que sus experiencias de vida no les permiten sostener una narrativa tradicional de ascenso social. Un Estado ausente no ofrece el mínimo piso necesario para sustentar expectativas de integración y reconocimiento social” destacan en las conclusiones del informe.

Si el distintivo de la sociedad argentina con respecto al resto de América Latina fue su gran movilidad social, no es del todo sorprendente que hoy tendamos a negar su crisis. Como sociedad, nos cuesta ver a esos sectores que dejamos al margen de la trama urbana porque nos muestran que, al fin de cuentas, no somos tan singulares como creíamos. La ceguera sobre las áreas vulnerables en las que transcurre la vida de aquellos con pocas expectativas se convierte a menudo en negación de la igualdad del otro. Para algunos pareciera que invisibilizar es la solución al problema. No deja de llamar la atención que, ante cualquier hecho delictivo cometido por jóvenes en el AMBA, inmediatamente se proponga “mano dura”, la edificación de cárceles o la baja de la edad de la imputabilidad, mientras nada se dice sobre las posibilidades de integración y reconocimiento social que estamos ofreciendo a estos jóvenes

“Pareciera una sociedad que quiere combatir la diabetes, pero sólo fabrica y ofrece caramelos. Esto implica un desafío ineludible: la necesidad de recrear espacios de socialización que permitan reconstruir una red de vinculación y contención a la que estos jóvenes no están accediendo. Una pregunta interesante a seguir explorando es si la sorprendente desmovilización de los estratos más vulnerables en los primeros años del gobierno de Javier Milei, es, de alguna manera, consecuencia de la erosión de esas expectativas. Desde este punto de vista, la Argentina habría perdido otro de sus rasgos distintivos, porque una nueva generación nunca experimentó un Estado de bienestar y no cree que pueda esperar nada del Estado.”

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