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Boca, ojos y oídos


24 de junio de 2023

Reflexiones del sacerdote católico Eduardo de la Serna del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.

Eduardo de la Serna

Son harto conocidas las imágenes de los tres monos tapando con sus manos boca, ojos y oídos. El sentido resulta evidente, aunque siempre – como suele ocurrir con las imágenes y los símbolos – se pueden añadir nuevos.

También es sabido que se solía afirmar (entiendo que hoy esto se ha relativizado, pero no es a eso a lo que apunto) que los sentidos son cinco: olfato, vista, tacto, oído y gusto. Se refiere a los modos por lo que las personas recibimos información. Pero, curiosamente, en cierto modo, también aluden, tres de ellos, al oído, la boca y las orejas como las de los monos.

Me permito tomar estos dos elementos para una breve reflexión…

Quienes más de una vez hemos recibido, como partes de un todo, gases lacrimógenos sabemos como perforan los ojos y el olfato. Obviamente, el objetivo es hacer llorar. ¡Y vaya si lo logran! También es sabido que todo pueblo y cultura tiene sus olores (y hedores, al decir de Rodolfo Kusch), los olores de sus climas y flores, de sus comidas y fuegos.

Quienes hemos tenido la ocasión de viajar hemos podido sentir los fríos y calores de las regiones, pero también los ritmos y tambores, el calor de los hogares, y recuerdo a Marcela, conocida de Chile, sorda, que ama ir a bailar porque la atraviesan los ritmos, aunque no escuche las músicas.

En esos mismos viajes, también hemos podido saborear con mayor o menos placer o gusto comidas y bebidas, culturales muchas de ellas además de simple nutriente.

Y hemos podido ver paisajes. Paisajes que constituyen esas mismas culturas con sus pampas interminables, sus montañas imposibles, sus lagos que no acaban, sus arroyos y toda la belleza, de desiertos o selvas con su vida o su falta de ella.

Y hemos oído sus músicas, sus cantos, la entonación de sus palabras, y la voz cálida o firme, las palabras y sus metáforas. Los ruidos de las ciudades o el silencio de los paisajes, el baile de los ríos o el viento atravesando quebradas.

La vida se puede gozar o disfrutar, celebrar o, precisamente, ¡vivir! Pero, muchas veces, hay quienes buscan que no veamos, no escuchemos, no hablemos… Entusiastas discípulos de los “pacos” chilenos, luego repetidos por el ESMAD de Iván Duque, ahora resulta que la represión dispara a los ojos; para que nunca más veamos, o no queramos ver.

Con gas pimienta quieren combatir la irritación popular con sobredosis irritante.

Y, para más, la prensa “nacional” muestra A, y la sobremuestra, para que no veamos B, habla de A, nunca de B y no oímos nunca de B sino solo de A. Y de A deformada, por cierto.

Pocas cosas más parecidas, hoy, a los tres monitos que, al modo como nos trata la prensa hegemónica, a fin de que no veamos, no escuchemos y, por tanto, callemos. Con lo diferente que sería poder oír los gritos y los tiros, ver los piquetes y los aborígenes y empleados estatales reclamando, oler los recalentados de las ollas populares y de los gases, sentir el miedo y la rabia, gustar la amargura de la mentira y el desprecio… Ver, oír, oler, cantar pueblo, precisamente.

Es verdad que hay quienes prefieren no ver, no oír, no hablar. Desde “la otra vereda”, a esa preferencia, solemos calificarla de un modo no amable. Valga, simplemente, decir acá que somos muchos los que queremos hablar después de haber visto y oído. Ya inventarán, estos violentos, algún tipo de disparo a la lengua; por ahora, cegarán a algunos, pero, aunque haya de los “peores ciegos”, no impedirán que vea un pueblo que quiere ver, que oiga y que haga oír su voz. Y ojalá estos gritos ensordezcan a los “peores sordos”.

 

Eduardo de la Serna

Eduardo de la Serna es sacerdote católico, integrante del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres. 

 

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