Atrévete a desconectar: los desafÃos de la psicologÃa en la era digital
05 de julio de 2025
Gustavo DemartÃn docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes se pregunta qué significa ser sujeto en tiempos de redes sociales, algoritmos e IA.
En tiempos donde la hiperconectividad se volvió norma, la pregunta por la identidad -por aquello que denominamos “yo”- adquiere nuevas complejidades. ¿Qué significa ser sujeto en la era de las redes sociales, los algoritmos y la inteligencia artificial? ¿Cómo afecta este nuevo escenario a nuestra salud mental, nuestras relaciones y nuestras formas de comprendernos? A continuación, DemartÃn ensaya un recorrido para comprender la subjetividad contemporánea, a partir de los principales aportes filosóficos, psicológicos y tecnológicos que reconfiguraron la noción de sujeto desde la modernidad hasta nuestros dÃas. Un recorrido veloz por los autores y las autoras que iluminan nuestros dÃas.
Un sujeto fragmentado
Durante siglos, el pensamiento occidental sostuvo una imagen del sujeto como unidad indivisible, racional y autónoma. Esta concepción, de raÃz cartesiana, fue central para el liberalismo moderno y la noción de derechos individuales.
Sin embargo, el siglo XX marcó el inicio de su desmontaje. El psicoanálisis lacaniano introdujo un sujeto escindido, efecto del lenguaje más que portador de una esencia sustancial. A su vez, pensadores como Michel Foucault y Judith Butler mostraron que el yo es una construcción histórica, discursiva y performativa, atravesada por relaciones de poder y normas sociales.
Ya hacia fines de siglo, autores como Zygmunt Bauman hablaron de una “identidad lÃquida”, mientras que Slavoj ?i?ek y otros pensadores posmodernos profundizaron la idea de un yo fracturado y sostenido por ficciones ideológicas necesarias para habitar lo real.
Las nuevas tecnologÃas del yo
Las últimas décadas introdujeron una nueva mutación, con la emergencia de un sujeto digital y posthumano. Las redes sociales, los algoritmos y las tecnologÃas de autoexposición han transformado la subjetividad en un producto mediatizado y comercializable.
Shoshana Zuboff ha denominado este fenómeno capitalismo de la vigilancia, en el que nuestros datos, emociones y hábitos son recolectados, procesados y vendidos. Éric Sadin advierte sobre un yo hiperindividualizado y narcisista, autosometido a la lógica del mercado y el control. Desde una perspectiva crÃtica, Donna Haraway propone la figura del cyborg, un ser hÃbrido que diluye las fronteras entre lo humano y lo tecnológico.
Por su parte, el posthumanismo, con autoras como Rosi Braidotti, denuncia que el sujeto moderno fue históricamente blanco, masculino y autónomo, y propone en cambio una ética de la interdependencia, que reconozca vÃnculos con lo no humano, lo animal, lo artificial y lo ambiental.
La clÃnica también se transforma
Esta transformación no se limita al plano conceptual. Tiene efectos concretos sobre la salud psÃquica. El aumento de trastornos como la ansiedad, la depresión juvenil, el FOMO o la nomofobia, evidencia el impacto de una subjetividad exigida a performar constantemente en el espacio virtual.
Byung-Chul Han ha descripto este fenómeno como el paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad del rendimiento, en la cual el sujeto ya no es oprimido desde fuera, sino que se explota a sà mismo en nombre de la autenticidad y la libertad. El resultado, lejos de una emancipación, es un incremento del cansancio psÃquico y el malestar subjetivo.
En este contexto, la clÃnica psicológica también se transforma. Surgen nuevas modalidades terapéuticas: psicoterapia online, intervenciones por chat o incluso mediadas por inteligencia artificial. Estas prácticas no solo cambian el dispositivo clÃnico tradicional, sino también las formas de construir la relación terapéutica y el rol del terapeuta.
Una prótesis del alma
Pensar la subjetividad hoy exige un abordaje complejo, que evite tanto la nostalgia por el sujeto moderno como el entusiasmo acrÃtico por las tecnologÃas. En la interfase entre cuerpos, máquinas y discursos se juega un nuevo modo de ser-en-el-mundo, que transforma nuestras capacidades cognitivas, afectivas y sociales.
Siguiendo a autores como Bruno Latour, se propone pensar en redes de agencia hÃbridas, donde humanos y dispositivos tecnológicos co-constituyen la experiencia. AsÃ, el yo digital ya no es una máscara, sino una extensión encarnada: una especie de prótesis del alma, que reorganiza la atención, la memoria y la forma de vincularnos con los otros.
En este umbral, más que asistir al ocaso del sujeto, tal vez estemos ante un proceso de transición radical. Comprenderlo implica un esfuerzo interdisciplinario sostenido entre la filosofÃa, la psicologÃa, las ciencias sociales y las tecnologÃas emergentes.
Desconectar, en este contexto, no significa rechazar lo digital, sino tomarse el tiempo para pensar cómo y desde dónde habitamos esta nueva forma de subjetividad.