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Urnas, militancia y desafíos


18 de noviembre de 2023

Y mañana se vota nomás. En medio del recuerdo del día de la militancia peronista, por el 17 de noviembre de 1972, día en el que Perón volvió a su Patria y en las vísperas de la celebración de nuestra soberanía. Una historia demasiado rica para una democracia que suda pobreza. Mañana se vota para enterrar las pesadillas que nos ofrece Milei. Y después el futuro. Un futuro que demanda militancia.

Fernando Gomez

Mañana se vota. Una elección enclavada entre un 17 de noviembre en el que la militancia peronista celebra su día y un 20 de noviembre en que la soberanía nacional espera ser reivindicada en la memoria histórica de aquella resistencia a las potencias extranjeras en Vuelta de Obligado. Una historia demasiado rica para tan pobre presente.

En las urnas se dirime el futuro Presidente de una democracia que precisa volver a construir legitimidad social en un pueblo que cada día le encuentra pocas virtudes, y todas relacionadas con un pasado que le va quedando lejos a generaciones que consumen presente por pulsión de época.

En las urnas se mostrará la condensación de un tiempo de importante misiadura para las mayorías populares, de desapego con las representaciones políticas, de olor a sangre del antiperonismo vetusto, de acartonamiento de un peronismo que se aferró a la estética antes que a la ética y la oportunidad, antes que a las convicciones. Se condensa la chatura en el debate político, la desertificación ideológica y las acciones desencontradas de los discursos.

Semejante condensación de peligros, explican el temor a la tempestad.

El 19 de noviembre hay que derrotar a Milei para evitar el naufragio de un tiempo histórico, pero no despeja las inclemencias que transformaron a un personaje extravagante y debilitado en sus funciones, en un candidato potable para una democracia que factura 40 pirulos de desencuentros.

Votar a Massa, sin romantizarlo, sin inventar una propuesta que no existe, sin atrevernos a llenarlo de la promesa de un camino que jamás transitará, es el modo en que encontramos algunos para enterrar las pesadillas que nos ofrece la alianza entre el antiperonismo añejado y el mágico mundo de una generación que virtualizó las consecuencias de la mayoría de sus actos y piensa que allí quedará atrapada la fantasía de la explosión social que promete Milei.

Y después el futuro. Nada más. Y nada menos.

Un futuro que convoca a la militancia a encontrarle las respuestas políticas necesarias para que aquella Patria que seguimos soñando grande, y esa pulsión de felicidad que sigue habitando los anhelos de un Pueblo que sufre, vuelvan a ser destino por recorrer.

 

Recuerdos que mienten un poco

El 17 de noviembre de 1972 Perón volvió a su Patria. Perón no volvió cuando se le cantaron las pelotas. Perón volvió después de 18 años de exilio, tiempo en el cual se alternaron dictaduras feroces con falsas democracias restringidas por la proscripción, que intentaron suprimir al peronismo de la historia a través de actos criminales contra su militancia y una política económica alineada a los intereses de las potencias extranjeras y el puñado de familias que se creen dueñas de la Argentina.

Perón volvió al país porque la militancia recuperó para el peronismo su sentido épico, su programa prepotente contra los verdugos del pueblo, su mística sublevada al paroxismo de ofrendar la propia vida para realizar los sueños colectivos.

Perón volvió por la militancia peronista.

Aquella que logró sintetizar años de resistencia rescatando de las cenizas del olvido a los obreros y militares que pagaron con su vida en un basural o en un paredón la reivindicación de la lealtad y las convicciones.

Aquella que sintetizó la experiencia histórica de una resistencia que había protagonizado la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, que llenó de puebladas y huelgas cada rincón de la Patria, la misma que puso en riesgo los propios sindicatos ante la ofensiva del enemigo, antes que poner en cuestionamiento las banderas históricas de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política por la que tantas y tantos compatriotas habían ofrendado su vida.

El peronismo no irrumpió en la historia para sobrevivir. Nació para vivir, y realizarse. Nació para ofrecerle a los condenados de nuestra tierra la oportunidad de ser felices, para ofrecerle a nuestra Patria, un destino de grandeza.

Perón volvió cuando su militancia logró recuperar el peronismo como proyecto plagado de sueños y esperanzas. Cuando el peronismo volvió a resignificarse como el hecho maldito del país burgués, cuando la organización desplazó al libre pensamiento de los dirigentes sin gente. Cuando la épica eclipsó al pragmatismo de los administradores de la miseria colectiva y de su riqueza personal. Cuando la heroicidad desnudó la cobardía de los que eligieron perder las convicciones para abrazar su libertad, antes de perder la libertad, por abrazar sus convicciones.

Perón volvió cuando la militancia volvió a transformarse en protagonista de su propia historia. Cuando cristalizó que el peronismo no es propiedad de los fariseos que ven en la persecución de un liderazgo popular, la oportunidad para probarse el disfraz de una conducción solo reconocida por el propio enemigo. Cuando desnudó a los mercaderes que son hábiles en analizar la eficacia de la oligarquía y las debilidades de sus compañeros y concluían en la necesidad de parecerse a sus verdugos antes que perder sus privilegios. Cuando la militancia recuperó sus banderas históricas para volver a levantarlas y dejar en evidencia a los que sólo la alzaban para esconder sus agachadas.

El 17 de noviembre de 1972 Perón regresó a su Patria por el sacrificio, las convicciones y la lealtad de su militancia. Y también por Perón, porque sólo en las sienes afiebradas de los analistas de escritorio, y en la rufianería de los oportunistas, cabe la peregrina idea que los liderazgos populares son el producto de un alquimia electoralera y no de la genuina representación nacional y popular, transformada en acción política.

 

Qué importa el después

El domingo se vota y el resultado -sin lugar a dudas- condicionará el devenir de una democracia a la que un trastornado como Milei le cuenta las costillas. La incertidumbre que rodea el resultado, marca un conjunto de debilidades que atraviesa el cuerpo político, institucional y representativo del peronismo. Sin esa debilidad, el circo de subnormales que nuclean las filas opositoras, hubiera estado condenado a repetir un resultado como aquel materializado en el 2011, donde el antiperonismo evidenció que carece de legitmidad popular cuando los proyectos políticos van sembrando conquistas en el devenir de su tiempo histórico.

Pero el lunes mismo, cuando nuestra soberanía nacional esté sacudiendo la memoria de aquella heróica defensa de nuestra Patria en Vuelta de Obligado, será tarea de la militancia clavar talón en tierra, analizar el escenario político que nos encontraremos a la luz del resultado.

La construcción de una línea política, es un ejercicio que requiere mayor esfuerzo que un simple discurso de ocasión que intenta ser condescendiente con la expectativa de una mágica reconstrucción de un proyecto político sobre las consecuencias de la acción de una dirigencia que expresa más desencuentros con el sentido del peronismo que reivindicación de sus banderas históricas. Trazar una estrategia no es el acierto propio de la oportunidad o el resultado de la desesperación táctica de mimetizarse con una coyuntura que exalta el límite de lo posible.

Reivindicar el sentido propio de la militancia, es ratificar el camino de construir mayores niveles de organización política. Y una organización política, reivindica su sentido, en la medida que encuentra su rol y aporte específico para fortalecer la organización del campo popular. El desafío de una línea política es intentar la construcción de certezas, aún en terreno de incertidumbres y facilitar alguna luz, en tiempos sombríos.

A este lugar de la historia se llegó como consecuencia de haber abandonado premisas militantes que en forma indispensable necesitamos recuperar para seguir construyendo la Patria que soñamos.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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