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Amasar las palabras y la historia: el 17 de octubre


19 de octubre de 2024

Compartimos la columna editorial de La Raíz del Grito, programa radial que se emite los miércoles de 21 a 22 horas por el Sistema Integrado de Radios de la Universidad Nacional de Entre Ríos. A continuación, el texto y el fragmento del audio, para escuchar cuando y donde quieras.

Julian Froidevaux

 

Estos párrafos de Scalabrini Ortiz pasaron a la historia junto con el acontecimiento que relata. Acontecimiento que alumbró aquel 17 de octubre como la bisagra política y cultural de la historia argentina.

En la raíz del grito revisitamos aquel texto extraordinario de Scalabrini para poner en común algunos otros enunciados que forman parte de él pero no suelen ser incluidos en el fragmento que se comparte por estos días.

Y casi a modo de juego y un poco con la intención o la ilusión, de amasar las palabras y la historia misma, voy a leer algunos de esos párrafos y renglones de forma suelta y te invitamos a que los inscribas en el telón de fondo de estos días, de esta coyuntura, este presente, y por qué no, con los sentires y palpitaciones para poder pasar estas palabras por el cuerpo.

Arranca Scalabrini, diciendo:

“Ya todo parecía perdido y aniquilado”

“Los hombres siguen a los hombres, no a las ideas. Las ideas sin encarnación corporal humana son entelequias que pueden disciplinar a los filósofos, pero no a los pueblos.”

La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los resquicios de la vida argentina.

Y repite, una vez más, escribe Scalabrini: “Todo parecía perdido y terminado.

El pueblo permanecía quieto en una resignación sin brío, muy semejante a una agonía.

Pasaban los días y la inacción aletargada y sin sobresaltos parecía justificar a los escépticos de siempre. El desaliento, húmedo y rastrero caía sobre nosotros como un ahogo de pesadilla.

Los incrédulos se jactaban de su acierto .Ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde estaba destinada al fracaso, porque nuestro pueblo era de suyo cicatero, desagradecido y rutinario.

La inconmovible confianza en las fuerzas espirituales del pueblo de mi tierra que me había sostenido en todo el transcurso de mi vida, se disgregaba ante el rudo empellón de la realidad.

Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945.

Y ahí arranca el fragmento que siempre vuelve cada 17: “El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina…”

Pero no termina ahí. Raúl Sacalbrini Ortiz puso en palabras ese tramo de la historia y es buena rescatarlas:

Dice que:  El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que ése es el anticipo de la inundación.

Era el subsuelo de la patria sublevado

¡Y sigue! “Era el substrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin recatos y sin disimulos.  Era el  de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.

traduciendo en la firme línea de su voz conjunta su voluntad de grandeza, entrelazando en una sola aspiración simplificada la multivariedad de aspiraciones individuales, o consumiendo en la misma llama los cansancios y los desalientos personales, el espíritu de la tierra se erguía vibrando sobre la plaza de nuestras libertades, pleno en la confirmación de su existencia.

El nombre del coronel Perón era el conjuro que había realizado el milagro. Contra todos los consejos de la inteligencia y de la experiencia, al margen de los caminos trillados de la política, el coronel Perón había sembrado una convicción directa en la masa del pueblo.

Fue indispensable que el coronel Perón cayera para que se estableciera el mutuo intercambio de confianza.

Ahora el milagro estaba cumplido.

La sustancia del pueblo argentino, su quintaesencia de rudimentarismo estaba allí presente, afirmando su derecho a implantar para sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu desnudo de tradiciones, de orgullos sanguíneos, de vanidades sociales, familiares o intelectuales. Estaba allí, desnudo y solo como la chispa de un suspiro.

Creer, he allí toda la magia de la vida.

Atreverse a erigir en creencias los sentimientos arraigados en cada uno por mucho que contraríen la rutina de creencias extintas, he allí todo el arte de la vida.

Más que pesquisar similitudes minuciosas por el engorroso camino del razonamiento, he preferido transferir una suma de emociones que verifican la identidad histórica con más certeza que un rígido silogismo.

Aquellas muchedumbres que salvaron a Perón del cautiverio y que al día siguiente paralizaron el país en su homenaje (…) son las mismas multitudes argentinas armadas de un poderoso instinto de orientación política e histórica que desde 1810 obran inspiradas por los más nobles ideales cuando confían en el conductor que las guía (...)

Julian Froidevaux

Julián Froidevaux, trabajador estatal, librero, periodista y peronista. 
Radicado en Gualeguaychú.

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