Rodolfo Walsh y la Revolución Palestina
12 de octubre de 2024
En el marco del genocidio llevado adelante por el Estado de Israel sobre el pueblo palestino, y donde lamentablemente el gobierno de Milei se subordina a los dictados de la OTAN, recordamos el viaje realizado por Rodolfo Walsh, militante peronista-montonero, como miembro del Diario Noticias a Palestina, en junio de 1974. De las notas periodÃsticas surgidas de aquel viaje, Walsh escribe y publica “La Revolución Palestina”. Algunos aportes y reflexiones del presente.
Se calcula que en la Argentina hay entre 3,5 y 4 millones de compatriotas que tienen sus orígenes ancestrales en Medio Oriente, en el mundo árabe. Obviamente, luego de varias generaciones, como lo han hecho otras tantas comunidades de inmigrantes se han mestizado tanto culturalmente como en la conformación de sus grupos familiares y afectivos. Nuestro país, también cuenta con una comunidad de confesión judía, que, aunque en términos numéricos inferior a la anterior, es también importante en su inserción y contribución a nuestra Nación. En términos objetivos, el país ha contado desde su conformación con fuertes mecanismos de integración y “argentinización” de quienes abrevan a estas tierras buscando construir un futuro. La educación pública y laica, la libertad religiosa y, en su momento, la conscripción militar fueron -entre otras- matrices en donde el ciudadano argentino se moldeaba a pesar de sus plurales proveniencias.
Con este escenario de fondo y manteniendo una coherencia geopolítica conocida como Tercera Posición, en la cual al Estado no le interesa enrolarse en las conflagraciones bélicas de otras latitudes, pero sí brindar su solidaridad a la hora de resolver los conflictos, es que Juan Perón reconoce tempranamente al Estado israelí en 1949 y Cristina Fernández hace lo propio con el palestino en 2010. Mal que les pese a algunos difamadores del peronismo al señalarlo como antisemita. Es que, justamente, en dos de sus gobiernos se establecen las relaciones con pueblos de ascendencia histórica semita. Los vínculos de Argentina con Medio Oriente son claros y de larga data.
Haciendo estas señalizaciones y en el marco de la actual escalada genocida llevada adelante por el Estado de Israel sobre el pueblo palestino, y donde lamentablemente el gobierno de Milei se subordina a los dictados de la OTAN, es que queremos rememorar el viaje realizado por Rodolfo Walsh, militante peronista-montonero como miembro del Diario Noticias a Palestina, en junio de 1974. De las notas periodísticas surgidas de aquel viaje, Walsh escribe y publica “La Revolución Palestina”.
De aquel trabajo de Walsh ya pasaron cincuenta años. Sin embargo, tienen una palpable vigencia porque los crímenes del sionismo siguen en proceso, porque su andamiaje de mentiras, ocultamientos y propaganda sigue operando con la anuencia de las cadenas de noticias occidentales y, sobre todo, porque la voluntad de lucha del pueblo palestino en lograr su liberación sigue más fuerte que nunca.
Walsh siempre entendió al periodismo como una herramienta al servicio de las conciencias revolucionarias, como una herramienta de dilucidación y entendimiento de la coyuntura en la cual estamos inmersos. Si algo está claro en la Argentina y el resto del mundo, es que los monopolios informativos al servicio de los intereses capitalistas buscan bombardear nuestras conciencias y retinas en todo momento con el objetivo de confundir, adoctrinar y subordinar mentes y corazones. La acción militante de Walsh, como expresión de una generación revolucionaria, desbordó las fronteras nacionales para solidarizarse con el pueblo palestino que lucha contra el mismo enemigo imperialista al que el peronismo supo ponerle el cuerpo. Si en algún momento de nuestra historia la contradicción principal se supo expresar en clave antimperialista con “Braden o Perón”, los palestinos también lo hicieron con “Arafat o Ben-Gurión”. Al fin y al cabo, en ambos casos, el dinero y las armas anglosajonas sustentaron al opresor.
“—¿Cómo te llamás?
—Zaki.
—¿Qué edad tenés?
—Siete.
—¿Vive tu padre?
—Murió.
—¿Qué era tu padre?
—Fedaí.
—¿Qué vas a ser cuando seas grande?
—Fedaí.”
Entrevistando a un niño palestino, Walsh abre magistralmente su obra no solo mostrando lo trágico de una guerra que deja huérfanos a quienes deberían estar disfrutando de los años de infancia, sino dando cuenta de la férrea voluntad de un pueblo que ha entendido a los golpes, que la lucha trasciende temporalidades y generaciones. “¿Qué era tu padre?/ Fedaí./¿Qué vas a ser cuando seas grande?/Fedaí”. En Palestina, la voluntad de vencer es la misma que la que han demostrado otros pueblos al enfrentarse al imperialismo poderoso. Vietnam, Cuba, Argelia, Nicaragua, China, son algunos ejemplos, como así también lo son los pueblos de África que hoy pelean contra las rémoras del colonialismo francés. “No hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos” (Evita).
“En el principio fue…”
Bajo este título de apartado, Walsh devela los mitos donde se sustenta la propaganda sionista a la hora de inventar credenciales de supuesta propiedad sobre las tierras palestinas. “Hace casi 2700 años el reino de Israel fue abatido por los asirios. Hace 2560 años el reino de Judá fue liquidado por los babilonios, y en el año 70 de nuestra era los romanos arrasaron Jerusalén. Estos son los precedentes históricos del Estado de Israel, sus títulos de propiedad sobre Palestina”. Bajo esos auspicios el Sha de Irán, los griegos, el papado romano o los templarios, podrían estar haciendo el mismo reclamo. “Historiadores ingleses afirman que en el siglo XVI vivían en Palestina menos de 4.000 judíos, en el siglo XVIII 5.000 y, a mediados del siglo pasado, 10.000. Es recién a fines de ese siglo cuando algunos judíos empiezan a plantearse el retorno masivo, y cuando ese retorno asume una forma política y una ideología: el sionismo. ¿Por qué?”
Porque Walsh, siguiendo el razonamiento del polaco Abraham León, plantea que el relato sionista se basa en una mitología milenaria sin sustento argumental-científico, pero que en verdad es producto de la última fase del capitalismo y conformación de los estados modernos en Occidentales. O, si se quiere, Israel es el último estado nacional construido por la burguesía europea por fuera de su territorio continental.
En tal sentido, el vínculo entre la estrategia diseñada por Teodoro Herzl como cabeza de la Organización Mundial Sionista y el accionar militar de conquista de Ben-Gurión, se puede encontrar fácilmente en la diplomacia británica, la banca Rotschild y la complicidad de las potencias imperialistas al momento del reparto de sus influencias en la Conferencia de Yalta.
Globalización capitalista y sionismo
Tal vez podríamos colocar al 2007/2008 como un momento bisagra en la cual la crisis financiera y de deudas privadas se acelera en pasos agigantados deviniendo en enfrentamientos más agudos entre las potencias por lograr la hegemonía en la reconfiguración de los esquemas económicos globales. La naturaleza del capital es cosmopolita, pero para expandirse más allá de las fronteras nacionales que vieron su origen necesita de la intervención del Estado. Está tan imbricado el capital con el Estado burgués que no se puede hoy desentrañar cual sería el accionar individual de cada uno, ambos son las caras de una misma moneda, aunque se los quiera presentar como escindidos.
El capitalismo solo puede globalizarse a través del Estado. Y ante esta realidad, quedará como pregunta en el aire para otras intervenciones, si es factible lo que piensan algunos teóricos, por derechas e izquierdas, de que la humanidad se encamina en forma inexorable a un tipo de organización supranacional. Por ahora no hay vistas de que esto se logre y, por el contrario, la confrontación entre bloques económicos y diferentes vectores, concepciones e intereses geopolíticas al interior de los mismos, mostraría que aun la confrontación a nivel mundial se da entre estados nacionales y fracciones de capital cruzadas, es decir, en un campo de acción fragmentado.
Si lo antedicho es cierto, la guerra actual en Palestina, y no solo ahí, sino en Ucrania, deben ser vistas como signos de repetición de la acumulación originaria por enajenación que se dio en los orígenes del expansionismo occidental capitalista. La guerra de conquista en donde no solo se disputa el control de recursos, espacios de tráfico económico, sino también el control sobre las fuerzas productivas territoriales, constituye en sí la destrucción de un viejo orden de cosas y ayuda a constituir uno nuevo. No hay poder constituyente de un nuevo orden sin guerra (sean entre estados o entre clases), sin un proceso de acumulación que permita el salto de lo viejo a lo nuevo. Pero la novedad de nuestro siglo, como señalara oportunamente Fidel Castro, es la capacidad destructiva en donde el poder militar como sustento de la expansión capitalista puede llevar a toda la humanidad, a todas las especies vivientes del planeta, a su extinción.
Pero volviendo a Palestina, hoy como ayer, los estados occidentales simpatizan por Israel no solo porque reconocen en su accionar su deseo de control colonial, elemento constitutivo de la acumulación, sino porque todo estado occidental a su interior posee sus propios palestinos que debe exterminar o confinar a un régimen de apartheid. O acaso, que son sino, el disciplinamiento de la fuerza de trabajo bajo las políticas de ajuste neoliberal que condenan a la miseria y a la sobreexplotación a millones de seres humanos, la persecución o el confinamiento de los migrantes en verdaderos guetos modernos y villas miseria, o el genocidio silencioso perpetrado sobre viejos e infantes al obturar su acceso a políticas de salud, educación y previsión social. Ya se ha visto el accionar de Occidente acaparando la producción de dosis de vacunas en plena pandemia del covid y sus recomendaciones por aumentar la edad jubilatoria, ambas actitudes reñidas con las ideas humanistas que alguna vez sostuvo profesar. ¿Acaso podemos esperar otra cosa, otra actitud, por parte de Israel y sus aliados occidentales, en su despliegue militar sobre los territorios ocupados de Palestina y Líbano? Si alguna vez la praxis del nazismo en Europa fue su tragedia civilizatoria, hoy Israel nos ofrece una farsa de la misma como mueca siniestra de la otrora víctima vuelto victimario. En Palestina, Occidente-Israel, ensayan una forma de exterminio y disciplinamiento no solo de Medio Oriente, sino de todo el Sur global.
La práctica genocida de Israel pone de manifiesto hasta donde está dispuesto llegar Occidente en su expansión imperialista y en la construcción de una hegemonía global aplastante. Y, a diferencia de lo que algunos analistas sostienen que en los centros mundiales del poder se opera sobre mecanismos propagandísticos y de manipulación de la opinión pública, yo creo que allá, en el Norte imperial, el conjunto de la población en términos porcentuales, acompaña la conquista y el genocidio porque en ellos se ha sustentado su bienestar y supremacismo civilizatorio. O, en todo caso, si son acompañantes inconscientes, poco importa, son nuestros enemigos igual. Occidente ya no cuenta con nada que ofrecerle al resto de la humanidad para su realización, sino todo lo contrario. Mientras más desconectados estemos, mejor nos irá.
Volviendo a Walsh
La pluma de Walsh devela el pasado oculto tras el velo de fundamentalismo mítico sionista y su propaganda política. Palestina no era una tierra sin pueblo al momento de la penetración judeoeuropea, sino el asiento ancestral de miles de personas que hunden sus raíces culturales en siglos y siglos de haber enterrado a sus antepasados, cultivado sus valles, levantado ciudades y rezado a sus dioses.
“—¿Usted de dónde es?
—Soy de Jaffa.
—¿Y dónde vive?
—Yo vivo en una carpa.
Y usted, ¿de dónde es?
—Soy de Bulgaria.
—¿Y dónde vive?
—Vivo en Jaffa.
(Arlette Tessier. Diálogo en Gaza)”
Walsh muestra que no es en la historia milenaria donde el relato del Estado de Israel se construye, sino en la conjunción de intereses británico-sionistas hacia fines del siglo XIX en donde el incipiente movimiento sionista comienza a promover la idea de “retorno” masivo a Palestina. “La contradicción fue resuelta a través de la ideología –el sionismo– y la ideología se alimentó en el mito bíblico y en la simulación de que Palestina estaba deshabitada”. El sustento político al mito tendrá su expresión en la en la Declaración de Balfour (1917) en donde el Foreing Office explicita su apoyo a las “aspiraciones Judías Sionistas” de Lord Rotschild. Al Estado de Israel lo sueña el húngaro Herlzl, lo planifica el británico Rotschild, lo ejecuta el polaco Ben-Gurión, lo usufructúan miles de europeos trasplantados y lo sufren millones de seres humanos de Palestina y el mundo árabe. “Fachada de hogar nacional” denomina Walsh a la Resolución de la ONU que en 1947 presiona para la creación del Estado de Israel fuera del mapa europeo, no casualmente Palestina de ese entonces estaba bajo mandato británico.
El “método terrorista”
La investigación de Walsh da cuenta de que el núcleo del futuro ejército israelí lo conformaron 27.000 hombres que habían integrado las tropas británicas, al cual se le sumaran en forma oficial o en acción coordinada hombres provenientes de organizaciones terroristas sionistas. Desde su propio origen, las fuerzas armadas combinadas entre el ejército de línea israelí y las organizaciones terroristas, fue el aniquilamiento de poblaciones enteras, éxodo forzado de poblaciones y demolición de toda infraestructura o vestigio de urbanidad previa a la colonización judía.
“Deir Yassin era una pequeña aldea árabe situada cinco kilómetros al oeste de Jerusalén. No tenía importancia estratégica alguna y sus habitantes permanecían al margen de la conflagración. En la mañana del 9 de abril, 200 efectivos del Irgun y la Banda Stern entraron a sangre y fuego casa por casa, masacrando a 254 hombres, mujeres y niños, saquearon, violaron, mutilaron cadáveres y los arrojaron a una fosa común […] Todas las fuerzas judías penetraron en Haifa como un cuchillo entra en la manteca. Los árabes escapaban aterrados gritando Deir Yassin. Haifa era la segunda ciudad de Palestina. En una semana su población se redujo de 60.000 a 9.000”. Y toda esta limpieza étnica ocurrió ante la vista de las tropas británicas en tranquila retirada.
Los pueblos siempre resisten
A Walsh también le interesó señalar que los pueblos, su militancia organizada, resisten y libran batallas bajo cualquier correlación de fuerzas si su objetivo real y profundo es la liberación de su patria. En todo caso, sea en proceso de resistencia o avance, la militancia deberá darse una política correcta en cada etapa que le permita acumular las fuerzas máximas en cada una de las mismas.
El primer triunfo significativo del MNLP fue en la batalla de Al Karameh (1968), marcando un punto de inflexión en las conciencias palestinas, siendo este un factor de elevación moral para miles de jóvenes que desearon sumarse a la lucha. En este punto, Walsh encuentra puentes y similitudes entre el accionar político-militar de la OLP con la organización peronista Montoneros, donde él militaba entonces.
Estas similitudes de prácticas, es lo que permitió a Walsh entender y justificar los métodos de la Resistencia en Palestina señalando el carácter del enfrentamiento ante una fuerza de ocupación enemiga: “se ha perdido de vista la verdad: el palestino despojado de su patria se ha convertido en agresor, la víctima en verdugo” y se pregunta “¿De quién es el terror?”
La relectura de “La Revolución Palestina” de Rodolfo Walsh se hace necesaria para todo aquel que desee realmente entender el conflicto palestino-israelí, sobre todo ante tanta catarata de mala información de los medios de comunicación y propaganda sionista vuelta sentido común por brutos propios y ajenos. Y, sobre todo, para aquellos que seguimos levantando desde el peronismo la concepción de la Tercera Posición.
Simplemente para terminar esta pequeña reseña y excurso de reflexión, transcribiré la parte final de esta obra de Walsh donde se clarifica la esencia metodológica de la resistencia palestina, a la cual no solo comprendemos, sino que justificamos:
“El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad. El terrorismo israelí se propuso dominar un pueblo, condenarlo a la miseria y al exilio. En la más razonable de sus represalias, aparece ese pecado original”.
El sionismo no es sólo el enemigo de los árabes, es el enemigo de toda la humanidad (Fatah)