Panic Show a plena luz del dÃa
16 de diciembre de 2023
Y finalmente arrancó el experimento Milei. Asumió su presidencia frente a una plaza casi vacÃa, lo que demuestra la fortaleza del cariño que despierta su figura en sus propios votantes y demoró poco en evidenciar que el gobierno se encuentra alejado de sus promesas de campaña, su conjunto de ideas expuestas en campaña y que sólo amenaza con un futuro de miseria planificada para el conjunto de los que pisan este suelo.
Te di mi corazón y lo perdiste
Me lastimaste cuando me mentiste
(el pájaro vio el cielo y se voló)
Los auténticos decadentes
Asumió Javier Milei. Un soleado domingo 10 de diciembre, a media mañana, el tercer dÃa de un fin de semana largo y con la promesa de dirigir su discurso inaugural de mandato a una multitud que habrÃa de reunirse en la Plaza de los dos Congresos.
Asà se dispuso el operativo. Pantallas gigantes sobre la calle Virrey Cevallos, que divide la Plaza de los dos Congresos, a la esperan de cientos de miles de personas que habrÃan de acompañar en la asunción presidencial a quien promete un “cambio de era” en nuestro paÃs.
Las expectativas colisionaron con la realidad, como un camión que se estampa de frente contra un muro de hormigon. Un puñado de personas se agolparon frente a la valla del Congreso, 10 mil, 20 mil, 25 mil como muy generoso conteo de asistentes, en el que se entreveraban turistas que aprovechan una economÃa devaluada y curiosos que observaban el paso de granaderos en medio de una despoblada asunción presidencial.
Es cierto, las fuerzas a Milei le vienen del cielo -según dice-, pero sin lugar a duda, la presencia de humanos en el aspecto terrenal quizás le hubiera permitido sortear la innegable imagen de debilidad en clave de representación polÃtica que arrojó la asunción presidencial.
No se trata de medir la calle como herramienta de imposición polÃtica. De hecho, enormes movilizaciones surcaron las calles frente a las narices del gobierno de Alberto Fernández y no modificaron un ápice la inercia que lo depositó en el altar del desprecio popular. Sin embargo, en el medio de una crisis de representatividad polÃtica brutal que vive nuestro paÃs, y con una democracia que exhibe sÃntomas de anemia importante, la falta de pueblo en la asunción de Milei, permite contrastar el apoyo en las urnas con la encarnadura de la adhesión polÃtica que genera.
A Javier Milei en la Ciudad de Buenos Aires lo votaron 370.000 personas, más de un millón de personas en el conurbano bonaerense. En el balotaje, muchos más, pero asumamos como absolutamente propios los votos de las elecciones generales.
De ese millón y medio de votos que estaban a -cuanto mucho- 20 km de la Plaza de los dos Congresos, apenas 20 mil decidieron dejar su media mañana de lado para acompañar en una soleada jornada la asunción de un Presidente que consideró la elección que lo transformó en primer mandatario, como el evento mas importante en términos mundiales desde la caÃda del muro de Berlin.
Sin lugar a dudas, la postal de la asunción de Milei, marca con nitidez la intensidad de la adhesión polÃtica con la que cuenta el nuevo Presidente entre sus propios votantes. Cuánto de cariño acompañaba el voto, cuánto de voluntad tienen sus votantes en superar la adhesión virtual y transformarla en apoyo presencial en la calle.
Las fuerzas se quedaron en el cielo, qué lindo el cielo. Y abajo, en el Congreso, sólo quedó un olor a debilidad que espanta.
Es determinante poder analizar el grado de convicción con el que los votantes empujaron a Milei a la presidencia, dado que a lo largo de su pobre discurso de asunción, parecÃa muy convencido que tenÃa un mandato irreductible de nuestro pueblo para llevar adelante un ajuste feroz sobre el bolsillo de la mayorÃa de nuestros compatriotas y condenarlos a largos años de miseria para consolidar la libertad económica de los dueños de todas las cosas.
Retazos de un desgobierno
El experimento Milei empezó a ser conducido en Estados Unidos cuando se reunió con Jake Sullivan, lo narrábamos en nuestra anterior editorial. Se ve reflejado en un gabinete que entrevera radicales negados por los radicales, autoridades del PRO, macristas, massistas, menemistas de saldo con olor a rancio, cordobeses dispuestos al desvalije de la cosa pública y una profesora de Reiki con un megaministerio que no sabe cómo funciona.
Un entrevero de acartonada “unidad nacional” que exhibe gobernabilidad prestada. Un cotolengo que destila debilidad.
Alberto Fernández ya inauguró el tiempo de la raquÃtica democracia en el que se puede ser Presidente y no conducir el gobierno, Milei amenaza con profundizar ese ciclo.
Al menos, si uno se detiene en la ideologÃa expuesta en sus tiempos de panelista y candidato; o bien repara en las promesas de campaña de “La Libertad Avanza” u observa su núcleo primario de adhesión polÃtica, podrá notar que las decisiones polÃticas y económicas tomadas en la primera semana de gobierno, no nacieron del afiebrado laberinto mental de Javier Milei, ni de su troupe de gente rota que lo acompaña.
A ese cuadro de ministros prestados y ensamblados “made in USA”, se le suma una minorÃa legislativa atada con alfileres que mostró su último desorden con el mini cimbronazo que le provocó Victoria Villarruel a Javier Milei en el Senado de la Nación, allà donde designó a una persona contra la voluntad del Presidente.
¿Y del programa económico? Bueno, ahà las recetas de siempre, en manos de los de siempre y para beneficio de los de siempre. Todo lo que Javier Milei venÃa a combatir.
Saqueo, ajuste y olor a naftalina
En 1990 un economista inglés de apellido Williamson publicó un artÃculo llamado “El Consenso de Washington” que exhibÃa los planes de Estados Unidos con los organismos multilaterales de crédito de superar los planes del FMI de la década del 50 y reformatear la economÃa mundial para ponerla en clave de subordinación de los intereses geopolÃticos yanquis en uso de su nueva hegemonÃa.
Tal y como explica en su nota Alejandro Marcó del Pont “Los diez mandamientos del Consenso planteaban: 1) disciplina fiscal; 2) racionalización y reorientación del gasto público; 3) reforma tributaria; 4) liberalización financiera; 5) tipos de cambio unificados y competitivos; 6) liberalización del comercio; 7) promoción de la inversión extranjera directa; 8) privatización de las empresas estatales; 9) desregulación amplia de los mercados; 10) garantÃas a los derechos de propiedad.”
Alejandro remata diciendo “Si uno no supiera que el artÃculo es de los noventa, se creerÃa que son las polÃticas actuales diseñas por el nuevo gobierno argentino, pero no, estas serÃan el Consenso de Washington II o el regreso. Si la primera parte dejó el desastre que dejó, no hablemos de las segundas partes, que nunca fueron buenas”.
Los anuncios de Toto Caputo destilan olor a naftalina. Un ajuste feroz, clásico, viejo, sin atender a las cuestiones polÃticas y sin importarle un comino la gobernabilidad de un presidente que parece de prestado.
La devaluación del peso en un 118% aproximado, sin aumento de retenciones cuando se está en plena cosecha de trigo y con la soja y el maÃz con las inversiones hechas, apenas provoca una brutal transferencia de recursos desde el bolsillo de todos los argentinos al selecto grupo de las corporaciones agroexportadoras que saquean la Argentina desde hace décadas.
Congelamiento de la obra pública, de transferencias a las provincias, aumentos miserables y atrasados a los más humildes y la amenaza de reformas estructurales que sólo agraven la situación por los próximos meses, resulta un guachazo insostenible para cualquier gobierno, aún en pleno romance de la primer semana de asumido.
El vocero presidencial Manuel Adorni sostuvo hoy (por el viernes) que nos encontrábamos en plena hiperinflación. Unos minutos después, el Presidente rodeado de gente que se filma a sà misma, dijo que estaba luchando contra la hiperinflación mientras sorteaba un sueldo, mostraba la banda presidencial y esperaba ansioso que le terminen los caniles para sus perros en la quinta de olivos.
En medio de una hiperinflación brutal, apuestan apenas a contener las consecuencias sociales exhibiendo números abultados de gasto público para que mastique mierda un conjunto de oyentes con capacidades debilitadas para comprender la dimensión de la economÃa básica, y echando la culpa al gobierno anterior, como si no fuera el latiguillo remanido de los últimos diez años del paÃs.
En el medio de todo este desaguisado, y aprovechando el loteo de poder en el desgobierno de Javier Milei, Patricia Bullrich se lanza al autobombo de la publicidad de un nuevo protocolo antipiquete. Parecido al que no pudo aplicar en el 2016, lanzado el mismo dÃa en que un conjunto de organizaciones populares cortaba el Puente Pueyrredon y 40 rutas en todo el pais para reclamar por la libertad de Milagro Sala.
Sufrimiento y represión son las ofertas con las que el gobierno intenta legitimar el saqueo económico que auguran, el ajuste que comenzaron a aplicar y la miseria planificada que intentan imponer en lo que dure el experimento.
Al menos hasta que se entere Javier Milei que ya asumió como Presidente.