Nadie se salva solo: un paÃs sin ciencia, tampoco
31 de mayo de 2025
Una protesta masiva inundó la explanada del Polo CientÃfico Tecnológico. Cientos de personas que trabajan en institutos cientÃficos y universidades de todo el paÃs se manifestaron con trajes y máscaras en alusión a El Eternauta. “Una nieve tóxica está destruyendo la ciencia argentina”, fue el lema convocante. La protesta también se llevó a cabo en las distintas provincias y buscó visibilizar la situación crÃtica del sistema cientÃfico nacional. Nunca en democracia la inversión en el sector fue tan baja
Eran cientos los eternautas que iban saliendo de sus laboratorios e institutos, atravesando una ciudad que los miraba con cierto estupor. No todo el mundo parece percibir la toxicidad del ambiente. El punto de encuentro era el Polo CientÃfico Tecnológico en el barrio de Palermo. La consigna era clara: protagonizar un reclamo de tintes cinematográficos para problemas bien reales. “El cientificidio no es ciencia ficción, es una decisión polÃtica”, rezaban algunos carteles. “La nevada mortal hoy es el desfinanciamiento”, decÃan otros. “Donde pasa la motosierra no crece nada”, algunos más. Son muchos carteles y muchas máscaras y muchos trajes aislantes. Es una procesión distópica: los ciencianautas salieron a denunciar el vaciamiento que el gobierno nacional le viene aplicando a la ciencia argentina.
Con una explanada colmada, el acto comenzó poco después de las 13.00. “Es el inicio de la resistencia”, anunciaron desde el micrófono. El clima no dejaba de ser festivo. Movilizarse con otros por lo que vale la pena, aunque esté en riesgo, nunca deja de generar cierta alegrÃa. Tal vez, de eso se trate la resistencia: nadie se salva solo. La ficción de Oesterheld, ahora adaptada a la pantalla, reinstaló la épica del héroe colectivo, pero también cotidiano. Y asà como nadie se salva solo, nadie investiga solo, nadie piensa solo, nadie crea, construye ni emprende solo. El Eternauta calza bien con la ocasión.
Vendrán el himno nacional, la música en vivo –una batucada, un bandoneonista, unas coplas– la serie de oradores y la lectura de un documento. El sector cientÃfico está movilizado y no es para menos. Los números de la motosierra son letales. Según informan desde la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y TecnologÃa (RAICYT), a cargo de la convocatoria, nunca en democracia la inversión en ciencia y tecnologÃa fue tan baja. Es aún menor que en 2002 y se acerca a la aplicada por la última dictadura militar. A su vez, desde el inicio del gobierno de Javier Milei en diciembre de 2023, la ciencia nacional perdió 4148 profesionales.
Más allá de la urgencia del ajuste y los magros salarios, una de las mayores preocupaciones es la fuga de cerebros: jóvenes cientÃficos formados en universidades públicas que emigran y no vuelven. Belén, de 21 años y estudiante de FÃsica en Exactas UBA, manifiesta que asistió para “defender el espacio cientÃfico del paÃs”. “Me gustarÃa trabajar acá y ser investigadora”, dice. Y continúa: “Pienso en los investigadores, muchos son mis profesores y los valoro un montón y es muy triste que cobren salarios de miseria, queremos que sigan trabajando en la facultad, en una universidad pública, porque si la facultad no puede seguir funcionando como hasta ahora, mis compañeros y yo no sé qué harÃamos, es la oportunidad que tenemos”.
Facundo, de la misma edad y compañero de Belén, manifiesta que la investigación básica es muy importante para cualquier paÃs. “Hay quienes dicen que hoy en dÃa no es tan importante para un paÃs en desarrollo, pero para mà es al revés, lo que saca adelante a un paÃs es la investigación y el desarrollo tecnológico”, expresa. Por su parte, Milagros, un año mayor, dice estar presente como una muestra de apoyo: “Veo dÃa a dÃa la situación de mis profesores, lo capaces que son y la cantidad de gente increÃble que hay en la facultad y la situación se siente”.
Nazarena tiene 19 años y con cartel en mano afirma que no podÃa quedarse de brazos cruzados en su casa mientras sus docentes estaban peleando por su futuro. Es estudiante de biologÃa y se muestra angustiada por su situación: “Me parece injusto, porque el laburo que hacen es súper honesto y hace crecer al paÃs”. Y expresa sobre ese futuro: “Quiero hacer ciencia en el paÃs y para mi paÃs. El trabajo cientÃfico es el que nos garantiza industria y desarrollo tecnológico”.
En la manifestación se cruzan las diversas disciplinas, desde la matemática y la fÃsica hasta la quÃmica, la arqueologÃa, la medicina, la historia, la sociologÃa, la climatologÃa, la computación, entre muchas más. También personal de los distintos institutos y universidades, y profesionales que aportan sus conocimientos en otros sectores, como la salud. Es el caso de los residentes del Hospital Garrahan. “Somos médicos que continuamos nuestra formación haciendo una residencia y reclamamos una recomposición salarial. La situación de los médicos de planta también es precaria, hay gente muy especializada que da la vida por el hospital y termina yéndose. Se rompen equipos de trabajo y la cadena de traspaso de conocimiento. El hospital va a dejar de funcionar como lo hacÃa”, comenta Constanza, de 29 años, residente de segundo año de pediatrÃa. Y concluye: “La relación con el campo cientÃfico es total. Lo que la ciencia y el CONICET le dan a la medicina no tiene nombre”.
La ciencia funciona
El documento que se leyó hacia el final resume la serie de eventos que están destruyendo a un sector que siempre se adjudicó la hazaña de alcanzar grandes logros con pocos recursos. El cierre de las carreras de investigador cientÃfico y personal de apoyo del CONICET, la interrupción desde diciembre de 2023 de las designaciones de personas que ya habÃan sido seleccionadas por concurso público –luego de un arduo proceso evaluatorio–, la desaparición en la práctica de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, una de las principales fuentes de financiamiento de proyectos, fueron algunas de las menciones. También la eliminación de los programas que dependÃan del exMinisterio de Ciencia y TecnologÃa y el ahogo presupuestario y el deterioro salarial de las universidades nacionales.
“No es a través del sector financiero o la especialización primario-exportadora que crecen los paÃses, ni serán tampoco estos sectores los que motoricen más y mejores trabajos, construyan escuelas, mejoren las prestaciones en el ámbito de la salud ni brinden hogares a quienes lo necesitan. Sin Ciencia y TecnologÃa no será posible un paÃs que crezca realmente, se desarrolle y genere fuentes de trabajo y oportunidades para el pueblo argentino”, reza el documento. Y sentencia: “Le estamos regalando al mundo uno de los bienes más importantes que logramos generar, recursos humanos altamente calificados”.
Es lo que se está planteando una de las manifestantes, investigadora del CONICET en la Escuela de Ciencia y TecnologÃa de la UNSAM, que trabaja con nanomateriales cerámicos para la producción de energÃa, orientada a las celdas de combustible y a la producción de hidrógeno. “Son un montón de años de esfuerzo para concursar ese puesto y ahora que llegué me doy cuenta de que ya no es algo que me pueda permitir vivir y que todo es muy frágil. Me pregunto si elegà el camino correcto o no y si hay que irse. Ya apliqué para irme un año afuera. Por supuesto, después quiero volver, pero no lo sé”, manifiesta.
Para Juan Carlos Reboreda, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, esa es la principal urgencia: “Hoy estamos perdiendo a los jóvenes, una generación de investigadores que se están yendo al exterior. Eso no se recupera en pocos años. La última gran fuga fue en el 2001 y se terminó de recuperar más de una década después. Y esto es peor que lo del 2001”, afirma.
Últimamente, suele escucharse que la ciencia es importante pero no prioritaria en este momento. “Es muy difÃcil decir qué es y qué no es prioritario”, responde Reboreda, y agrega: “Si no se hubiera investigado en biologÃa molecular de bacterias en la década del cincuenta no se hubiera desarrollado la biotecnologÃa. Hay que apostar porque es una apuesta al futuro”.
Para la investigadora y matemática, Teresa Krick, no sólo se trata de que no se la considera prioritaria, sino que el tema cientÃfico está siendo “totalmente denigrado”. Su colega, Pablo Groisman, afirma que hoy la ciencia es más prioritaria que nunca, mientras invita a recordar la famosa frase del Premio Nobel de Medicina, Bernardo Houssay, cuya imagen se reiteraba en decenas de carteles: “Los paÃses que no se desarrollan son los que no apoyan a la ciencia”.