Mito, geopolÃtica y soberanÃa argentina
03 de mayo de 2025
Exigir que Argentina elija entre China y EE.UU. es negar la realidad geopolÃtica contemporánea. La soberanÃa no consiste en alinearse, sino en ampliar opciones, diversificar socios y negociar desde el interés nacional. Las inversiones chinas no son una traición, sino una estrategia pragmática.
Los socios ocultos son el soporte del presente para transformar el futuro (El Tábano Economista)
En los tiempos antiguos, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres, existÃa una deidad llamada Tlazotéotl, la tejedora de futuros. En su palacio colgaba un gran espejo de obsidiana pulida, donde los mortales podÃan asomarse para ver los dÃas por venir.
Un dÃa, un joven guerrero, cansado del hambre y las luchas de su pueblo, subió a la montaña sagrada para pedirle a Tlazotéotl una visión del porvenir. Compasiva, la diosa lo condujo hasta el espejo. Allà vio ciudades resplandecientes, hombres vestidos con ropas finas, máquinas voladoras como aves, y niños riendo en calles limpias. Sin embargo, debajo de cada imagen de abundancia, el guerrero descubrió agotamiento, tierras áridas, rÃos envenenados, el colapso de aquellas máquinas y risas apagadas. Cada promesa brillante ocultaba una sombra creciente.
—“¿Por qué me muestras esto? ¿Acaso el futuro no es mejor?”— preguntó el guerrero.
La diosa sonrió con tristeza:
“El futuro siempre parece luminoso desde lejos, porque los hombres necesitan creer que sus esfuerzos valdrán la pena. Pero el camino no se acorta con deseos. Cada época inventa su propio mañana perfecto… solo para descubrir que el verdadero problema siempre estuvo en el presente.”
Este mito resuena en nuestra realidad. Hoy, el presidente argentino propone un plan económico que, en tres décadas, podrÃa acercar al paÃs a un nivel similar al de Estados Unidos. “Si me dan 35 años podrÃamos ser como EE.UU.» declaró. Sin embargo, los indicadores actuales parecen contradecir esa visión. El sueño de un futuro resplandeciente exige enfrentar, con urgencia, los problemas del presente.
Aquà entran en escena los socios ocultos: los sostenes del presente que permiten imaginar un futuro transformado. En el periodo del Raj británico, entre 1858 y 1947, los ingleses se apoyaron en soldados indios para sostener su dominio colonial. Sin este sistema militar, el saqueo de India y la sustentabilidad del imperio británico no hubiesen sido posibles.
Hoy, en Argentina, los soldados locales serÃan las élites extranjerizadas, los medios que celebran la entrega de recursos, una clase media que respalda al gobierno y una sociedad en general distraÃda. Este tipo de proyecto polÃtico, que da pasos hacia una dependencia creciente de EE.UU., no podrÃa avanzar sin un entramado colaborativo interno. El futuro y su promesa pueden ser un analgésico eficaz para encubrir un presente doloroso.
En paralelo, la reactivación de la guerra comercial durante el segundo mandato de Donald Trump ha redefinido las relaciones económicas globales, afectando especialmente a las economÃas emergentes como las latinoamericanas.
China, segundo socio comercial de América Latina y principal de Sudamérica, desempeña un rol estratégico como comprador de materias primas y proveedor de manufacturas, bienes de capital e insumos. Absorbe el 13% de nuestras exportaciones y es responsable del 22% de nuestras importaciones.
En cuanto a inversiones, China concentra su presencia en Brasil, Argentina, México, Perú y Chile. En particular, Argentina ha recibido inversiones en sectores clave como la energÃa y la infraestructura.
Sin embargo, la reciente ofensiva del secretario del Tesoro de EE.UU. en Argentina, y la visita del nuevo jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey, revelan la creciente presión de Washington para limitar los vÃnculos estratégicos con China. Uno de los focos es el swap de monedas renovado en abril de 2025 por 5.000 millones de dólares, instrumento clave para aliviar la fragilidad externa del paÃs.
Lejos de expresar una preocupación genuina por la economÃa argentina, EE.UU. ve en este acuerdo una amenaza a su influencia. Si el swap proviniera del FMI, el Departamento del Tesoro no solo lo avalarÃa, sino que exigirÃa su expansión. La presión para desactivarlo busca, en el fondo, disciplinar a un paÃs que se atreve a diversificar sus alianzas.
Detrás del discurso sobre “prácticas financieras opacas” se esconde un objetivo estratégico: impedir que Argentina fortalezca vÃnculos fuera del eje occidental. ¿Por qué deberÃamos considerar una amenaza el acceso a yuanes que estabilizan reservas y financian obras vitales, mientras se acepta como normal la dependencia crónica de dólares y organismos multilaterales?
La ofensiva estadounidense no se limita al swap. También intenta frenar inversiones chinas en sectores sensibles como el litio, la energÃa nuclear, los ferrocarriles, e incluso la participación en proyectos logÃsticos como el Estrecho de Magallanes. No se trata de altruismo, sino de la defensa de una hegemonÃa que se tambalea ante el nuevo orden multipolar.
Exigir que Argentina elija entre China y EE.UU. es negar la realidad geopolÃtica contemporánea. La soberanÃa no consiste en alinearse, sino en ampliar opciones, diversificar socios y negociar desde el interés nacional. Las inversiones chinas no son una traición, sino una estrategia pragmática.
Si EE.UU. quiere mantener su influencia en América Latina, deberá competir con propuestas reales, no con presiones. De lo contrario, su poder se erosionará no por el avance de otros, sino por su propia arrogancia.
El problema no es sólo la presión externa, sino la disposición interna a actuar como un protectorado. El futuro siempre se presenta como fabuloso, pero el presente que lo gesta suele ser desdichado.