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La misma vieja IDEA de agigantar la desigualdad social


06 de octubre de 2023

Bullrich y Milei se disputaron en Mar del Plata su cercanía con el lobby empresario. La demanda sobrepresentada de una minoría privilegiada y el descarte de la agenda de una mayoría invisible que habita el otro extremo de un abismo social insoportable. Representaciones y crisis en un tiempo de urgencias que quema el calendario hasta las próximas elecciones.

Fernando Gomez

El aeropuerto de Mar del Plata saturado de aviones privados para el transporte de los empresarios que participaron del Coloquio de IDEA, un espacio de lobby y presión política de los principales grupos económicos del país, en el que la clase política suele concurrir para exhibir que su programa representa cabalmente las aspiraciones de rentabilidad de un puñado de empresas, a las que muy poco importa el destino del país.

Un living al aire libre en la exclusiva bodega Trapiche, en un encuentro regado en vino, Carlos Ormachea de Tecpetrol, Diego Coatz de la UIA, Pablo Sibilla de Renault, Oscar Andreani y Matías Campodónico de Dow Chemical, compartían una charla en la que la “presión fiscal” ocupaba el centro de las preocupaciones de los empresarios que muy pocos impuestos pagan.

La música “chill out” acompañaba el recorrido de los autos eléctricos de Renault y los carros que transportaban empresarios que aprovechaban la jornada en día de semana para jugar al golf o degustaban las delicias que eran servidas en el evento organizado por la propia bodega.

Algunos de esos empresarios, durante la mañana, habían disfrutado de un “desayuno atípico de trabajo” en el lujoso Hotel Sheraton de Mar del Plata. Más precisamente en el piso 11 del establecimiento, allí donde tuvo lugar el “desayuno de espiritualidad” donde expusieron el director de IDEA, Mariano Bosch de AdecoAgro, Felicitas Castrillón de la Fundación Gingko y Lucas Grosman, rector de la Universidad de San Andrés.

"Son historias de vida que nos interprelan", dijo al sitio La Politica Online que cubrió el evento, uno de los asistentes. "Es un espacio para las emociones, es muy movillizante", dijo el empresario con la voz quebrada. Era el segundo día en el lujoso Hotel Sheratón y aún aguardaba el almuerzo que ofrecía Milei y las cenas con degustaciones de platos elaborados por chef convocados al evento.

A muy pocas cuadras, en una de las ciudades turísticas argentinas, junto a Bariloche, que destila desigualdad en sus indicadores de pobreza, en la Mar del Plata invisible, un grupo de jóvenes revolvía tachos de basura para encontrar algo que se pueda vender.

En el puerto de Mar del Plata, hace apenas dos meses atrás, una inspección arrojó el hallazgo de 245 fileteadores en negro en 15 establecimientos, fueron localizados trabajadores que habían sido escondidos en un contenedor durante la inspección. Apenas una pequeña postal del desarrollo del trabajo en el fileteado del principal puerto pesquero del país.

A muy corta distancia, Daniel Funes de Rioja debatía con Gerardo Martínez de la UOCRA sobre el futuro del trabajo en la Argentina. El empresario reclamaba por la altísima litigiosidad. En palabras sencillas, busca una reforma laboral que le impida a esos 245 fileteadores, o a los trabajadores encerrados en un contenedor, la posibilidad de hacer juicio a los empresarios que fabricaron estructuras truchas para operar en negro en el principal puerto pesquero del país.

Ningún empresario participante del Coloquio de IDEA, o los financistas y lavadores de divisas que concurrieron en la propia Mar del Plata al almuerzo organizado por Javier Milei, se acercaron al mar. Desprecian la Costa Atlántica, sus preferencias estibales tienen más que ver con la Polinesia, el Caribe o el Mar Mediterráneo, allí donde también afloran escondites financieros en el que protegen una parte enorme de la riqueza que saquean de la Argentina sin tributación alguna.

“Hay que construir un nuevo pacto fiscal” repetía un empresario que se quejaba de la presión impositiva. “Orden Fiscal” reclamó Patricia Bullrich que sigue exhibiendo debilidad y dificultades para exponer sus ideas en forma coherente.

Si en Argentina hubiera “orden fiscal”, la enorme mayoría de los concurrentes al Coloquio de Idea estarían presos.

 

Viejos conocidos

El coloquio de IDEA es un espacio de reunión del establishment económico que opera en el país, y se autodefine como “la voz activa del empresariado argentino”.

“El IDEA fue creado en 1960 por iniciativa de trescientas empresas líderes. Los tradicionales coloquios anuales comenzaron en 1965. La primera edición se realizó en un curioso lugar: la Base Naval de Puerto Belgrano. Un año después, la dictadura de Onganía destituiría a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, disolvería y confiscaría bienes de partidos políticos e intervendría sindicatos y medios de comunicación. Las compañías integrantes de IDEA apoyaron fervientemente el “proyecto modernizador” impulsado por la autodenominada “Revolución Argentina”. Para el elenco golpista, la “partidocracia” era un obstáculo para el desarrollo económico” supo describir Diego Rubinzal.

Los títulos rimbombantes suelen caracterizar los espacios jactanciosos en los que se reúne el sector empresario. “Modernización”, “desarrollo sostenible”, “empleo de calidad”, “el futuro de la educación”, suelen ser tópicos que se insertan en el título para desarrollar luego la tesis que concluye inevitablemente en reducir al Estado a su mínima expresión, erradicar el cobro de impuestos y flexibilizar las condiciones de trabajo para garantizar la rentabilidad empresaria.

 

Representaciones

En definitiva, en el coloquio de IDEA y en los ámbitos de lobby empresarial, lo que se defiende es la agenda de los sectores con mayor poder económico del propio sector empresario. Lo que resulta absolutamente descabellado es la sobrerepresentación que encuentran en la clase política argentina. Una minoría reducida, frente a las urgencias de una mayoría invisibilizada de la agenda electoral que quema hojas el calendario.

Un abismo social separa los vuelos privados de los carros que apilan cartones; el chill out de las bodegas de la música en el parlante atado a la bicicleta; el carro de golf del cajón donde se arroja el pescado tras pasar por el cuchillo del fileteador; el “desayuno de espiritualidad” del rosario que cuelga del cuello de un pibe que pide algo de ropa para vender en la feria; la cena de “ocho pasos” al guiso en el comedor; la merienda en el Sheraton, de la copa de leche del merendero.

En un lado del abismo, una minoría que se lleva la atención de toda agenda política. En el otro extremo, atrapada en un dolor social insoportable, una mayoría invisibilizada, una porción de pueblo que acuña su propio lenguaje, que pocos hablan, que se comunica en forma incomprendida por los analistas de marketing electoral y que tiene esperanzas de supervivencias reducidas en el horizonte de sus expectativas que no llegan a entrar en el “focus group” de ningún chanta fabricante de encuestas.

Un abismo social con contornos que no parecen extraídos del mismo cuerpo social.

En el exacto punto medio entre el estilo de vida a un lado y otro del abismo social que escandaliza a cualquier persona de bien, están las excéntricas escapadas en yate de un funcionario público, cuya foto sorprendió y conmovió los sloganes de campaña, pero que no puede causar sorpresa ni escándalo en ningún integrante de la clase política.

En el exacto medio de ese abismo social habita una clase política que aspira a acortar distancia con los carros del golf y los vuelos privados, antes que aproximarse a sentir el dolor ajeno como propio en un cuerpo social lascerado por las injusticias.

Un exacto medio en el que habita una clase política que comprende mejor las expectativas de la minoría, que los padeceres de la mayoría. Un exacto medio en el que se uniforman representaciones políticas más allá de las grietas electorales que matizan una democracia que poco importa a la minoría capaz de despreciar la presencia de un presidente en el evento que convocan.

Un exacto medio plagado de licencias éticas y morales que afloran como cardos en el desierto ideológico al que una clase dirigente condenó al peronismo, no pueden sorprender a nadie. Siquiera a quienes hacen culto a la disciplina ética y escapan de las obsenidades cotidianas que se exhiben impunemente ante una militancia que soporta desatinos y, siempre, termina pagando las consecuencias.

En ese exacto medio, habita el chivo expiatorio de las culpas de esa clase dominante que limpia su basura y las deposita en la representación política como instrumento para mantener privilegios y blindar un futuro en el que puedan maximizar sus expectativas económicas.

Cuando ésta edición esté circulando, al “Coloquio” en el que si se les cae una IDEA le rompe un pie, habrá terminado. Y estará por comenzar un debate presidencial en el que los proyectos de país se discuten poco y nada. Faltarán semanas para que las urnas vuelvan a depositarse en las aulas de todo el país, para elegir un Presidente, y nada más que eso. Y nada menos.

Una oportunidad para que la racionalidad impere y el sistema político aporte a su supervivencia descartando las opciones delirantes del terreno y abra la oportunidad de un triunfo de la debilitada Unión por la Patria.

Lo trágico sería confundir la necesidad de suprimir los delirios de Miliei y las opciones de extermino de Bullrich, con la adhesión a un proyecto político expuesto por Sergio Massa que resulta peligrosamente distante de las expectativas populares de esa mayoría invisible, a la que dificilmente se le pueda hablar con el lenguaje retórico del marketing y el oportunismo.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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