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El desfile militar de China: poder, mensaje y reconfiguración global


06 de septiembre de 2025

Lo que vimos en Pekín no fue un desfile más ni un espectáculo vacío para entretener a las masas con banderas y uniformes. China no solo es una potencia económica, sino también un actor militar y político con ambiciones globales. Un mensaje que, dependiendo del lugar desde el que se lo mire, generó fascinación, preocupación o abierta hostilidad.

Tadeo Casteglione

Lo que vimos en Pekín no fue un desfile más ni un espectáculo vacío para entretener a las masas con banderas y uniformes.

Este evento trascendental de casi noventa minutos de duración no fue simplemente una conmemoración histórica, sino una meticulosamente orquestada exhibición de poder que ha enviado ondas sísmicas a través del panorama geopolítico internacional, provocando reacciones que van desde la admiración cautelosa hasta la franca hostilidad.

China no solo es una potencia económica, sino también un actor militar y político con ambiciones globales. Un mensaje que, dependiendo del lugar desde el que se lo mire, generó fascinación, preocupación o abierta hostilidad.

 

Un escaparate militar sin precedentes en la era moderna

En la historia reciente de China no abundan los desfiles de este calibre. De hecho, es apenas la segunda vez en toda su era contemporánea que el gigante asiático organiza un desfile del Día de la Victoria.

La primera fue hace diez años, y desde entonces la política de Pekín cambió mucho: pasó de un perfil relativamente discreto a una posición mucho más firme y confiada en el escenario internacional.

El evento fue mucho más que un recuerdo a los caídos en la Segunda Guerra Mundial: fue un hito en la diplomacia china. La presencia de más de veinte líderes extranjeros, entre ellos Vladimir Putin, Kim Jong-un, representantes de India, Irán, Pakistán, Bielorrusia y hasta Eslovaquia, deja en claro que China tiene capacidad de convocatoria y está construyendo, poco a poco, una red de alianzas que desborda el marco del orden occidental.

El desfile arrancó puntualmente a las 9 de la mañana en Pekín. Las cámaras del mundo tenían los ojos puestos en la Plaza Tiananmen, y lo que se mostró allí fue una auténtica vitrina de las armas más avanzadas del Ejército Popular de Liberación.

Para los analistas occidentales, acostumbrados a especular con información fragmentaria, fue un baño de realidad: muchos de los sistemas armamentísticos que se intuían en informes secretos aparecieron frente a las cámaras en todo su esplendor.

Misiles balísticos intercontinentales de nueva generación, drones jamás vistos en público y vehículos blindados con tecnologías de última generación desfilaron ante los ojos del mundo. La señal era clara: China ya no juega a la defensiva ni se limita a hablar de desarrollo económico; también reclama su lugar como potencia militar a la altura de Estados Unidos y Rusia.

 

Innovaciones tecnológicas que redefinen el equilibrio estratégico

Los sistemas de armamento presentados durante el desfile revelan una transformación profunda en la filosofía militar china. Los nuevos misiles nucleares exhibidos no solo representan mejoras incrementales en la capacidad existente, sino saltos cualitativos que posicionan a China como una superpotencia nuclear de primer orden.

Si hubo un aspecto que dejó boquiabiertos a muchos fue la presentación de nuevas armas que no solo mejoran lo ya existente, sino que cambian las reglas del juego.

Los misiles intercontinentales exhibidos no son meras versiones mejoradas de los que China ya tenía: se trata de saltos cualitativos en movilidad, precisión y capacidad de penetrar defensas antimisiles. Dicho en criollo: son armas que hacen mucho más difícil para Washington o para cualquier otra potencia pensar en contener a China a través de escudos o sistemas de interceptación.

Pero lo más llamativo fueron los drones. Pekín presentó modelos que funcionan como “aleros leales” de aviones de combate de nueva generación. Equipados con inteligencia artificial, estos drones pueden acompañar a un caza tripulado, defenderlo, atacar objetivos y hasta tomar decisiones autónomas en pleno combate. Un cambio radical en la forma de entender la guerra aérea, que hasta ahora dependía casi exclusivamente del factor humano en cabina.

La combinación de inteligencia artificial, autonomía y capacidad de combate coloca a China a la vanguardia de lo que muchos llaman la “tercera revolución militar”: la de los sistemas autónomos y semi-autónomos. Esto no solo plantea desafíos militares, sino también éticos y políticos. Pekín se muestra decidido a liderar esa carrera.

 

Diplomacia de alto nivel en el contexto global

El desfile sirvió como telón de fondo para encuentros diplomáticos de suma importancia, particularmente la reunión entre Kim Jong-un y Vladimir Putin. Esta cumbre, la primera entre ambos líderes en más de un año, adquiere especial relevancia en el contexto de la guerra en Ucrania.

Las declaraciones de Kim Jong-un comprometiéndose a continuar apoyando a Moscú “de su manera” en el conflicto ucraniano representan una escalada significativa en la cooperación militar entre Pyongyang y el Kremlin.

La revelación de que fue Kim quien tomó la iniciativa de enviar ayuda militar a Rusia para su campaña en la región occidental rusa de Kursk ilustra cómo los conflictos regionales están adquiriendo dimensiones verdaderamente globales.

Esta cooperación militar trilateral entre China, Rusia y Corea del Norte, aunque Beijing mantenga una posición oficialmente neutral, sugiere la emergencia de una alianza de facto que desafía directamente la hegemonía occidental en el sistema internacional.

La posibilidad de nuevos despliegues militares norcoreanos en apoyo a Rusia, insinuada durante las conversaciones, añade una dimensión preocupante a un conflicto que ya ha redefinido las alianzas globales.

Esta cooperación no solo proporciona a Rusia recursos humanos adicionales, sino que también ofrece a Corea del Norte una oportunidad invaluable de probar y perfeccionar sus capacidades militares en condiciones de combate real.

 

La respuesta contradictoria de Donald Trump

La reacción del presidente estadounidense Donald Trump al evento chino encapsula las tensiones y contradicciones inherentes en la política exterior estadounidense contemporánea.

Su mensaje en Truth Social, donde solicitó al presidente Xi Jinping que transmitiera sus “más cálidos saludos” a Putin y Kim Jong-un “mientras conspiran contra Estados Unidos”, revela una aproximación esquizofrénica que oscila entre la cortesía diplomática y la confrontación abierta.

Esta dualidad en el mensaje de Trump refleja una tensión más amplia en la estrategia estadounidense hacia China. Por un lado, existe un reconocimiento implícito de la importancia de mantener canales de comunicación abiertos con Beijing, evidenciado en los “cálidos saludos” dirigidos al “maravilloso pueblo de China”. Por otro lado, la acusación explícita de conspiración contra Estados Unidos sugiere una percepción fundamentalmente adversarial de las intenciones chinas.

La referencia de Trump a la ayuda histórica que las tropas estadounidenses prestaron a los militares chinos en la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial añade una dimensión irónica a su mensaje. Esta alusión al pasado compartido en la lucha contra enemigos comunes contrasta marcadamente con la caracterización presente de China como una amenaza conspirativa, ilustrando cómo las alianzas históricas pueden transformarse en rivalidades geopolíticas contemporáneas.

 

El discurso de Xi Jinping: Visión de liderazgo global

El plato fuerte político del evento fue el discurso de Xi Jinping. No improvisó nada: su mensaje fue pensado para dejar huella.

Xi habló de principios de “igualdad, equidad y justicia”, en clara contraposición al orden internacional dominado por Occidente. Recalcó que “la humanidad habita el mismo planeta y debe permanecer unida, sin volver a la ley de la selva donde los débiles son presa de los fuertes”. Una crítica directa, aunque sin nombrarla, a la hegemonía estadounidense.

China busca presentarse como defensora de los “valores comunes de la humanidad”. Frente a la narrativa occidental de “democracia vs. autoritarismo”, Pekín ofrece otra: la de la cooperación, la no injerencia y el multilateralismo. Es un discurso que cala especialmente en países en desarrollo que han sufrido sanciones, invasiones o presiones de parte de potencias occidentales.

Xi insistió en que “las preocupaciones deben ser de todos y las soluciones deben beneficiar a todos”. Una frase que, en el fondo, cuestiona políticas como el “America First” de Trump o la tendencia europea a priorizar sus propios intereses por encima de los problemas globales.

El discurso del presidente Xi Jinping durante la recepción conmemorativa reveló las ambiciones globales de China de manera más explícita que en ocasiones anteriores. Su llamado a la comunidad internacional a actuar conforme a principios de “igualdad, equidad y justicia” representa una clara alternativa al orden internacional liderado por Occidente que tambien va de la mano con las declaraciones vertidas en torno a la conferencia de la OCS.

La declaración de que “la humanidad habita el mismo planeta y debe permanecer unida en solidaridad y coexistir en armonía, sin volver nunca a la ley de la selva, donde los débiles son presa de los fuertes” constituye una crítica velada pero inequívoca a lo que Beijing percibe como hegemonía estadounidense.

La insistencia del líder chino articula una visión multilateral que contrasta con enfoques más unilaterales en la política internacional. Esta formulación implícitamente critica políticas de “América Primero” o enfoques similares que priorizan intereses nacionales sobre consideraciones globales.

 

Implicaciones para el orden internacional emergente

El desfile militar chino y los eventos diplomáticos asociados señalan la consolidación de un eje geopolítico alternativo que desafía fundamentalmente las estructuras de poder establecidas desde el fin de la Guerra Fría.

La convergencia de China, Rusia y Corea del Norte en un frente común, aunque mantengan diferencias en otros aspectos, representa una reconfiguración significativa del equilibrio de poder global.

Esta alianza de facto se caracteriza por varios elementos distintivos. Primero, la complementariedad de capacidades: China aporta poder económico y tecnológico avanzado, Rusia contribuye con experiencia militar y recursos energéticos, mientras que Corea del Norte ofrece capacidades nucleares y disposición para asumir riesgos. Segundo, la convergencia ideológica alrededor de la oposición a la hegemonía occidental y la promoción de un mundo multipolar. Tercero, la coordinación operacional demostrada en conflictos actuales como Ucrania.

La respuesta occidental a estos desarrollos deberá navegar cuidadosamente entre la necesidad de mantener la disuasión efectiva y evitar una escalada que pudiera resultar contraproducente. Las declaraciones contradictorias de Trump ilustran la dificultad de articular una respuesta coherente a desafíos que trascienden las categorías tradicionales de competencia geopolítica.

 

Perspectivas futuras y consideraciones estratégicas

El desfile en Tiananmen deja una sensación clara: China ya no puede ser ignorada como potencia militar global. Lo que mostró en términos de misiles, drones y sistemas autónomos indica que la brecha con Estados Unidos se está cerrando a una velocidad que muchos en Occidente no habían previsto.

Lo que se mostró en Pekín fue una carta abierta al mundo, China quiere ser reconocida, respetada y tomada en serio. Y todo indica que tiene los medios para hacerse escuchar.

En este contexto, el desfile militar chino no fue simplemente una celebración histórica, sino una declaración de intenciones que redefinirá las relaciones internacionales en las décadas venideras.

 

Tadeo Casteglione

Tadeo Casteglione es experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

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