Asà la vemos: A definir quiénes compiten en Octubre
12 de agosto de 2023
¿Quienes son los contendientes? El pueblo decide en medio de la apatÃa. Columna de opinión desde los adultos mayores, por Alberto Gómez.
No se pueden emitir encuestas, ni realizar actos políticos, con anuncio de obras, no se puede, y esperemos que tampoco se emitan más los anacrónicos spots de los aburridos distintos partidos, que solo sirven para recaudar ellos, no para explicar intenciones, historias ni mucho menos trayectorias de los que se candidatean.
Nosotros, solo trataremos de describir que democracia queremos comenzar a elegir mañana, que se deberá ratificar en Octubre.
La vida en democracia no solo es ir a votar cada cuatro años, y cada dos, para renovar a los elegidos. Vivir en democracia es un sistema de vida colectivo. No es un derecho, es una obligación constitucional que debemos defender entre todos.
La política, es la herramienta para discutirla en el conjunto, es movilizarse para exigir su cumplimiento, es luchar en el conjunto para defenderla de toda amenaza. Debería servir para generar igualdad social, afirmar la independencia (económica y política), y que castigue incumplimientos burócratas, eliminando la impunidad.
Fue lo primero que se atacó. Se la vació de contenido, se desmovilizó la militancia, la que nos permitía participar del colectivo democrático. Primer objetivo cumplido, alejar ó desencantar al ciudadano de la política, proscribir discusiones con las dictadas políticas enlatadas en acuerdos espurios, vaciarla de ideas.
Esa despolitización quedaría claramente expuesta si nos pusiéramos a analizar el enorme “transvasamiento” que ha sufrido un movimiento popular que nos brindó más de una década de vida organizada.
Resulta que hoy un ex gestor de políticas sociales, de aquella década, participa de la competencia electoral con ideas neoliberales en un anacrónico peronismo, mientras mantiene a la familia en la gestión burocrática oficial, y, en puestos relevantes (gestión de deuda y BCRA).
Ejemplos como éste, hay muchos en el oquedal político que nos impusieron, y fue otro instrumento para despolitizarnos, eliminar la credibilidad política y acentuar las traiciones hacia lo popular.
Históricamente, la Argentina padece la “guerra” democrática que hoy, seguimos atravesando. Antes, en años pre-peronistas con fraudes electorales, y a partir de la mitad de la década del 50, con la imposición violenta de ideas (neoliberales). Siempre, para ajustar a favor de minorías, extrayendo de los bolsillos de los generadores de la riqueza, la mayor porción para esos iluminados que fueron escalando posiciones por acumulación de riqueza, y su consecuente poder.
Toda política violenta perduró casi cuarenta años, y a partir del recupero de la democracia formal, el enemigo (no el adversario) globalizó el “consenso” violento, en uno profesional técnico-burocrático, con base financiera de ataque.
Siempre, el principal tanque que “nos ataca” (con breves interregnos en esta democracia desde hace cuarenta años) fue un gobierno extranjero a través de su órgano financiero internacional. La transnacionalización de la economía, azuzó el estigma hacia todo lo que mostrara algo popular.
Marcó la política, básicamente las públicas, junto a una derecha avara y concentradora, buscando las riquezas para trasladarlas a sus arcas.
Ese nuevo Consenso, logro aglutinar poder político, concentrando en grandes corporaciones el manejo real de un país despolitizado, cooptó la Justicia, inmovilizó el Congreso, e impuso gerenciadores políticos que habían sido defenestrados hace más de veinte años (se acuerdan “que se vayan todos…”).
Pero atención, contó en estos últimos cuatro años con complicidad política que inmunizó la deuda, avaló el saqueo de los bolsillos vía precios.
Contra ese poder confrontaremos mañana, en internas que pueden ser el preámbulo de lo que en Octubre será la elección definitiva que marcará el futuro de la inmensa mayoría de la población.
Es una elección muy difícil, entre acentuar la mala situación que nos impusieron hace ocho años, llevándola al extremo crítico de principios del siglo XXI.
O apostar a la continuidad, para luego exigirle modificar la distribución de la riqueza, frenar la acumulación, y buscar alivio a la cruel deuda heredada (ratificada, e inmunizada) recuperando lo fugado, castigarlos y mejorar la posición que pagaremos de la “deuda odiosa”.
Debemos ir con la convicción que somos nosotros los dueños de la democracia, que elegimos dirigentes, pero también los que podemos sacarlos con movilización.
Depende del Pueblo como seguirá esta débil democracia, si mantenemos los derechos adquiridos, o pasamos a ser una colonia más formal que la actual.
Nos ponen en la disyuntiva de ir a votar para evitar el abismo, del cual nos rescataran Néstor, y luego Cristina, a principios de este siglo.
Tenemos que recuperar el poder popular, pero, sin movilizarnos, ni reclamar en la calle, resultará imposible volver a épocas más felices ya vividas.