Por otro 17

19 de octubre de 2024
Enrique Mario Martínez

Enrique Mario Martínez es ex Presidente del INTI. Actual coordinador del Instituto para la Producción Social.

"Por otro 17, en que el trabajo digno para todos sea el símbolo presente de la justicia social y se constituya en la bandera esperanzadora para volver a tener la patria, la comunidad, la hermandad, que el capitalismo financiero nos viene robando hace medio siglo" propone Enrique Mario Martínez para discutir esa epopeya fundante del peronismo, desde las páginas de la plataforma de debate Las Tres Consignas.

Ilustración: Antonella Berardoni // instagram: @toneberardoni

Durante décadas, el 17 de octubre de 1945 ha sido un símbolo de una bisagra en la perspectiva política y social de la Argentina, se estuviera de acuerdo o no con la reivindicación asociada a la gigantesca pueblada de aquel momento.

En esa fecha, toda una clase social – la más postergada – reclamó por la suerte política de quién consideraba el artífice de un cambio de horizonte para su vida y consiguió torcer el destino a su favor. No se podría decir que el reclamo se vinculó con mejoras concretas ya alcanzadas en la calidad de vida de quienes reclamaban, ya que no hubo suficiente tiempo material entre la toma de las decisiones que convocaron al entusiasmo popular y el momento de la epopeya.

El reclamo se generó al percibir la naciente existencia, concreta y efectiva, de derechos civiles, laborales y sociales, que daban respuesta a flancos de carencias, de postergación, hasta de humillación sistemática, que se arrastraban por casi un siglo, de generación en generación, con destinos enteramente disímiles para trabajadores y patrones.   

La justicia social fue así la consigna convocante inicial y a ella le siguieron la independencia económica y la soberanía política, las tres en planos simbólicos, que se trasladaban con facilidad a planos concretos de la vida de cada uno.

La derrota política del segundo medio siglo 20 llevó al país a la dependencia primero y a la hegemonía de las finanzas por sobre las estructuras productivas después, generando condiciones de contorno bien diferentes de las alcanzadas en 1955.

Las principales diferencias estructurales, que se extienden hasta hoy son:

. Tendencia sostenida a la desaparición del Estado como productor directo de bienes o servicios; como regulador de la actividad económica; como planificador del desarrollo.

. Transformación de los servicios básicos de infraestructura en negocios privados, que buscan maximizar el lucro en condición monopólica u oligopólica.

. Eliminación del trabajo en relación de dependencia, pública o privada, como fuente casi exclusiva de ingresos populares. Desaparecieron los escenarios de pleno empleo y aumentó enormemente el trabajo por cuenta propia.

. Instalación de la deuda externa y de las restricciones en la disponibilidad de divisas como los temas económicos dominantes, aún en los medios masivos de comunicación. La llamada economía financiera supera largamente a la producción como tema de interés tanto político como popular.

En tal contexto, ¿alrededor de qué reclamos podría generarse otro 17 de octubre, como el de 1945?

Seguramente, buscando la recuperación de un sentido comunitario, en que todos y todas podamos aspirar a un futuro mejor. Esa pretensión implica la reversión de prácticamente todos los parámetros sociales que se anotaron más arriba.

Sin embargo, ¿cuál sería el sujeto social dominante en esa puja?

Y además, ¿cómo se imaginaría ese sujeto social la posibilidad de concretar esa recuperación de valores y de horizontes?

¿Hay humillados y ofendidos, que trabajan por una paga que no asegura la subsistencia, mientras sus patrones tienen ingresos varias veces múltiplos de los de ellos?

Si, cada vez en mayor proporción. Pero no lo hacen en un escenario de plena ocupación,como en 1945, sino por el contrario, con desocupación, subocupación y trabajo independiente muy elevados, al punto que si pudieran ser considerados un colectivo social, estos trabajadores superarían largamente en número a los que seguimos llamando “formales”.  

El ejército de reserva laboral, que reprime la queja de los explotados, existe y está muy consolidado, tanto en número como por el paso de más de una generación en la misma condición.

La memoria colectiva, por otra parte, va dejando atrás o directamente ignora los tiempos de la hegemonía del trabajo en relación de dependencia de corporaciones productivas o de servicios, a cuyo ritmo se movía toda una comunidad, en una relación bidireccional, con sentido de pertenencia muy definido.

Los jóvenes, en especial, saben que la mayor parte del trabajo al cual pueden acceder es precario; que las redes de contención son débiles; que los espacios de capacitación existen pero solo para mejorar la oferta laboral, no para construir cadenas de valor completas, que aseguren que el esfuerzo tendrá sentido; que el acceso al capital es nulo y el acceso a la tecnología es caro y complejo.

Todo marco que podamos considerar de construcción de democracia económica, de real igualdad de oportunidades, es endeble.

Tanto flanco desesperanzador empuja a la búsqueda de soluciones individuales o simplemente a la apatía y a una aterradora falta de compromiso con el propio futuro.

LA CONSTRUCCIÓN DE OTRO 17

La historia nunca se repite en circunstancias idénticas. Sin embargo, es necesario recordar una premisa válida en 1945 y en 2024: 

En tiempos de crisis y conflictos profundos, la esperanza se construye o se destruye desde los gobiernos.

Cuando la construcción es exitosa, la conciencia colectiva se despliega como multiplicadora y reaseguro del cambio, de la mejora.

¿Qué forma tiene la esperanza?

Tiene un componente de carácter colectivo, que marca la pertenencia a un proyecto compartido por muchos, si es posible por una mayoría social.

Tiene otro componente personal, en que se cuenta con suficientes grados de libertad para construir un horizonte a medida de cada ser humano, por definición irrepetible, en que se sale a beber los vientos y a encontrarse con quien se quiere y como se quiere, pero sabiendo que hay una profunda dependencia mutua dentro del inmenso entramado social.

Esas dos condiciones no se plasman en la vigencia de lo que en estos años se llamó “estado presente”, garante de la subsistencia básica, conteniendo con aportes dinerarios a los excluidos y oprimidos, aunque sin cambiar su condición.

La esperanza aparece con identidad fuerte cuando se pertenece a un colectivo en el cual cada uno puede aportar lo propio para la mejora general.

Eso solo puede darse en escenarios de TRABAJO DIGNO PARA TODOS.

Quienes sean capaces de construir caminos para sumar a todo compatriota al trabajo digno, estarán a la vez reconstruyendo la esperanza y sentando las bases para que la vieja consigna recupere su sentido. 

Por otro 17, en que el trabajo digno para todos sea el símbolo presente de la justicia social y se constituya en la bandera esperanzadora para volver a tener la patria, la comunidad, la hermandad, que el capitalismo financiero nos viene robando hace medio siglo.

 


Visitá la página de Las Tres Consignas