La Antártida en los medios: Cuando casi nada es como se dice

18 de mayo de 2024
InfoNativa

Esta semana mucho se habló de la Antártida, por un presunto hallazgo de petróleo. Abundaron los títulos sensacionalistas y la evasión de que nuestra verdadera amenaza en ese territorio no es Rusia, sino el preocupado Reino Unido.

Esta semana se habló de la Antártida por un presunto hallazgo de petróleo, y abundaron los títulos, zócalos y bajadas sensacionalistas y erróneos, desde los del tipo alarmante “Descubrimiento de Rusia enciende alarmas en el mundo”, hasta un equivocado “El tratado antártico prohíbe la explotación en la zona” nos entretuvieron con información inmediata del tema. Que casi nada es como se comunica en ciertos medios lo tenemos medianamente claro. Pero también debería tomarse con pinzas el accionar del gobierno sobre el tema, con un ridículo pedido de explicaciones de nuestra Cancillería a Rusia que carece de sentido habiendo un plexo normativo suficientemente complejo como para satisfacer este tipo de escaramuzas por otras vías.

 

La situación territorial y de los reclamos de soberanía.

Los medios británicos, así como los chilenos y los argentinos, se alarmaron por un presunto descubrimiento de hidrocarburos por parte de Rusia en el Mar de Weddell, que al final no era ahí ni tampoco fue ayer, pero que se supone era en un territorio reclamado por esos tres Estados.

Una de las primeras cosas que podemos -casi que debemos- pensar desde el sur del mundo es qué anda haciendo ahora Rusia, pero otras veces Estados Unidos por acá. Luego deberíamos continuar preguntándonos ¿por qué Francia, Gran Bretaña o Noruega tienen un reclamo territorial por estos lados?

En los reclamos de soberanía sobre la Antártida hay fundamentos territoriales y también históricos, vinculados a la presencia a lo largo del tiempo. Por supuesto que pueden parecernos estos últimos reclamos históricos de quienes escriben leyendas para que los demás las aceptemos con fuerza de verdad, pero la idea no es adentrarse en consideraciones personales, sino en cuestiones fácticas.

Producto de que habían varios reclamos territoriales sobre la Antártida, y por la continuidad de la presencia de la Unión Soviética -hoy Rusia- tras el Año Geofísico Internacional, surgió la necesidad de un marco normativo, que fue el Tratado Antártico. Se firmó el 1° de diciembre de 1959 en Washington, por los doce países que habían desarrollado actividades entre 1957 y 1958 durante el Año Geofísico Internacional, que fueron Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Rusia y Sudáfrica. Entró en vigor el 23 de junio de 1961, al obtener la ratificación parlamentaria de todos los signatarios originales.

Entre sus objetivos principales está el uso pacífico de este territorio, la libertad de investigación científica, la cooperación científica, y el congelamiento de los reclamos territoriales. Sobre este último aspecto, si nos guiamos por el Tratado Antártico en su artículo IV, la Antártida no es de nadie, pero es de todos, aunque no está internacionalizada ni es Patrimonio de la Humanidad como se afirma por ahí: no reconoce ningún reclamo de soberanía, tampoco implica una renuncia a estos, deja claro que no se aceptan nuevos reclamos basados en permanencia de algún Estado en el marco del presente tratado. Hay sencillamente un congelamiento -vaya palabra oportuna- de los reclamos durante la vigencia del tratado.

Nuestro país posee un reclamo de soberanía sobre la Antártida, el mismo tiene que ver con la cercanía, pero además con la presencia en el territorio. Somos el Estado que más bases posee: 7 permanentes y 6 temporarias. Además, contamos con 120 años de permanencia ininterrumpida en el continente.

 

¿Se encontró petróleo en la Antártida? ¿Es la primera vez que ocurre?

Se realizaron exploraciones, estudios geodésicos, observaciones geofísicas, de los cuales surge que hay petróleo y otros minerales. Ya en 1973 el buque estadounidense Global Challenger descubrió hidrocarburos en el Mar de Ross. También hay registro de varias exploraciones rusas. De la que suele hacerse mención es de la reserva en el Mar de Weddell, que claramente debería importarnos porque está al oeste de la Península Antártica que es territorio reclamado por nuestro país, aunque la del revuelo actual no sería allí sino al sur del Océano Índico.

Si bien no es correcto afirmar que el Tratado Antártico prohíbe la explotación, como pudo verse en el zócalo de un conocido canal de noticias, tampoco hay que temer y alarmarse, al menos no por el temita Rusia e hidrocarburos en particular, siendo que tenemos acá nomás a Gran Bretaña ocupando nuestras islas en el Atlántico Sur, y con reclamos superpuestos en la Antártida gracias a dicha ocupación ilegal.

Además del Tratado Antártico, hay una serie de acuerdos conexos que conforman el Sistema del Tratado Antártico.

Entre 1988 y 1989, 19 Estados firmaron la Convención sobre Regulación de actividades asociadas a Recursos Minerales Antárticos. La misma nunca entró en vigencia, pero fue importante como antecedente del Protocolo sobre la Protección al Medio Ambiente, y porque coincidió con el debate en el mundo sobre la legitimidad del Tratado Antártico y la forma en que propone éste gestionar dicho territorio.

La Convención creaba órganos para regular la actividad de extracción de recursos minerales, pero contemplaba además categorías de países y una encendía ciertas alarmas: la de reclamantes y no reclamantes de soberanía. También organizaciones no gubernamentales vinculadas a la protección del medio ambiente se opusieron fuertemente a que se desarrollara este tipo de actividad en la zona, por lo que no se logró ratificar jamás.

Desde 1998 está vigente el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, que prohíbe la actividad relacionada con recursos minerales, salvo la investigación científica. El mismo es parte del Sistema del Tratado Antártico.

Muchas veces se informa, de manera errónea, que el Tratado prohíbe la explotación, cuando en si es el Protocolo, o que el Protocolo tiene fecha de caducidad en 2048.

El Protocolo, al igual que el tratado, tiene una cláusula que indica que durante los primeros cincuenta años de su vigencia sólo puede modificarse por acuerdo unánime de las Partes Consultivas del Tratado Antártico. Lo que podría pasar desde 2048, es que, cualquiera de esas Partes Consultivas convoque una conferencia de revisión del funcionamiento del Protocolo, conforme surge del artículo 25.2 del mismo.

Si se convocase una conferencia de revisión, podría ser modificado o enmendado por la mayoría de todas las Partes, incluidas las tres cuartas partes de las Partes Consultivas, pero cualquier modificación o enmienda sólo entraría en vigor con el acuerdo de las Partes Consultivas que aprobaron el Protocolo inicialmente.

El procedimiento para la modificación es bastante engorroso, pues se trata de generar consensos y no sólo de contar votos a mano alzada. La posibilidad que deberíamos temer, a lo sumo, es que alguna potencia abandone el Sistema del Tratado Antártico, asumiendo las consecuencias geopolíticas de ello.

Estas líneas no buscan discutir la presencia o no de tal o cual potencia extranjera que sin lugar a dudas no debería estar por estos lares -llámese Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia, China, ninguna tiene mucho sentido en nuestras latitudes- sino arrojar algo de claridad sobre ciertas afirmaciones completamente erróneas vertidas los últimos días. La línea editorial de este medio es sumamente clara respecto a los reclamos soberanos de Argentina sobre la Antártida, la Cuestión de las Islas Malvinas, y el repudio enérgico a la presencia del Reino Unido en nuestro territorio.