El pecado de perderse un descuento
La depreciación abrupta del poder de compra del salario instaló una ola de descuentos motorizado por las apps y las billeteras virtuales. Pero ahorrar lleva tiempo y organización, casi como otro trabajo. La guerra MODO vs Mercado Pago y las experiencias provinciales de billeteras virtuales.
“Un salario digno también implicaría no estar todo el tiempo buscando si te conviene con MODO, con Cuenta DNI, con qué banco, en qué supermercado, a los múltiples laburos que tenemos nos sumaron ese.” Escribí ese tuit un martes a la tarde volviendo del supermercado que tenía descuento con mi banco. Casi bajo emoción violenta, había caminado 3 km para ahorrar alguito más de $10.000 en mi compra semanal, en el medio me había mojado y había perdido casi dos horas de mi tiempo. ¿Cómo se monetiza el tiempo? ¿O acaso no es el único bien que no tenemos capacidad de recuperar?
La publicación en twitter tuvo un rebote inesperado, lo que me hizo empezar a problematizar la situación. Es imposible no empezar por la pérdida descomunal del poder adquisitivo del salario que terminó dando como resultado el pluriempleo, porque con un solo ingreso no alcanza y una racionalización extrema de cada consumo. En esa tierra fértil regada por el acceso más o menos universal al teléfono celular, crecieron las billeteras virtuales y en el afán de la mismas por conseguir clientes y competir por los descuentos es que empezaron a moldear la cultura del consumo.
Pero, por lo general, los descuentos tienen límites, restricciones en letra chica y trampas: lo descubrí luego de haber entrado a un grupo de whatsapp llamado “Descuentos y Promos” a los que me sumó una conocida, algo así como una comunidad para no perderse ninguna promo con reglas muy estrictas en donde si comentás algo te expulsan o borran el posteo. En el grupo hay 68 personas que festejan cuando alguien pasa el dato de que en tal esquina están regalando un suavizante para la ropa. A ese subsuelo nos llevaron.
¿La libertad de consumo?
En las redes sociales ya existe hace rato la categoría influencer de descuentos, usuarios que te tiran qué día y a qué hora hay descuento en qué cosa, pero veamos un ejemplo: el que no tenga la cena resuelta, con Rappi pagando con Astropay podes comprar un Grand Leyenda Mediano por $4160, más la tarifa de Rappi, más la propina. “Hay 50% off con Astropay postea uno de los influencers.” Pero ¿qué implica acceder a ese descuento? En principio, bajarte dos apps: una de delivery y otra billetera virtual. Sí, otra más y ni siquiera elegir la hamburguesa que queres comer. Hasta ese gusto que te dabas te lo direccionaron, te hacen sentir que es un pecado mortal perderte esa promo.
Esa lógica se repite todo el tiempo y se suma a una sensación de culpa cuando te olvidas de comprar algo con la promo y tenes que sacar la billetera en el comercio de tu barrio. Si a esos descuentos y a esos topes les restamos el tiempo y la movilidad que conlleva llegar hasta la grandes superficies, ¿qué es lo que realmente nos estamos ahorrando? ¿No nos estamos alienando cada vez un poco más incluso cuando consumimos?
El estado de BienestAPP
Llevados por la ola de las billeteras virtuales, algunas administraciones provinciales lanzaron a través de sus bancas regionales su versión de apps para transacciones financieras. El caso más relevante es el de Cuenta DNI un desarrollo del Banco de la Provincia de Buenos Aires que ya cuenta con 9 millones de usuarios y superó en volumen de operaciones de MODO y Mercado Pago.
La vedete de la política de consumo propulsada por Axel Kicillof, aparte de los descuentos en comercios de cercanías que cuentan con un tope de devolución bajo, es el descuento en carnicerías que llega a ser de hasta $24.000 mensuales y en el último año performó una postal inédita: las carnicerías de la Ciudad de Buenos Aires con filas interminables los sábados a la mañana para hacerse del descuento, porteños asegurándose proteína animal con dinero de los bonaerenses, toda una paradoja para los ciudadanos del distrito más rico del país.
Hay otros estados provinciales que aplicaron la misma política: uno fue Santa Fe durante la administración del peronista Omar Perotti que creó Billetera Santa Fe, luego discontinuada por la gestión de Maximiliano Pullaro, para más tarde relanzarla en modo light. Y un intento exitoso de Jorge Capitanich vía el Banco del Chaco.