El negacionismo más violento es el invisible y naturalizado: Memoria, Verdad y Justicia, más que nunca, un horizonte urgente a conquistar

23 de marzo de 2024
Rodolfo Pablo Treber

Rodolfo Pablo Treber, analista económico , dirigente del  Encuentro Patriótico.

A 48 años, la dictadura cívico militar significa una herida que día a día se abre más, al calor de la profundización del modelo que vino a instalar. La democracia liberal, la dependencia económica y el modelo productivo vigente son su herencia genuina. Memoria, Verdad y Justicia no son reivindicaciones a celebrar, sino banderas de lucha y un horizonte urgente a conquistar.

Cuando se habla del 24 de marzo de 1976 y los compañeros desaparecidos, casi siempre lo que trasciende o se publica es el anecdotario policial, el relato macabro de la persecución, captura, tortura y muerte, y casi nunca se hace alusión a las causas por las cuales el imperialismo secuestró, torturó y asesinó a 30.000 argentinos. Así, las acciones llevadas a cabo por memoria, verdad y justicia, son parciales, no llegan a ser completas, dado que la puesta en escena del proyecto político de liberación nacional al que pertenecían queda para un después que nunca llega; no se explican las razones profundas que el terrorismo vino a destruir.

Las denuncias civiles y penales, no hacen justicia plena si no se incluye el proyecto político como factor determinante. De lo contrario, la crueldad del imperio parece gratuita, inexplicable, absurda y puede quedar como un “error” histórico o un acto de locura de algunos sujetos. Hace de las víctimas de una geopolítica imperial personas con una terrible mala suerte, que estuvieron en el momento y lugar equivocado, cuando en realidad fueron estudiados, apuntados, perseguidos y asesinados con un propósito definido. De otra manera no se explica el terrible ensañamiento con la militancia de base, delegados de fábrica y estudiantes. En consecuencia, si no se abordan las verdaderas causas nunca estaremos cerca de restituir el terrible daño generado; porque, aunque el terrorismo fue brutal y perverso, no por eso dejó de ser planificado, inteligente y eficaz en el cumplimiento de sus objetivos.

Hay que volver a poner sobre la mesa política nacional las verdaderas causas del terrorismo de estado. Ahí es donde se encuentra naturalizado el negacionismo sobre el modelo económico productivo que vino a destruir la dictadura, y, también, sobre el que vino a instalar.

 

Lo que vinieron a destruir

La amenaza que representaban esos miles de jóvenes para la voluntad de la geopolítica norteamericana, era que habían transformado el proyecto político en su propia vida, estaba encarnado en su piel junto con una fuerte convicción e inquebrantable voluntad de llevarlo a cabo. Así, tanto en la fábrica, como en la facultad o el barrio, su mayor elocuencia no era lo que decían sino lo que hacían; con sus actos, sus propias vidas, divulgaban, difundían, luchaban y daban testimonio de una Argentina industrial, pujante, con trabajo, y en pleno crecimiento económico, social y cultural.

Entonces, sus propias vidas eran sus discursos más poderosos. Y, cuando alguien hace de la propia vida su discurso, la única forma de silenciarlo es… matándolo.

Simple y brutal razonamiento de la embajada y los servicios de inteligencia, mortal pero eficaz freno a un debate político que subía desde el pie. Ya no era solo el regreso de Perón, se trataba de la proyección al futuro de otros, miles de protagonistas que estaban decididos a perpetuar y actualizar a los distintos contextos su doctrina. Un pueblo trabajador que había luchado para traer de vuelta al general con la mira puesta en un futuro de grandeza para la Patria. Una militancia, un sentimiento, una forma de actuar no sectaria que unía a la juventud peronista con la izquierda nacional, el radicalismo por la liberación y el nacionalismo popular.

Era la Argentina con el pueblo mismo como actor principal, defendiendo un modelo de desarrollo económico propio. Ni capitalista 100% privado, ni comunista 100% estatal. El Estado, como vector de la comunidad organizada, ocupando los sectores estratégicos de la economía, produciendo e impulsando, conduciendo y promoviendo al desarrollo del capital privado en grandes, pequeñas y medianas empresas. Modelo de economía mixta que tuvo enorme éxito en el país y era criticado en los dos polos del orden mundial por no subordinarse ni someterse a ninguno de ellos.

Y como si fuera poco, un modelo productivo que sembraba la, cada vez mayor, participación de los trabajadores. Ejemplo de esto fue la designación de directores obreros en todas las fábricas estatales de la época, tanto en las civiles como militares, dando luz a una militancia industrial que defendía lo propio mucho más allá de la mera reivindicación salarial. Organización colectiva de los trabajadores que empezaban a observar y comprender el mundo empresario, las estructuras de costos, los márgenes de ganancias; una verdadera participación que garantizaba una distribución más justa de las riquezas y un aumento de los beneficios empresarios de la mano con los derechos y el salario.

En otras palabras, una nación políticamente soberana, económicamente libre y en camino a ser socialmente justa, con una comunidad que se organizaba a través de las relaciones políticas y humanas.

Toda eso es lo que vino a destruir el terrorismo de la dictadura cívico militar en 1976.

 

El modelo impuesto, vigente y en franca profundización

En síntesis, impusieron un modelo de economía primarizada, anti industrial, con el objetivo máximo de saquear nuestros bienes comunes naturales e impedir el desarrollo endógeno.

Así, y luego de casi cinco décadas, dejaron una Argentina con hambre a pesar de producir materias primas para abastecer a 10 veces su población, un pueblo desempleado aun cuando esta todo por hacerse, un país sin industrias y lleno de productos importados, una Patria hermosa y rica naturalmente, pero oprimida y empobrecida por la implementación de un proyecto político que atiende a intereses foráneos.

Una economía liberal, con el comercio exterior en manos de un puñado de transnacionales que deciden qué entra y sale del país, dejando el absurdo saldo anual de 6 millones de puestos de trabajo importados en manufacturas, mientras que nuestro pueblo sufre la ausencia de empleo genuino y la aberración de ser exportadores de materias primas mientras padecemos hambre.

Una Patria dependiente de la logística extranjera por no contar con buques de bandera nacional, mientras que antes de 1976 supo tener la quinta flota mercante más grande del mundo y la segunda en tamaño de Nuestra América.

Una situación financiera de dependencia a una moneda extranjera, endeudamiento permanente y fuga incesante de capitales, mientras que, hasta 1976, teníamos posición neta acreedora con el mundo y, en los últimos 40 años, tuvimos un superávit comercial superior a 200,000 millones de dólares.

Una nación sin crédito para la producción ni la vivienda por la vigencia de la ley de Entidades Financieras de facto de Martinez de Hoz, que permite que un puñado de Bancos y Fondos de Inversión determinen la política monetaria, mientras que, hasta 1976, el Banco Central de la República Argentina administraba y orientaba el destino del ahorro nacional.

Un mercado interno regulado por el acopio y fijación de precios de un grupo concentrado de empresas transnacionales, mientras que hasta 1976 lo hacía el propio Estado argentino a través del acopio y distribución de mercaderías del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio).

Por todo esto y más, es que existe un fuerte y naturalizado negacionismo sobre lo ocurrido en la dictadura. Pero este no proviene únicamente de las opciones netamente neoliberales, es propio de todo el arco político nacional.

El alineamiento absoluto de las fuerzas políticas de esta democracia liberal y tutelada, hacia un mismo modelo económico/productivo imposibilita el debate sobre el quehacer para solucionar los problemas de fondo de la Argentina. Qué hacer con el comercio exterior para administrarlo en beneficio de la producción nacional y recuperar el trabajo; qué hacer con el sistema financiero para cesar la fragante fuga de capitales legalizada desde la ley de entidades financieras, aún vigente, de Videla y Martinez de Hoz; qué hacer con los pasivos remunerados del BCRA para desarmarlos y orientar ese enorme flujo de fondos al crédito productivo; qué hacer para industrializar la Patria y dejar de lado, de una vez y para siempre, la dependencia a una potencia extranjera. Qué hacer para pegarle una patada en el orto al FMI y que nunca más vuelva a circular el veneno del dólar en nuestra economía.

Todos esos debates se encuentran ausentes, no porque no sean de interés popular sino porque desde la dictadura militar están saldados a favor del extranjero y en detrimento de lo nacional.

Más que nunca, honrar la Memoria es organizarnos, encarnar y militar, hoy, un proyecto de liberación nacional.

Verdad, es denunciar que el modelo productivo económico vigente es el que vino a imponer la dictadura militar.

Alcanzar la victoria, liberar la Patria, es la única forma de conquistar la Justicia para nuestros 30.000.