El alimento es bien social

24 de agosto de 2024
Enrique Mario Martínez

Enrique Mario Martínez es ex Presidente del INTI. Actual coordinador del Instituto para la Producción Social.

"En estos tiempos de memoria corta no suele recordarse que gran parte de la historia de la humanidad tiene que ver con una búsqueda permanente y angustiosa para garantizar el alimento en cada comunidad. Agregando, además, que era responsabilidad de la autoridad política de cada lugar conseguir eso". Una propuesta de Enrique Mario Martínez, desde las tres consignas.

Buena parte de las guerras, hasta entrado el siglo 18, tuvieron que ver con resolver esa cuestión, ya que la población crecía a mayor ritmo que la productividad agropecuaria o la expansión de las tierras trabajadas.

El caso argentino es paradigmático. Su industria exportadora más antigua, la de la carne, no se desarrolló como un negocio capitalista, que teóricamente busca las mejores demandas a atender, sino como un abastecimiento programado de alimento para el pueblo inglés. Las razas vacunas, los frigoríficos, el transporte primero congelado y luego refrigerado, las carnicerías de Manchester o Birmingham, constituyeron una cadena de producción en que la meta era poner carne barata en la mesa de los ingleses y como subproducto generaba un escenario equivalente para los consumidores argentinos.

Esta organización tuvo vigencia por más de un siglo, hasta la guerra de Malvinas, en que el bloqueo comercial inglés llevó a la actividad local a buscar otros destinos y a encontrarlos. En ese punto de quiebre conceptual, la cadena de exportación de carne dejó de ser un servicio de abasto trans continental, para pasar a ser un negocio, que buscó la rentabilidad máxima posible. 

Ruego se advierta que lo comentado es paradojal. Cuando éramos una parte del suministro británico, nuestra carne bovina era más barata, tanto al exportarla como al consumirla, que cuando nos sumergimos en el mercado internacional global.

¿Qué enseña esta importante experiencia histórica sobre la posibilidad de contar con alimentos más baratos en nuestro país en el presente?

Esencialmente, que hay dos formas de producir alimentos: 

  • Una, para cubrir una necesidad básica de la población.( en el ejemplo, de los ingleses)
  • Otra, para ganar plata.

La primera opción no quiere decir perder plata, como lo demostraron los frigoríficos ingleses y norteamericanos en el caso de la carne. Quiere decir priorizar el suministro del alimento, a valores accesibles.

Si quienes marcan el camino y lideran los sectores, eligen el camino de ganar plata ante todo, agarrate. Si superponen el mercado externo al mercado interno y buscan trasladar la mayor rentabilidad obtenida en el primero al segundo, agarrate con las dos manos. Si establecen alianzas de más de un segmento de las cadenas de valor, como la producción más la comercialización y además buscan rentabilidades que satisfagan a sus accionistas en bolsas de comercio internacionales, agarrate con manos y pies.

Todo esto sucede en la Argentina de estos tiempos.

¿Cómo se sale?

Ante todo, caracterizando adecuadamente el problema, sin esconder la basura debajo de la alfombra y fijando el eje de lo que se pretende hacer, porque el primer cruce de caminos muestra dos opciones:

  1. Pujar con quienes ven al suministro de alimentos a la población argentina como parte de un negocio mundial, para que hagan alguna concesión a consecuencia que este es el país donde están produciendo.
  2. Ayudar a construir cadenas de abastecimiento de alimentos que tengan como prioridad atender las necesidades de la población. Eso sí, obviamente, sin necesidad de convertirnos en una colonia inglesa de nuevo. 

La primera vía, que suma precios máximos o cuidados, suspensión temporaria de exportaciones, creación de fideicomisos por parte de los exportadores, para subsidiar los precios en el mercado interno, engendros como la ley de góndolas, es la elegida en los últimos 50 años. Es natural consecuencia de admitir validez general al axioma que sostiene que “quien pone una empresa lo hace para ganar plata”, expresado como motivo excluyente e indubitable.

La alternativa,la segunda opción, requiere información, pasión y paciencia. Todo eso, trabajando sobre algunos ejes básicos:

  1. Todo quien produzca para el mercado interno como prioridad, debe tener acceso a la tierra para obtener sus materias primas o debe tener acuerdos con quienes las obtengan, para contar con una elemental previsibilidad de costos. Un molino harinero debe producir el trigo que elabora o tener un contrato previo a la siembra con quien le abastezca el trigo. Así siguiendo.
  2. El tamaño del emprendimiento es poco relevante en términos de economía de escala. Para casos como el de la industria lechera y varios otros, los costos de logística para la materia prima y el producto final tienen tan alta incidencia, que las grandes procesadoras tienen costos mayores que las pequeñas. El costo de producción en puerta de fábrica depende más fuertemente de las condiciones en que se accede a la materia prima que de cualquier otro factor.
  3. Un problema siempre presente -más allá de los límites de la fábrica – es la necesidad de consolidar la oferta de muchos pequeños productores para evitar costos descalificadores en la etapa de distribución y comercialización, especialmente por los cargos financieros que implica tener stocks distribuidos por una gran geografía como la nuestra. En consecuencia, las alianzas entre productores y una política de financiación muy barata de stocks de productos terminados, deben formar parte del conjunto de instrumentos a utilizar.
  4. Las frutas y verduras que se consumen sin procesamiento industrial generan los escenarios en que los productores se encuentran en mayor condición de fragilidad, ya que su producto tiene corta vida útil y cualquier defasaje entre oferta y demanda, sobre todo cuando la oferta es abundante, puede producir pérdidas importantes a quien trabaja la tierra. Esa condición de debilidad relativa tiende a convertirse en permanente, con la subordinación del productor a intermediarios que controlan las etapas siguientes, hasta el consumidor. Los dos extremos de la cadena – productor y consumidor – quedan expuestos a maniobras especulativas permanentes y sobre todo en tiempos de inflación alta, se puede pronosticar que son perjudicados con seguridad.

Las soluciones intentadas en el mundo a este problema son varias. Todas tienen en común vincular de manera efectiva a productores con consumidores. Una lista mínima, no excluyente:

d1: Cinturones hortícolas en cada comunidad, que minimicen los costos de traslado.

d2: Ferias de productores, que no solo eliminan todo paso intermedio, sino que otorgan a los productores información sobre el modo de orientar mejor su oferta.

d3: Convenios de producción entre huertas, granjas o tambos con grupos de consumidores y/o minoristas, que financian cada ciclo productivo desde el inicio, recuperando su aporte en producto, de una manera especificada en el acuerdo inicial.

d4: Compras masivas a cargo de alguna entidad público privada, que es luego la encargada de abastecer a los comerciantes minoristas.

d5: Producción a cargo de organizaciones comunitarias, ya sea del producto final – en el caso hortícola o frutícola – o de insumos – como en el caso de granos para producción de carne -, o incluso de productos con cadena más compleja, como la carne vacuna, aviar o porcina, que habiliten una integración comunitaria en una cadena con el fin definido y rotundo de abastecimiento popular, alejado del negocio que maximiza una rentabilidad.

El detalle anterior es ejemplificador de caminos posibles, pero a la vez los detalles nos hacen correr el riesgo de alejarnos de los conceptos básicos sobre los que se puede fortalecer y colocar en el centro de la escena un sistema de producción de alimentos para el mercado interno, que sea independiente de los negocios ligados al mercado internacional.

Esos conceptos, extraídos del detalle anterior, pueden resumirse así:

  • Integración vertical de las cadenas productivas, desde la tierra a la mesa.
  • Alianzas de productores y de éstos con la comunidad y los ámbitos públicos.
  • Cadenas cortas que permitan llegar a la comunidad local, con ésta como participante activa en la producción y de allí, en círculos concéntricos, a ámbitos regionales y nacionales.

Estos atributos aplicados con tenacidad y de manera sistemática permitirán recuperar el abastecimiento de alimentos como una actividad emprendedora social, que actuando en el mercado, es un servicio a la comunidad.

El resto de la estructura actual de la actividad, hoy pensada y organizada como negocio, que se monta sobre valores que le permiten legitimar el acopio de zapatillas o útiles escolares o yerba en un galpón para especular con su precio de ocasión, tendrá varios grados de libertad para trabajar, a pesar de perder progresivamente su situación hegemónica.

Podrá fortalecer su actividad exportadora, eliminando o reduciendo sus lazos con el mercado interno.

Podrá participar de alianzas comunitarias, en paralelo con su actividad exportadora, a través de canales con lógica diferente.

En todo caso, habrá de ceder en beneficio del conjunto de la sociedad el derecho de definir qué comemos, cuándo y a qué precio.

Varios de los conceptos señalados hasta aquí son perfectamente opinables y hasta cuestionables, en la medida que se busca construir un escenario  nuevo. 

Tal vez lo único que ya no hay tiempo para seguir haciendo es ese juego facilista que considera que la manera de producir y distribuir alimentos en el país es la que hoy hay y solo es posible discutir con las empresas hegemónicas. Como contraparte de esa simplificación aparece una y otra vez la pregunta, que duda de la capacidad de abasto del resto del sistema, por parte de aquellos que trabajan solo para el mercado interno, como si fuera cuestión de abrir un mueble y salieran las ofertas. Justamente, el estado de cosas actual bloquea esa posibilidad. Bastará tomar la decisión de conseguirlo para modificar el panorama gradualmente, aunque mucho más rápido de lo imaginado.

Si no entendemos las causas, incluso las causas históricas de los problemas; si no nos tomamos el tiempo para diseñar nuevas formas e implementarlas; NUNCA HABRÁ SOLUCIÓN.

POR DÓNDE EMPEZAR

Creemos que hay 5 frentes para encarar tan compleja cuestión.

  1. Estimular y fortalecer a los pequeños productores.
  2. Aumentar el vínculo cercano entre productores pequeños y  consumidores.
  3. Mejorar sustancialmente la eficiencia de los sistemas de distribución y comercialización.
  4. Elegir algunas cadenas productivas para modificar las relaciones entre eslabones.
  5. Redefinir la estrategia de la asistencia alimentaria.

1 – LOS PEQUEÑOS PRODUCTORES

Como principio general estos actores deben poder trabajar con serenidad, disponiendo de los cuatro factores de producción: tierra, trabajo, capital y tecnología.

. La reclamada ley de acceso a la tierra, con créditos accesibles y de largo plazo, para comprar tierra de aptitud agrícola y ganadera, debe formar parte prioritaria de cualquier programa de gobierno.

. Se debe incursionar en la financiación de proyectos nuevos o en operación con aporte de capital transitorio, en lugar del préstamo convencional, con la recuperación del aporte de capital en plazos pautados. 

Para implementar esto seguramente habrá que crear una figura extrabancaria: el fondo de inversión transitoria en agroindustrias (FITA). Este fondo permitirá aumentar capacidades seleccionadas producto por producto y región por región.

. Se debe constituir una mesa permanente de asistencia técnica a pequeños productores de alimentos, integrada por INTA, INTI y toda unidad provincial de investigación y desarrollo en el área.   

2 – AUMENTAR EL VÍNCULO ENTRE PRODUCTORES PEQUEÑOS Y CONSUMIDORES

La figura utilizada hasta el momento es centralmente la feria, de frecuencia irregular, con venta directa a cargo de productores.

. Estas ferias deben ir progresivamente siendo reemplazadas por Mercados Populares, en que vendan solamente productores directos, dando prioridad a los productores de cercanía. Cada Municipio debe hacerse cargo de constituir un Ente Público Privado de administración del mercado, relevando al productor de vender en persona, a cambio de comisiones pequeñas definidas de antemano.

Consideramos a estos mercados sólo como testigos de buenas prácticas de comercialización. Es necesario construir una dinámica de transformación del comercio de proximidad, para que se puedan incorporar como sujetos activos los pequeños productores locales, logrando que el comercio promueva la producción local y viceversa.

La figura del comercio de ramos generales que termina fijando que se consume en cada localidad, especialmente en las más pequeñas, debe desaparecer, dando lugar al protagonismo de los productores en contacto directo con los consumidores.

. La conexión entre productores y consumidores debe ir más allá del momento de la venta del producto final. Debe comenzar, en la medida de lo posible, en el momento de la siembra de las materias primas a utilizar luego como producto fresco o elaborado. Esto implica:

. El estímulo a la creación de Unidades Transitorias, donde un grupo de consumidores financia el cultivo de frutas u hortalizas; la producción de leche; de huevos; de pollos de campo; de otros animales menores. Los financistas se deberían cobrar luego en producto, con mecanismos pautados en cada UT.

. En la misma línea, el estímulo a la creación de UT de segundo nivel, donde la producción primaria no se vende, sino que se industrializa como servicio en un molino harinero o yerbatero, planta aceitera, láctea, o similares. De tal modo, el consumidor acompaña al productor desde la semilla hasta la mesa.

Cabe aclarar que estas ideas no son originales. Son de generalizada aplicación en el mundo central, sobre todo en Japón y los países angloparlantes.

3 – MEJORAR LA EFICIENCIA DE LA DISTRIBUCIÓN Y LA COMERCIALIZACIÓN

La situación en este frente es precaria.

Existen mercados de concentración en las grandes ciudades del país, donde una proporción alta de intermediarios vende productos frescos recibidos en consignación, con mecanismos de pago a los productores que incluyen liquidaciones opacas, con gastos no verificables con facilidad, en lo que constituye una situación de hecho de neo servidumbre. 

Los minoristas que se abastecen allí, a su vez, existen en número desproporcionado, en buena medida a causa que el capital necesario para instalar un comercio de alimentos frescos es relativamente bajo y la experticia previa tiene un umbral modesto. La relación de consumidores por unidad comercial es muy baja, especialmente en los grandes aglomerados urbanos. 

En las carnes, a su vez, por tratarse de la industria más vieja de la Argentina, aparecen allí los vicios más trillados e instalados en el comercio. La figura del matarife abastecedor habitualmente oculta formas de evasión que explican los frecuentes cambios de sociedades que administran los mataderos y todo lo que de ello se deriva, incluyendo los subproductos no comestibles y hasta la recuperación de los residuos del comercio minorista. Aquí la revisión y transformación debe ser paulatina pero plena. Es imposible asegurar equidad en esta actividad con tanta oscuridad operativa.

En cuanto a los productos elaborados, solo las empresas líderes tienen distribución directa a los comercios de cercanía. Para los demás productos, el sistema vigente obliga a agregar la figura del mayorista, al cual el comercio de proximidad debe recurrir para proveerse. 

Todos los escenarios descritos no solo son ineficientes, agregando costos que inexorablemente castigan   los bolsillos de los consumidores, sino que dan poder a intermediarios comerciales/financieros que toman beneficio de aquellos otros eslabones que son realmente necesarios en la cadena.

Aquí es necesario reconfigurar estos espacios rama por rama, involucrando – se reitera – de manera colaborativa a los productores en la distribución y comercialización de sus productos, dando forma así a nuevos actores de alcance provincial, que sustituyan progresivamente a los intermediarios tradicionales y constituyan el puente hacia los mercados de productores arriba mencionados.

4. ELEGIR CADENAS PRODUCTIVAS ESPECÍFICAS PARA MODIFICAR LA RELACIÓN DE PODER A SU INTERIOR.

Todo programa que busque alcanzar metas superadoras de carácter nacional en un tema tan sensible como la alimentación, debe acompañar los criterios y postulados básicos con acciones concretas que sirvan para fortalecer esos conceptos.

Hay una serie de ramas de las que pueden emerger soluciones diseminadas.

Tal el caso de:

  • Banana. 
  • Frutos subtropicales.
  • Acuicultura.
  • Ganado caprino, lanar y llama.
  • Legumbres

En las cinco áreas mencionadas el potencial de desarrollo es muy grande, con efectos económicos y nutricionales significativos para la población argentina.

5. REDEFINIR LA ESTRATEGIA DE ASISTENCIA ALIMENTARIA

Este flanco es el más relevante de una política alimentaria global.

Admitir la alimentación como una condición biológica elemental de supervivencia es un hecho obvio. 

A la vez, entender que la economía de mercado convierte a la producción de alimentos en un negocio, donde algunos empresarios pueden poner en riesgo el acceso a estos bienes a consecuencia de buscar la mejora de su rentabilidad, agrega un componente crítico.

Finalmente, como derivado de un silogismo trágico, se debe advertir que si la alimentación depende de contar con capacidad de compra, esto deja en evidencia la posibilidad de hacer incompatible la necesidad biológica con el funcionamiento del mercado.

La indigencia, como realidad del tejido social, se ha buscado atenderla por una combinación de dos acciones:

. La generación de trabajo remunerado para esa fracción de la población.

. La distribución de alimentos a comedores comunitarios, a cargo del Estado u otras entidades sociales.

Nos permitimos señalar que de esta manera estamos naturalizando el funcionamiento de la economía de mercado tal cual la hemos descrito y nos estamos limitando a tratar de paliar sus efectos nocivos. 

Sigue vigente así el axioma central: Para comer, se debe tener dinero. Quien no lo tiene, depende de la asistencia pública.

Creemos que el concepto básico debe dar un giro.

El trabajo para todos es una meta irrenunciable, pero con tiempos más dilatados que las necesidades biológicas.

Sumado a esa meta, debe establecerse el DERECHO A COMER.

Este derecho debe implementarse en un plano equivalente al derecho a educarse o el derecho a la salud, con los efectos inmediatos obvios que la condición humana requiere.

Eso significa la aplicación práctica de la siguiente secuencia:

  1. Se define la dieta básica expresada en calorías diarias y porcentaje de proteínas, para cada franja etaria y de género.
  2. Se calcula su costo promedio, que se debe actualizar mensualmente.
  3. Quien no tiene medios para comprar su dieta, pide acceso a ella. Cuando recibe la habilitación, la entrega a un comedor comunitario.
  4. Cada comedor administra la dieta de todos aquellos que la solicitaron.
  5. El Estado verifica de manera permanente la relación entre dietas habilitadas y dietas suministradas.
  6. Se promueve de manera permanente las alianzas entre comedores y productores, buscando la integración vertical y el aumento sistémico de la eficiencia general.
  7. Todo el sistema de comedores comunitarios, incluyendo por supuesto el trabajo del personal que lo opera, tiene financiamiento público.
  8. Para tal presupuesto, se establece una alícuota especial de IVA a las ventas de industrias alimenticias o comerciantes mayoristas o minoristas de alimentos que superen un cierto nivel de facturación, a determinar.

Del modo descrito se definen varios conceptos que han sido motivo de controversias no resueltas, por décadas.

  1. Se establece el derecho a la alimentación básica.
  2. Se considera que el instrumento institucional es una red de comedores comunitarios, para la cual se compromete financiación integral.
  3. Se considera que las empresas hegemónicas en el sistema de producción, distribución y comercialización de alimentos deben contribuir a la financiación de la red de comedores.

Visitá la página de Las Tres Consignas