De Lord Shakleton a Vladimir Putin

18 de mayo de 2024
David Acuña

David Acuña, historiador, profesor y militante peronista. 

El profesor David Acuña nos aporta reflexiones para pensar algunos hechos de la coyuntura actual en clave de soberanía.

El 1 de diciembre de 1959 Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica y la entonces Unión Soviética, firmaron en Washington el Tratado Antártico, el cual entró en vigor en 1961 al ser ratificado por los parlamentos de los países signatarios. Actualmente, el Tratado tiene 54 Partes (29 consultivas con voz y voto y el resto son adherentes).

El Tratado Antártico establece un régimen internacional donde no se niega ni se ratifica derecho soberano alguno hasta el 2048, fecha en la cual debería poder sanearse de alguna manera las diferentes pretensiones y reclamos.

El sector antártico reclamado por nuestro país está comprendido por el paralelo 60º Sur como límite Norte, y los meridianos 25º y 74º de longitud Oeste. A su vez, los reclamos de Chile y el Reino Unido se superponen con el argentino.

Argentina y Chile han reconocido mutuamente el derecho a reclamar soberanía sobre la Antártida. Lo han dejado asentado en las declaraciones conjuntas “Juliet Gomez-Bramuglia” (1947) y “Pascual La Rosa-Germán Vergara Donoso” (1948). Ambas declaraciones fueron ratificadas por los presidentes Juan Domingo Perón y Carlos Ibáñez dentro del marco del llamado ABC. De esta manera, ambas naciones han enmarcado sus respectivas pretensiones en un marco de unidad sudamericano que va en la misma senda de los libertadores San Martín, O'Higgins y Bolívar. La Argentina y Chile otorgan a la Antártida un carácter de extensión sudamericano.

El expansionismo en la era colonial y luego en el desarrollo capital-imperialista empujó a las potencias occidentales entre el siglo XVIII y XIX a competir por el control de mares y dominar los pasos interoceánicos. En este contexto se explica la usurpación de Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833 con el previo ataque estadounidense a las infraestructuras argentinas en Isla Soledad en 1831.

Desde ese momento, Gran Bretaña ha depredado la fauna marítima y demás recursos naturales que por derecho le corresponden a nuestro país. Entre las varias afrentas que llevó adelante contra nuestra soberanía se encuentra el estudio desarrollado por el Departamento de Geología de la Universidad de Birmingham, a solicitud de la Cancillería británica, que dio lugar al Informe Griffiths (1971) y la posterior incursión encabezada por Lord Shakleton el 3 de enero de 1976 al cumplirse exactamente 143 años de la usurpación con el objetivo de verificar la existencia de hidrocarburos en la zona.

En ese entonces, en un acto de reafirmación soberana, la presidenta Isabel Perón instruye al ARA Almirante Storni para que detenga al buque británico que navegaba a 78 millas al sur de Puerto Argentino, o sea, dentro del límite de la jurisdicción argentina de las 200 millas alrededor de las Islas.

Los británicos se rehusaron a ser abordados o seguir al Storni al puerto de Ushuaia. Apoyado por un avión de reconocimiento marítimo Neptune de la Armada, el destructor realizó varios disparos sobre la proa del Shackleton que, a pesar de ello, prosiguió su ruta. Luego de este episodio la Argentina retira su embajador ante la corona británica evaluando la ruptura total de las relaciones diplomáticas. El golpe cívico-militar de 1976 impidió que se avanzara con esta medida.

El resultado de la contienda bélica de 1982, la derrota política autoasumida por los gobiernos de la restauración democrática al llevar adelante las Declaraciones de Madrid (1989 y 1990) y seguir aplicando en esencia el plan económico diseñado por José Alfredo Martínez de Hoz, ha provocado que la Argentina se encuentre ante una instancia de subordinación al capital transnacional transformándose en una verdadera semicolonia por más que la retórica de los políticos profesionales sostenga otros postulados.

En estos días ha circulado la noticia a nivel mundial que una investigación realizada por el buque ruso Alenxander Karpinsky bajo directivas del gobierno de Vladimir Putin ha descubierto en territorio antártico la mayor reserva petrolera del mundo. Según estimaciones, los recursos de hidrocarburos equivaldrían a 10 veces la producción de 50 años en el Mar del Norte, el doble de los pozos saudíes o una treintena mayor a la producción prevista para Vaca Muerta. La información fue filtrada por el diario británico The Telegraph, pero la investigación rusa comenzó a desarrollar durante el año 2020.

Como primera reflexión, teniendo en cuenta el marco descripto en los inicios de esta nota, diremos que a priori nunca es malo que se encuentren recursos estratégicos en el territorio que reclamamos como propio. Sin embargo, pasa a ser un elemento más de tensión geopolítica por no contar con una política eficaz de defensa y explotación soberana de nuestros mares y tierras australes. ¿Si desde las barrancas del Paraná los grupos económicos drenan el trabajo argentino y controlan la logística del narcotráfico, hasta el robo de la riqueza pesquera por buques chinos, rusos, españoles, taiwaneses y británicos, por qué habríamos de pensar que la posible riqueza antártica quedaría en manos argentinas?

Como segunda reflexión, señalamos que todos los países que reclaman territorios y fueron primeros signatarios del Tratado Antártico pertenecen hoy a la OTAN salvo Rusia, Chile y por ahora Argentina. Decimos por ahora, porque el pro sionista-anglosajón de Javier Milei ha solicitado formalmente el ingreso a dicha alianza militar desconociendo en los hechos que tal organización mantiene una base militar operacional en islas Malvinas. ¿En qué cabeza cabe pedir el ingreso a una organización militar supranacional donde sus miembros son beneficiarios de un enclave colonial en nuestro territorio?

Como tercera cuestión nos resulta bastante sugestiva la visita del presidente Javier Milei a la Antártida, su verborragia glorificadora de Margaret Thatcher, sus actos constantes de humillación ante la generala Laura Richarson y su condena a un comunismo mundial inexistente en momentos en se encuentran esta magnitud de recursos en el Sector Antártico Argentino al mismo tiempo que se eleva la tensión en el escenario de una nueva Guerra Fría entre Occidente y el eje Ruso-Chino.

Y como cuarta cuestión señalaremos que sería por sobradas cuestiones inteligente llevar una política exterior regional tanto para la cuestión Antártica, como para el ejercicio soberano de nuestros mares. Chile debería ser nuestro socio natural no solo ante un escenario futuro de explotación antártico, sino que se vuelve estratégico a la hora de la confrontación con los intereses británicos en la región. Y con respecto a los demás países sudamericanos sería un hecho de real fortaleza proponerles una alianza económica de explotación conjunta de los recursos marítimos y tal vez soñar con una empresa pesquera, logística, científica y hasta militar conjunta que contrapese la política de la OTAN y la depredación de las naciones extraregionales.

La Argentina hoy no cuenta con un gobierno que piense todas estas cuestiones en clave nacional. Pero también hay que decirlo, desde la restauración democrática a la fecha poco se ha hecho en retomar la doctrina industrialista de desarrollo con justicia social y la tercera posición en el marco internacional truncas como razón de Estado a partir del golpe de 1955. El ejercicio real de la soberanía no es una mera declaración de principio, sino, y, sobre todo, el recurrir a todos los medios necesarios con los cuales hacer crecer la fuerza social propia que permita enfrentar a nuestro enemigo histórico anglosajón junto a sus aliados internos.