Colonialismo explícito
Una bandera yanqui flameando en la provincia de Tierra del Fuego, donde sus aliados británicos mantienen usurpado nuestro territorio en las Islas Malvinas. Todo en la semana de abril en la que homenajeamos a nuestros combatientes. Javier Milei disfrazado de militar anunciando con el Comando Sur la instalación de una base naval. Postales de un colonialismo explícito que nos marca la responsabilidad histórica de defender nuestra Patria.
El 23 de febrero arribaba al pais Antony Blinken, jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cargo más poderoso en clave institucional en términos políticos del gabinete presidencial, y el personaje que actualmente lo ocupa, es un emergente del poder real en el país del norte, un auténtico representante de aquello que han dado en conocer como “Deep State” (el Estado profundo) global.
Hasta hace unos pocos días, quien lo acompañaba como segunda en el cargo, era Victoria Nuland, asesora de seis presidentes y diez secretarios de Estado a lo largo de su carrera como lobbysta del complejo militar industrial y tecnológico. Una muestra del poder permanente, mas allá de las inestabilidades políticas con la que le meten show a la fatídica democracia que exportaron e impusieron en todo Occidente.
Aquel 23 de febrero, Blinken paseo por la Plaza de Mayo, recorrió el Cabildo y se fotografió con Javier Milei en el histórico balcón de la Casa Rosada. Se lo notaba más avergonzado por el desprejuiciado colonialismo al visitante que al personaje que ocupa los atributos presidenciales.
Sin eufemismos, Blinken sostuvo: “Vemos oportunidades extraordinarias en Argentina, pero quizás lo más importante y evidente es que Argentina tiene lo que el mundo necesita y nosotros queremos ser socios para ayudar a que pueda proveer de alimentos y energía al mundo”.
Tres semanas después, el 20 de Marzo, arribó al país William Burns, jefe de la criminal agencia de inteligencia norteamericana, la CIA.
La visita fue sorpresiva por donde se la mire. En primer lugar, porque el jefe de la CIA no es un representante diplomático, no realiza habitualmente giras internacionales y sus asuntos se manejan en el más absoluto hermetismo. Burns estuvo en el país por 24 horas informadas, mantuvo una reunión con el jefe de gabinete, Nicolás Posse, con quien ya se había reunido el 4 de febrero en Langley, Virginia, y el contenido del encuentro no fue relevado, tal y como se le demanda a un espía.
“La competencia geopolítica y la incertidumbre crean un panorama internacional diabólicamente complicado” sostuvo en forma reciente en una extraña nota de opinión publicada en el sitio Foreign Affairs llamada “El espionaje y el arte de gobernar”.
En la nota de opinión del jefe de la CIA, que vale la pena leerse detenidamente, no sólo expone y reivindica el espionaje humano y tecnológico sobre China, Rusia, Oriente Medio y las áreas de influencia de Estados Unidos, también se arroga en forma explícita ser parte del teatro de operaciones bélico en Ucrania. Indica que “La clave para la seguridad de Israel es tratar con Irán” anticipando el ataque que, unos días después, Israel realizaría contra el consulado iraní en Damasco.
Señala, como directriz clara de la contienda geopolítica que considera principal, que “La competencia con China seguirá siendo la máxima prioridad de Washington, pero eso no significa que pueda eludir otros desafíos. Sólo significa que Estados Unidos tiene que navegar con cuidado y disciplina, evitar extralimitarse y utilizar su influencia sabiamente.”
Burns reivindica el imperialismo, no esconde lo obvio de la planificación de la inteligencia para conquistar subordinación geopolítica y se jacta del condicionamiento que generan sobre lo que considera sus zonas de influencia.
Desde hace 48 horas y hasta el día domingo, se encuentra en nuestro país la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, representación política de los intereses del Pentágono para nuestro continente.
En los últimos años, la Jefa del Comando Sur estadounidense ha manifestado en varias ocasiones, con una sinceridad pocas veces vista, que a Estados Unidos lo que le interesan de sobre manera son los bienes comunes de nuestra América Latina, recursos que considera estratégicos para los intereses geopolíticos norteamericanos.
Ella misma se preguntó y dio la respuesta correspondiente en una recordada entrevista: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, está el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo se encuentra en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile”. Además, “las reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce, descubierto frente a Guyana hace más de un año. Tienen los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro”. Precisó que este continente tiene “el 31 % del agua dulce del mundo en esta región”. Por todo esto, Latinoamérica le interesa a Estados Unidos, ya que “tiene mucho que ver con la seguridad nacional y tenemos que empezar nuestro juego”.
A estas notorias visitas, se suma una intensa frecuencia de recorridas de funcionarios de segunda y tercera línea de Estados Unidos que documenta el activo embajador Mark Stanley, desde su oficina en la Embajada o en su cotidiano acceso a la Casa Rosada.
Lo cierto es que, en menos de 45 días, visitaron el país la máxima representación del Departamento de Estado de los yanquis, el jefe de la CIA y la máxima representante del Pentágono para la región. Uno puede pensar que se le desacomodaron las agendas o se le desencontraron los burócratas de protocolo de cada uno de los reconocidos espacios de “poder real” de Estados Unidos.
Es eso, o la estrategia de subordinación de los intereses nacionales a las pretensiones geopolíticas de Estados Unidos ha tomado una intensidad frenética, aprovechando el desgobierno actual, y estamos en presencia de una depredación de las funciones soberanas de la Nación, para capturar el control de los recursos estratégicos del país, suprimir las relaciones con las potencias que Estados Unidos asume o desconoce como contendientes en el rediseño del orden mundial y desplegar una presencia en Argentina que le permita dar batalla por el redespliegue de su pretensión imperial.
Desde esta última perspectiva, se comprende mejor las escenas de colonialismo explícito que han exhibido Javier Milei, el macrismo residual en funciones de gobierno y el lacrimógeno espectro de gorilas sorprendidos por el cipayismo del gobierno, pero tolerantes por convicción antiperonista, como la cúpula de un ejército liberal que se deja insultar con la compra de armamento de OTAN, con la reinvidicación de los ingleses usurpadores y la postración soberana de la Argentina.
Cipayismo con naftalina
Milei se exhibe subnormal. Se disfraza de militar para caminar entre militares, finge de payaso frente al poder extranjero y verbaliza con dificultades una estrategia de alineamiento geopolítico con Estados Unidos e Israel que expone una convicción cipaya con olor a naftalina.
Javier Milei oscila entre la estupidez de Galtieri y las relaciones carnales de Menem.
Inscribe su discurso desordeando, emparentandolo al cobarde del dictador al señalar que “Nosotros estamos convencidos de que la soberanía no se defiende con aislacionismo y discursos rimbombantes, sino con convicción política y construyendo alianzas estratégicas con aquellos con quienes compartimos una visión del mundo en un mundo de escala global, pero de crecientes conflictos como el que vivimos hoy”. Y remata: “Por eso hoy el mejor recurso para defender nuestra soberanía y para abordar de forma exitosa estos problemas es precisamente reforzar nuestra alianza estratégica con los Estados Unidos y con todos los países del mundo que defienden la causa de la libertad”.
Galtieri consideraba una estupidez semejante. Abrazado a la doctrina Monroe, sostenía que Estados Unidos era el garante de acomodar a Gran Bretaña una vez recuperadas las Islas Malvinas.
Emulando a Carlos Menem y sus relaciones carnales, sostuvo que “Más allá de los vaivenes políticos y diplomáticos que han tenido los gobiernos de distintos signos políticos, tanto aquí como allá, los argentinos, como pueblo, tenemos una afinidad natural con los Estados Unidos. Ambos pertenecemos a la tradición occidental con una cultura, una historia política y una forma de vivir en sociedad en buena parte compartida”, fingiendo que las aspiraciones antiargentina de las minorías acomodadas del país son las del conjunto de un Pueblo que vive en su tierra, con sus convicciones, tradiciones, historias y contradicciones.
En ese vaiven de justificaciones antiguas para un colonialismo de nuevo tiempo, Milei termina autorizando la entrega de la Base Naval integrada, cuya obra comenzará con ejecución de Tandanor en la localidad de Ushuaia.
“Hoy estamos aquí para ratificar nuestro esfuerzo en el desarrollo de nuestra base naval integrada. Se trata de un gran centro logístico que constituirá el puerto de desarrollo más cercano a la Antártida y convertirá a nuestros países en la puerta de entrada al continente blanco. Esta obra nos permitirá desarrollar la economía local, brindar un servicio logístico que permita las reparaciones y apoyo a los cruceros de buques comerciales que operan en el Atlántico Sur” sostuvo y aclaró que se realizará junto a los Estados Unidos.
De este modo, Argentina le hará entrega de una Base Naval integrada a los Estados Unidos, en la provincia parcialmente ocupada por los británicos que mantienen la usurpación de nuestras Islas Malvinas, cuando ambas potencias son aliadas estratégicas en la OTAN y articulan su armada en forma actual en los ataques a Yemen por el control del Mar Rojo.
En medio del recuerdo nacional a nuestros combatientes, Javier Milei consolida la pretensión militar de Inglaterra en nuestra Patria y exhibe con orgullo su vocación de traicionar los intereses nacionales.
Cerrar el paréntesis
Milei es un paréntesis en la historia nacional. Un símbolo del deterioro de las representaciones políticas en el país, la peor síntesis de una democracia liberal que se cae a pedazos como mecanismo de organización política del país y un personaje paradigmático que no gobierna y cede el control de la planificación política y económica al extranjero y a sus corporaciones, para transitar el tiempo que se le permite utilizar los atributos de falso mando.
Estados Unidos precisa un gobierno débil en la Argentina que le permita contar con la tercera economía al sur del Río Bravo, como base de maniobra para la consolidación de su hegemonía en Occidente. Y Argentina pierde los escasos resortes que logró recuperar en una democracia que exhibe balances vergonzosos.
La potencia política de la resistencia a este tiempo, marcará la vitalidad de un proyecto político que precisa recuperar su esencia nacionalista y su capilaridad popular para repensar el horizonte de nuestra Patria.