17 de octubre: No fue un picnic
La movilización obrera del 17 de octubre modificó la correlación de fuerzas abriendo el camino a la liberación de Peron y el triunfo electoral de 1946
En vísperas del 45
A finales de mayo de 1943, algunos dirigentes de la UCR le proponen al Gral. Pedro Pablo Ramírez, por entonces ministro de Guerra del presidente de Ramón Castillo, ser el candidato que enfrentara en las próximas elecciones al representante de la élite oligárquica, Robustiano Patrón Constas. Eran tiempos de la Década Infame y el fraude electoral apenas daba una formalidad a una República dirigida por los dueños de la tierra. En este contexto, Ramírez, oficiaría consciente o inconscientemente, el papel de “candidato muleto” representante de una UCR que había defeccionado, en términos generales, del origen popular que le supo imprimir Hipólito Yrigoyen, pero que negó Marcel T. de Alvear.
La oligarquía, previendo el cambio de escenario mundial donde se veía no solo la inminencia de la derrota alemana y el remplazo de Gran Bretaña por los Estados Unidos como potencia rectora de Occidente, no quería seguir atada a un neutralismo que a futuro pudiera traerle algún tipo de inconveniente con el bando ganador. La presidencia de Patrón Costas hubiera implicado un realineamiento hemisférico de la Argentina con Washington y abandonar el incipiente proceso de industrialización por sustitución de importaciones que se venía llevando adelante. La Revolución del 4 de junio de 1943 desbarató estos planes.
Desplazado el Gral. Arturo Rawson de su breve interinato de 72 horas, asume la presidencia de la Nación, el Gral. Pedro Pablo Ramírez quien prosigue con una política de neutralidad en lo internacional e industrialista en la producción interna.
Ramírez, integrante del grupo GOU, debe ser entendido como parte de la vieja política impedida de ver que el cambio de etapa venía acompañado con el ascenso de las masas obreras cada vez más organizadas en torno a sus reivindicaciones. Su nacionalismo aristocratizante, clerical y conservador lo empujaba, además, a tener posiciones reaccionarias ante el movimiento obrero, al que se le sospechaba infiltrado o dirigido por posiciones maximalistas. De esta forma, Ramírez no era “lo nuevo”, sino lo último de lo viejo que persistía en dirigir al país sin el concurso del pueblo.
Por su parte, la UCR que había dado su apoyo a Ramírez, o por lo menos lo incentivo a la acción, contra los liberales y Patrón Costa, pasa a señalar a su gobierno como “una dictadura jesuita”. Aun siendo razonable esta mirada, la mayoría de los hombres provenientes del radicalismo, al igual que Ramírez, no fueron capaz de ver el devenir de las masas obreras en la escena política.
Esta tara en ambos sectores, su imposibilidad de ver en los trabajadores organizados como un actor político capaz de dar sustento a un nuevo bloque de poder con características democráticas y populares, les impidió construir un frente verdaderamente antioligárquico. Así, el radicalismo avanza en su fraccionamiento y Ramírez es desplazado del poder por un ala del GOU más proclive al diálogo con la clase trabajadora y los sindicatos. El 9 de marzo de 1944 el Gral. Edelmiro Julián Farrel asume la presidencia y el Cnel. Juan Domingo Perón, la vicepresidencia.
Sin embargo, el desplazamiento de Ramírez no implicó de por sí el triunfo incuestionable de la corriente nacional-popular dentro del GOU, para que esta pudiera avanzar en su programa modernizador, industrialista, de planificación estatal de la economía y con rasgos antimperialistas en materia de política exterior, necesitaba hacerse carne en un sujeto político que le diera real encarnadura. Y como la misma no podía darse en los sectores de la élite oligarca, ni en la partidocracia liberal, ni en la pequeña burguesía, solo quedaba un actor posible: la clase obrera sindicalizada.
Aun con la clase obrera madura para pararse como actor político en el tablero de poder nacional y como árbitro capaz de dirimir una interna al interior del gobierno, necesito imponerse ante los demás sectores de poder mostrando su determinación. Debemos entender, que la jornada del 17 de octubre de 1945 y sus días previos, no fueron un picnic por las calles porteñas ni un desfile en Plaza de Mayo, eran las masas obreras que se conformaban como pueblo imponiendo a los poderes fácticos del país su programa.
La interna militar que precipita todo
El Gral. Eduardo Ávalos, voz de los sectores conservadores del Ejército que deseaban frenar la política “obrerista” emanada desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, plantea la necesidad de detener a Perón y entregar el mando del país a la Corte Suprema para que llame a elecciones.
El 11 de octubre, Perón y Evita, previendo la detención y encarcelamiento, se instalan en una casa del Delta del Tigre. Al día siguiente, Farrel sede ante el ala conservadora del ejército y permite la detención de Perón en la Isla Martín García.
El día 15, al saberse de la detención del Cnel., la FOTIA, gremio azucarero, se declara en huelga exigiendo su liberación.
El 16, los trabajadores frigoríficos de Berisso y Ensenada se suman a la medida. En pocas horas, fábricas y talleres de Avellaneda, Lanús, Valentín Alsina, Pompeya, la zona del Riachuelo y Rosario, se suman.
Al mismo tiempo que esto ocurría, las patronales envalentonadas con la revancha conservadora se negaban a reconocer los derechos de los últimos años, entre ellos el aguinaldo, vacaciones pagas y el cobro doble de jornal por días feriados.
El mismo 16 de octubre, el Comité Central de la CGT declara una huelga general para el día 18 en defensa de “las conquistas sociales amenazadas por la reacción de la oligarquía y el capitalismo”. Las bases sindicales y demás sectores populares no pudieron esperar y salen a la calle el día 17 dirigidas por las comisiones internas, los cuerpos de delegados y las agrupaciones obreras de todo tipo que no esperaron una orden ni de la CGT ni de Perón. Era un real paso ofensivo de la clase obrera sobre las patronales y el gobierno.
Durante la tarde del 16 y la mañana del 17 se suceden reuniones espontáneas en las puertas de las fábricas. Esa misma noche se produce el abandono del trabajo en los frigoríficos Swif y Armour con piquetes en la puerta para evitar la entrada de todo el personal.
A la mañana del 17 inician una movilización hacia La Plata, cortan Puente Roma y dan vuelta tranvías en la zona de Berisso para evitar que cuerpos de “carneros” intenten ir a trabajar y romper la huelga. Ya en la ciudad de La Plata, la manifestación obrera apedrea el diario El Día, el Jokey Club y confiterías donde solía reunirse la clase acomodada. También se apedrea la Universidad, que por ese entonces no había hijos de obreros en ella. En Quilmes, Ensenada y Mataderos, se repiten acciones similares.
Mientras esto ocurre, radicales, socialistas y comunistas, coinciden en sindicar a los manifestantes como chusma paga al servicio de los intereses fascistas.
El 17 de octubre, miles de trabajadores provenientes principalmente del cordón industrial del Gran Buenos Aires llegan a Plaza de Mayo para reclamar la liberación y la presencia de Perón. La movilización de los trabajadores modificó la correlación de fuerza abriendo el camino a la liberación de Perón y el triunfo electoral en febrero de 1946. Nacía el Movimiento Peronista.
No había sido un picnic…
